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Los DD. HH. y el Gobierno de Piñera

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"En nuestro Gobierno vamos a velar para que la justicia se aplique a todos los ciudadanos, incluyendo a quienes están en servicio activo o en retiro, sin arbitrariedades, en forma oportuna, sin mantener procesos ad aeternum que nunca terminan". Esas fueron las palabras de Sebastian Piñera ante medio millar de militares en retiro en Santiago el 12 de noviembre recién pasado. En la oportunidad, también llamó a que el próximo Museo de la Memoria, junto con recordar a las víctimas de violaciones a los DD.HH., incorpore a "los mártires" de las FF.AA. y de Orden en los años de dictadura.

El ministro-vocero del Poder Judicial Milton Juica, ciertamente aludido por los dichos del millonario-candidato le respondió prontamente con un mensaje inequívoco: déjennos trabajar. En tanto, para las agrupaciones de DD.HH. y el Gobierno fueron indicios de un Punto Final, mientras hubo coincidencia de las otras tres candidaturas para alertar la pretensión de impunidad.

En la misma semana, reapareció en Linares en un acto de campaña junto al presidente de RN el ex ministro del interior de Pinochet: Sergio Onofre Jarpa. Vino una segunda reunión con militares retirados, ahora en Valparaíso. Y simultáneamente el general(r) Rafael Villarroel -líder de Chile Mi Patria- reivindicaba conversaciones con Piñera desde comienzos de año.

Esto ocurre en momentos en que la derecha no escatima esfuerzos por culminar con éxito las expectativas de volver al Gobierno luego de 46 años, esta vez legitimados por elecciones populares. Se disfraza con colores y banderas ajenas, mientras intenta colgarse de la popularidad de la presidenta, y llega incluso a dar señas de amplitud respecto a opciones de parejas "homosexuales".

El travestismo valórico que ensaya Piñera tiene su contraparte en este otro tema. Los votos del pinochetismo más duro y recalcitrante también pueden aportar a la embriaguez triunfalista. Y se aproxima sin reconocerlo un  paso aún más audaz. La promesa es que será él, en tanto mandatario de la Nación, quien cierre el tema de las violaciones a los DD.HH. Para ello, en una increíble muestra de audacia y torpeza, desconoce tratados internacionales relativos a la imprescriptibilidad  y a una realidad tan evidente como que el avance en los juicios de derechos humanos se ha originado en la combinación  de jueces acuciosos que han contado con nuevas confesiones de subalternos civiles y militares. O sea, los logros han sido a pesar del silencio y escasa colaboración de los altos jefes militares de la época, los mismos que se han reunido con el postulante derechista.

Igualar ejecutados y detenidos desparecidos con "mártires uniformados" es imaginarse sitios de la memoria de los crímenes del nazismo en Europa, que exhiban  uniformes y condecoraciones de los SS caídos en acción. Entonces, ¿Por qué no incorporar a las colecciones museográficas permanentes de las FF.AA. y de Orden capítulos que exalten este período?

¿Tendrá que ver con todo esto la exigencia de centenares de ex soldados-conscriptos del 73 por ser reparados a cambio de trozos de verdad de espeluznantes crímenes?

En este caso no se trata de los jefes que dieron las órdenes, sino de quienes las ejecutaron. ¿Cómo el candidato empresario podrá conciliar intereses tan contrapuestos como el cierre de procesos frente a la amenaza de nuevas y sustanciosas declaraciones de estos otros ex uniformados?

Nadie podría desconocer que en estos casi 20 años de progresiva democracia, si algo se ha intentado en forma persistente ha sido  acallar o poner fin al tema de las violaciones a los DD.HH. Si no se ha conseguido, no ha sido por falta de intentos, sino porque hasta ahora siempre se ha podido articular una reacción suficientemente poderosa para abortarlos, que es distinto.

La idea de restaurar a partir de un gobierno de derecha el nudo de  legitimidad de la dictadura, "los logros y aportes de esta" ignorando su origen espurio, ronda en esta hora de euforia. Por ello es ingenuo suponer que la derecha hace esfuerzos por una alternancia sólo por los próximos cuatro años, sin articular todos sus núcleos de poder e influencia para perpetuarse en el tiempo. Para ello requiere dejar atrás "el baldón infamante de las violaciones a los Derechos Humanos", de allí la importancia de lo que ahora se sondea buscando "medir" la temperatura.

Proporcional a la impudicia de la derecha, se requieren respuestas efectivas de parte de las candidaturas de Frei, Arrate y Enríquez Ominami para efectivamente demostrar que respecto a este tema,  juntos son la expresión mayoritaria de chilenos y chilenas por más Verdad, Justicia y Memoria.

No quisiéramos imaginarnos el Museo de la Memoria que está por inaugurar la presidenta Michelle Bachelet desnaturalizado por Piñera, o reuniones en La Moneda con estos conspicuos almirantes y generales en retiro. Ver a Novoa de presidente del Senado y otras pildoritas ya es un mal presagio de nuestras "particularidades" como país.

En DD.HH. recién comienza una tarea no sólo respecto a hacer Justicia, sino a seguir conociendo trozos de verdad en muy diversos ámbitos. Los ejemplos sobran respecto del interés de diversas generaciones por conocer más de esos duros 17 años. El éxito de público de la película Isla Dawson o la opinión de los jóvenes en la encuesta de la UDP última respecto a los juicios, son indicios más bien contrarios de lo que pretende Piñera con estos encuentros con militares en retiro.

Chile requiere seguir haciendo el único proceso sano en materia de justicia y memoria que indican otras experiencias históricas y en el tiempo que sea necesario.

Seguramente desde Punta de Peuco y el Penal Cordillera en Peñalolén, Corvalán, Contreras y Krasnoff Marchenko han seguido con atención y expectativas estas gestiones. Es de esperar que el 2010, año del Bicentenario, su liberación sea sólo un mal sueño.
16 de Noviembre de 2009

-El autor es periodista.

* Fuente: El Mostrador

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