Virginia no daba crédito a sus ojos. Un buen día, su bandeja de correo
había comenzado a colapsarse con mensajes de amigos suyos que la
informaban de que habían montado una campaña on line para convencerla,
ni más ni menos, de que debía hacerse de Facebook.
"Juntos podemos hacer reflexionar a Virginia para que ingrese en la red
de marujeo global y nos sorprenda con sus observaciones analógicas.
Danos tu apoyo y conseguiremos que se abra un facebook", rezaba el
anuncio de aquella iniciativa. Hasta aquel momento, Virginia se había
resistido a los encantos de estas redes. Era una de las pocas personas de su grupo de conocidos que no tenían un perfil en la archiconocida página.
"Me paso la vida delante del ordenador y pensé que era otra obligación
innecesaria que me iba a imponer; además, estaban los tópicos de que
quería mantener mi intimidad y de que, a través de Facebook, nos
vigilan", explica. Sin embargo, aquella campaña on line orquestada por
uno de sus compañeros acabó por convencerla. "La gente iba argumentando
por qué pensaba que yo debía pertenecer a esta red social. La historia
tenía su gracia y, de hecho, me sorprendió mucho que se tomaran la
molestia de montar todo aquello". Y así fue como Virginia G. Del Pino
pasó a engrosar el porcentaje de usuarios de Facebook en España.
El de esta chica no es un caso aislado. Muchos internautas
son reticentes a formar parte de una red social, ya sea por activismo,
porque deciden no ceder a las modas; ya sea porque no le ven beneficios
y sólo inconvenientes. Y otros tantos abandonan
desilusionados, después de pertenecer a una durante un tiempo. Los
motivos se repiten: la falta de tiempo para mantenerlas, poca
intimidad, poca profundidad en las relaciones y ninguna utilidad más
allá del cotilleo puro y duro. "Cada vez hay más personas que optan por
cerrar su perfil y es una tendencia que irá en aumento", vaticina José
Manuel Jarque, profesor universitario de Periodismo y coautor del libro
El mito digital (Anthropos, 2008), quien tras un periplo de varios meses por Facebook decidió darse de baja.
No obstante, los datos parecen indicar todo lo contrario, porque, de
hacerle caso a las encuestas, las redes sociales arrasan en nuestro
país. Según el estudio La sociedad en red 2008, del Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información,
España es el primer país de Europa y el segundo del mundo, por detrás
de Brasil, en porcentaje de internautas que participan en redes
sociales. Más datos: una encuesta realizada en diciembre del 2008 por
el prestigioso centro de investigación Pew Internet & American Life
Project mostraba que la cantidad de adultos que tienen un perfil en una
red social se ha más que cuadruplicado en los últimos cuatro años: ha
pasado del 8% en el 2005 a un 35%. O sea, que por una parte las
encuestas dicen que cada vez hay más gente enganchada a redes sociales,
y por otra, la tendencia a darse de baja de ellas también crece. ¿Y
entonces?
"El boom de las redes sociales es un fenómeno pasajero
-considera el investigador chileno Cristóbal Cobo, coordinador del
proyecto e-competencies.org, detrás del cual están la Universidad de
Oxford y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), y
coautor de Planeta Web 2.0. Inteligencia colectiva o medios fast food (http://www.planetaweb2.net/)-.
Pero eso no quiere decir que vayan a desaparecer, sino que migrarán
hacia otras aplicaciones y se integrarán en nuevas arquitecturas de
interacción", opina y pone algunos ejemplos que evidencian este
inevitable darwinismo digital: "La migración desde los blogs a
servicios de microblogging, como Twitter o Tumblr. El paso de los SMS a
los mails de móvil a móvil o el uso de YouTube como herramienta de
recados para transmitir mensajes al novio, al candidato político o a la
sociedad en general".
¿El fin de Facebook? Al parecer, y según los expertos, para nada. "Las
redes sociales ni se crean ni se destruyen. Sólo se transforman",
apunta Edgar Gómez, el investigador mexicano del Internet Disciplinary
Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya
(UOC). Puede que en un tiempo Facebook, Tuenti o Hi5 queden obsoletas y
que aparezcan otras nuevas que ocupen su lugar, pero seguirán
existiendo. Tampoco significa eso, necesariamente, que internet se vaya
a convertir en un cementerio de plataformas en desuso. Eso sí, muchas
tendrán que adaptarse si quieren sobrevivir.
Pero el quid de
la cuestión no radica en tal o cual red, ni tampoco en la tecnología,
sino en los usos que hacemos de ellas, porque aunque nos hayamos
lanzado a utilizarlas de forma masiva, lo cierto es que el concepto de
red social es relativamente reciente y aún estamos aprendiendo a
manejarlas. Y eso hace que, en ocasiones, mezclemos usos públicos con
otros más privados o profesionales. Ahí es donde surgen los problemas:
hace unas semanas, la mujer de un director del servicio de inteligencia
secreta británica publicó en Facebook las fotos de su marido, cuya identidad se suponía que debía estar protegida.
Para Tíscar Lara, vicedecana de Cultura Digital en la Escuela de Organización Industrial (EOI)
y profesora de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid, "las
redes sociales aún tienen que madurar. Estamos todavía en el momento de
usarlas sin pensarlas demasiado; de hacer un uso muy ingenuo, en el que
ponemos mucho contenido; mezclamos contactos profesionales y personales
y no somos del todo conscientes de las implicaciones que eso tiene.
