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La troika oriental y la impunidad

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Ganar o perder puede ser una cuestión simplemente numérica. Un resultado que luego aporte a una serie estadística o el punto culminante de algún tipo de confrontación mensurable de manera binaria. Útil para tener en cuenta en casinos o para evaluar de forma distante y hasta displicente alguna trayectoria deportiva. Pero cuando están en juego algunas leyes y derechos ciudadanos cardinales sometidos a consulta popular, estas categorías analíticas pierden consistencia y si se aplicaran de forma absoluta contribuirían mucho más a esterilizar el análisis cualitativo de la compleja polisemia expresiva que a develar causas y perspectivas futuras.

No se trata de eludir números. Por el contrario, de exponerlos con todos sus detalles y matices para extraer sus tonalidades y variedades de elocuencia. Resulta indispensable analizar todas las cuerdas del coro popular, para lo cual habrá que vérselas con contrapuntos y disonancias. Si el propósito fuera sintéticamente expositivo y habláramos sólo de crudos resultados finales, no tendría nada más que agregar a lo ya expuesto en la contratapa del domingo inmediatamente posterior a las elecciones: el triunfo parlamentario y presidencial fue arrasador e histórico, superador inclusive en su diversidad geográfica y penetración popular al de cinco años atrás y la derrota de los plebiscitos, dramática y lacerante, con horribles consecuencias aún difíciles de mensurar a mediano y largo plazo. Pero esta es sólo la obviedad conclusiva inmediata de causas que recién comienzan a insinuarse a medida que va desarrollándose el debate en los medios, entre la militancia y la ciudadanía politizada, en las tertulias de café o de facebook e inclusive en los linchamientos sintácticos de la mensajería celular. Tanto dentro como fuera del laboratorio político que constituye el Uruguay de estos días o más genéricamente aún, de estos tiempos.

Es explicable por la propia coyuntura que mi casilla de correo nunca haya recibido tantos mails de amigos uruguayos con hipótesis diversas sobre las pasadas elecciones y el próximo ballotage. Lo es también que me entusiasme respondiendo y conjeturando también a la distancia, habida cuenta de la valoración de la experiencia oriental para el conjunto de la izquierda humana, de mis afectos en esa orilla y de la inédita experiencia personal por las calles montevideanas del 25 de octubre pasado. Pero es inexplicable de dónde sacamos estas hipótesis, contrahipótesis y producción polémica, prácticamente a ciegas desde el insustituible punto de vista estadístico. En casi todos los casos recibo aportes de la experiencia de intervención cotidiana, del codo a codo insustituible de la militancia o iniciativa cívica. Y en ninguno abrigo duda alguna de su sinceridad. Pero son siempre casos, experiencias y lamentablemente el dispositivo lógico formal de la inducción no permite inferir categorías conceptuales ni producir teoría alguna. En casi todos los casos comienzo respondiendo provocativamente que no acepto teorías conspirativas con acuerdo pleno de mis interlocutores, aunque con un conspirativismo tácito fundado en algún detalle de la experiencia.

Llegados a esta altura del razonamiento, creo indispensable pasar a hacer una sugerencia, o más directamente, una encarecida demanda a la Corte Electoral uruguaya para favorecer el desarrollo del debate actual y futuro sobre la naturaleza de los distintos pronunciamientos populares, que consiste en la puesta en disponibilidad por Internet de la base de datos íntegra con la que cuenta de cada votación. Me refiero a aquella que cuente con todo detalle, circuito por circuito, de todo el país. Los datos estadísticos producidos por las instituciones públicas de todo tipo (desde los aquí demandados, pasando por el INE, los censos poblacionales, etc.) y en todo lugar, constituyen uno de los cimientos insustituibles del derecho a la información y una nutriente indispensable de la ciudadanía. Y pertenecen a la humanidad, no a una corte, camarilla o corporación profesional. Tampoco a una exclusiva nacionalidad. De allí que resulte tan bárbaro y lesivo, por ejemplo, el intervencionismo que el gobierno argentino viene realizando sobre el INDEC. Dado que la información es poder, su ocultamiento o manipulación no puede tener otras consecuencias que el sometimiento y la exclusión.

