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Uruguay: La reforma del Estado no es una novela

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Cierto día, el escritor portugués José Saramago, fue al Registro Civil de Azinhaga, su pueblo natal, para pedir la partida de defunción de su hermano, que había muerto a los cuatro años, pero ésta no existía. Para el Estado portugués su hermano no había muerto. Sorprendido, el narrador decidió recorrer oficina por oficina y buscar archivo por archivo hasta encontrar los documentos que probaran la muerte de su hermano. De allí surgió la idea para escribir la novela Todos los nombres,  una obra en la que los nombres son archivos, mejor dicho las  personas son archivos, y la burocracia una realidad tristemente irónica en la cual se confunden el autoritarismo, la soledad, la falta de dignidad, la vida y la muerte.

En todos los nombres el Registro Civil es la imagen de la sociedad, con su arbitrariedad, su autoritarismo, su decadencia, sus acomodos, su falta de creatividad, su control sobre los empleados, quienes asumieron que esa es la vida y no hay cómo cambiarla. En ese territorio cercado, la autoridad es el Conservador, una especie de director o, mejor dicho, gerente de ente autónomo, que premia y castiga de acuerdo a su sentido de “justicia” siempre atada a sus intereses.

Don José, funcionario del Registro Civil, como todo burócrata podía llevar una vida rutinaria, sin contradecir a las autoridades casi vitalicias, mientras esperaba el día de su muerte. Sin embargo, su inmenso sentido de dignidad humana lo lleva a rebelarse contra la mediocridad, ponerle color al gris en el que se mueven los funcionarios sin nombre y vencer la inercia burocrática para imponer la idea del cambio.

No sé por qué recordé la excelente novela del escritor portugués al escuchar a José Mujica hablar con tanto entusiasmo de la reforma del Estado,

Más allá, y más acá, de la ficción, una nueva estrategia de desarrollo requiere de un nuevo modelo de Estado y la recuperación de su dimensión pública, lo que exige cambios que promuevan la democratización y la eficiencia de la administración pública.

Para eso, son necesarias reformas administrativas que institucionalicen un modelo de gestión pública moderno, descentralizado y abierto a procesos de control, de evaluación permanente, de rendición de cuentas y participación ciudadana.

La reforma debe establecer un profundo rediseño institucional del Estado reforzando su rol regulador y planificador, modernizando las empresas públicas y los sectores estratégicos sin ninguna figura privatizadora, agilizando el servicio civil, profesionalizando la función pública para desburocratizarla y reorganizándolo territorialmente.

Bajo esta idea, se debe impulsar un proceso de desconcentración de la Función Ejecutiva generando un nuevo sistema de gestión territorial basado en las regiones. Para ello, sería necesario ir hacia la regionalización del país, impulsando zonas de desarrollo planificado.

En ese marco, el nuevo Ministerio de la Presidencia o de Gobierno debe dirigir, coordinar y supervisar los cambios en la organización del Estado y, al mismo tiempo, promover la participación ciudadana como un actor de control social vital para el buen funcionamiento del Estado.

Su gestión se debe basar en tres procesos fundamentales:

1. El de reforma institucional, organizativa y de gestión de la estructura estatal, para lograr una administración pública efectiva y eficiente que responda a las demandas de la población, teniendo en cuenta las desconcentración y la descentralización.

2. El de participación ciudadana, que debe establecer lineamientos, metodologías y herramientas de participación, formas de rendición de cuentas y control social y fortalecer las relaciones entre ciudadanía y Estado.

3. El de innovación de la gestión pública que debe racionalizar la estructura del sector público, redefinir funciones y competencias, evitando su duplicación y optimizando el uso de los recursos del Estado, y generando políticas para incrementar la calidad, eficiencia y transparencia, fortaleciendo la formación de los funcionarios, implementando nuevas tecnologías de información y comunicación y promoviendo técnicas modernas de gestión y dirección.

Para una reforma del Estado transformadora como quiere Mujica, además del Presidente serán necesarios miles de don José con la dignidad del personaje de Saramago.

Los don José que pongan el hombro adentro y afuera del Estado, para cambiar la realidad de la burocracia, para que las personas dejen de ser archivos, los funcionarios sean ciudadanos, y los gerentes pasen de trabajar por el bien de sus bolsillo a trabajar por el bien común. Los sindicatos deben estimularlos y apoyar los, y más que eso, deben transformarse en don José colectivos sin miedo a los cambios…
28 de diciembre de 2009

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