Sólo cuando el usuario lleva un tiempo de actividad, comienza a
percatarse. Y es entonces cuando se producen reacciones como las de
cerrarse el perfil, al darse cuenta de que se han sobreexpuesto. Con las redes sociales cuesta mucho gestionar los límites de privacidad".
Y
es que Facebook, por ejemplo, es poco discreto y va dejando un rastro
de las cosas que vamos haciendo. Algo tan sencillo y a la vez delicado
como dejar de ser amigo de alguien puede aparecer, de no tener cuidado,
como una notificación para todos tus contactos. Esos conflictos que se
producen entre el ámbito personal y el público han desalentado a muchos
usuarios a seguir perteneciendo a este tipo de redes. Los expertos
hablan de madurez digital o e-madurez, un concepto que va ligado a
nociones como identidad digital, sobreexposición, violación de la
privacidad, altísimas demandas de tiempo, o tecnologías que resultan
cada vez más invasivas.
"Es posible que haya un repliegue, una
vuelta hacia la intimidad después de una fase inicial de sorpresa y
descubrimiento del medio", afirma el sociólogo Fernando Garrido, del
Observatorio de la Cibersociedad, en referencia a esa tendencia que
comienza a observarse de internautas antirredes sociales. "Pasa con
todas las tecnologías y con todo en la vida. Posiblemente, Facebook
pierda su carácter central que tiene ahora en la red y posiblemente
veamos surgir nuevas comunidades que hayan cuidado más los niveles de
privacidad", vaticina.
El tiempo y la intensidad de las relaciones son otros dos de los
factores determinantes para que muchos internautas se desconecten. "Fui
de Facebook una semana. No me compensaba todo el tiempo que tenía que
invertir en actualizar mi estado, en contestar los mensajes que me
dejaban en el muro, en subir fotos para que las vieran mis contactos,
la mitad de los cuales era gente que apenas conocía. Porque si tienes
Facebook, MySpace, Tuenti, o cualquier otra red social es para estar
ahí, actualizando constantemente", cuenta la periodista Anabel Herrera.
"Te hace perder mucho tiempo, y te colapsa la bandeja de entrada del
correo con montones de mensajes tontos, ´fulanito ha comentado una foto
de menganito´, ´menganito te ha mandado una invitación para tal o
cual´", añade la también periodista María Fernández, ex usuaria de
Facebook.
Dijo una vez el escritor norteamericano Nicholson
Baker que los grandes éxitos de internet, como el email, el chat,
Facebook, Second Life o YouTube, tienen un componente adictivo: te
enganchan porque son formas solitarias de ser social. Y por paradójico
que resulte, lo cierto es que la fascinación que comporta en un primer
momento poder entablar contacto con amigos o personas del pasado se
desvanece tan rápidamente como surgió. "Una de las grandezas de las
redes sociales es que sean globales, lo que a su vez hace que sea
imposible mantener una relación muy constante en el tiempo. No
obstante, aun así te sientes conforme, satisfecho, con saber que está
esa persona a un clic de distancia. Eso es lo que ha venido a llamarse
soft communication o comunicación débil", señala Jarque, profesor de
Periodismo. "Pero falta cierto compromiso detrás. Quedar con un amigo
implica dedicar un tiempo e ir a tomar un café. En cambio, en Facebok
un amigo sólo te requiere un clic, no cuesta nada. Lo mismo ocurre con
las campañas. En la vida real, unirte a una requiere voluntad, ganas,
esfuerzo. En las redes sociales, un golpe de ratón".
Todos esos inconvenientes están
produciendo un proceso de sedimentación. Muchas de las personas que se
lanzaron a abrirse un perfil en una de estas redes, algunas por miedo a
quedarse fuera de la moda, ahora comienzan a dejar de usarlas. "Fui de
Facebook una semana. Me abrí un perfil porque todo el mundo tenía uno y
porque parecía que si no estabas en Facebook, no estabas conectada con
el mundo. Pero al cabo de poco me di cuenta de que no era cierto. Así
que cerré mi cuenta", explica Anabel Herrera. "Otros internautas, en
cambio, encontrarán nuevas formas de usar las redes sociales", opina
Tíscar Lara. Algo similar ocurrió con Second Life, que vivió un fuerte
boom, luego una debacle y ahora sigue viva y tiene muchos usuarios.
"Que
no pertenezcamos a ninguna red social no significa que no seamos
usuarios de internet o que seamos unos marginales ni que no estemos
conectados con el resto del mundo -asegura la periodista Herrera-. Todo
lo contrario. Yo, por ejemplo, estoy hiperconectada. Me paso el día
navegando por internet. Consulto documentación, investigo temas, pido
hora en el médico, llevo mis cuentas bancarias, me escribo y comunico
con mis amigos". "A veces, cuando conoces a alguien y le dices que no
tienes Facebook, te encasillan como si fueras un analfabeto digitial. Y
no es así, yo estoy a la última, incluso hago webs -añade Jarque-.
Conozco muy bien las redes sociales, y si no pertenezco a ninguna, es
porque no me aportan nada". Se puede sobrevivir en internet sin estar
en una red social. "No tengo Facebook, ¿y qué?".
Fuente: La Vanguardia 31.10.2009
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