Y ciertos niveles de socialización (en este caso informativa) que siempre nos resultaron deseables y motivo de luchas por su conquista están hoy mucho más próximos. Es que la tecnología no alteró exclusivamente los modos de convocatoria partidaria como en la tan difundida caravana de la rambla, o los niveles de horizontalidad e iniciativa posibles en la toma de decisiones y la circulación informativa, sino también las posibilidades de ejercicio analítico, si se estimula y favorece esta posibilidad que en ningún caso podrán suplir los medios de comunicación. Ni aún los gráficos que cuentan con una mayor posibilidad de aportación de datos, registro y capacidad reflexiva. Tampoco la digestión ideológica de politólogos y sociólogos por más “neutralidad” profesional que contenga.

Las condiciones objetivas y subjetivas están dadas hoy para una socialización creciente de la exploración hipotética de las cuestiones políticas, económicas y sociales y del debate ciudadano a partir de insumos como los reclamados y de herramientas informáticas impensables poco más de una década atrás, en manos de una amplia proporción de la ciudadanía. Por ejemplo mediante el uso del Statistical Package for the Social Sciences (SPSS) que es el software informático que utilizamos en las ciencias sociales en general y en particular en la sociología y ciencias políticas, que permite filtrar resultados y realizar toda clase de cruces hasta el más mínimo detalle. Cuando las empresas consultoras informan regularmente sus proyecciones, como en estos momentos preelectorales, estableciendo hasta el porcentaje de error posible, procesaron sus muestreos con el SPSS, tal vez cargando los datos previamente en otro programa llamado “data entry” aunque esto último es totalmente irrelevante.

Podrá  objetarse que se trata de un programa que requiere de cierto conocimiento complejo, sobre todo para la utilización de las funciones que permiten extraer el mayor jugo al fruto de la base de datos analizada. No creo que sea mucho más complejo que un Excel o Access de Microsoft, pero aún si así fuera, lo es también la formación con la que se confronta cualquier militante, ciudadano culto o inquieto leyendo por ejemplo a los clásicos, o la literatura contemporánea. ¿O acaso es sencillo “El Capital” de Marx o “El Leviatán” de Hobbes, para traer dos textos fundantes, ideológicamente contrapuestos, a los que, con mayor o menor precisión, inclusive a los ponchazos y de forma distorsiva se echa mano en varios de estos debates a los que venimos aludiendo?

En cualquier caso, no hay razón para que la base de datos no esté a disposición de la sociedad, aunque disintiendo conmigo se crea que sólo podrá ser aprovechada por un puñado de expertos. Actualmente sólo están libres en formato html los datos globales de cada departamento, algo verdaderamente pobrísimo para extraer alguna conclusión precisa de interrogantes políticos tan complejos como la derrota de los plebiscitos, conjuntamente con el triunfo frentista. Pero además, aún continuando esta línea, se trata de formar a los ciudadanos del futuro, los que hoy usan las XO que próximamente estarán en los liceos y que deberán encontrar el modo de correr este software para analizar las estadísticas de su país y del mundo, además de chatear y sacar fotos. En la capacidad de obtener y procesar información e inclusive producirla y socializarla, está la gran potencia de esta herramienta. O en otros términos, en la de construir ciudadanía activa, sin tener que consultar al plausibilista Garcé.

Mientras el debate recién se insinúa y se espera por mejores insumos analíticos, la impunidad no puede profundizarse. Aún por el estrecho sendero del artículo cuarto y de la reciente resolución puntual de la Corte Suprema de Justicia debería poder inclusive reducirse parcialmente. Sólo Mujica podrá garantizar (entre muchas otras garantías) que la gangrena de la impunidad no se expanda.

No estará  de más recordar que en momentos de ascenso stalinista, la Troika (Stalin, Zinoviev y Kamenev) apeló al bloqueo de cualquier giro a la izquierda incluyendo las purgas mediante acusaciones extrajudiciales descabelladas y falaces. Que casi nueve décadas después, una tragicómica versión uruguaya de aquella troika, formada en este caso por las personificaciones del poder de los 20 años posdictadura (Sanguinetti, Lacalle, Batlle) converjan en una maniobra propagandística tan infundada como pretendidamente aterrorizante, también es motivo suficiente para continuar con la resistencia a la impunidad y sus inescrupulosos cómplices.

– El autor es Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano.
Email:
cafassi@mail.fsoc.uba.ar

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