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Cretinismo parlamentario

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Que algunos diputados arrienden casas de sus militantes como oficina con dinero de Uds. no tiene nada de raro, que otro use falsas actas notariales llama menos la atención es que estamos curados de espanto Es cierto que los frescolines son los menos y hay diputados que trabajan y visitan sus distritos sin embargo la mala fama  del parlamento es indiscutible debo confesar que me duele pues mis dos abuelos, mi padre y mi sobrino fueron diputados bastante reconocidos. En diciembre no elegiremos diputados, sino que nos serán impuestos por las directivas de los partidos políticos.

A un diputado no se le puede exigir que sea conocedor de nuestra historia política, mucho menos que sepa de Catalina y el fin de la república romana, tampoco tiene que saber del “ruido de sables” (1924), mucho menos de los regímenes políticos, ni memorizarse el reglamento de la Cámara – para esta actividad tiene  asesores de distintos niveles intelectuales y especialidades- lo único que se le debe exigir a un diputado o senador es captar, al menos, el sentimiento de su jefe: sus mandantes, o sea los electores. Cualquier empleado o alumno estudia a su jefe o profesor y lo conoce perfectamente para actuar en consonancia con lo que el jefe o el profesor desea; al fin y al cabo, gracias a los electores, reciben un estipendio…

Con todo respeto, al parecer los señores diputados, casi todos gente proba, trabajadora y valiosa, pocos saben de la vida cotidiana de los siervos de la gleba, es decir, sus electores. Sería una incalificable calumnia, que no cometeré- compararlos con María Antonieta, que les proponía comer galletas en vez de pan, mucho menos con Luís XIV, que auguraba que después de él, el diluvio. Los diputados son personas sensibles, que quieren la subvención para entregarse, como apóstoles, al servicio de los electores y sus necesites y, quien sostenga lo contrario, es partidario de las peores tiranías militares.

Afortunadamente, en esta desgraciada instancia, hay algunos diputados que poseen el necesario cable a tierra, básico para un político: es el caso de los díscolos quienes, oportunamente, denunciaron tamaña tontería y despropósito que ofenden gravemente a sus electores, y tuvieron el gesto simbólico de devolver el monto de la subvención, aprobada por el presidente de la Cámara y los jefes de bancada, que son un poco más que nadie, que denunciaba Edwards Bello en sus crónicas – tienen nombre y apellido que será gravado en la frágil memoria popular: afortunadamente, el viento se lo llevará. 

Nada más tonto que confundir la solidaridad corporativa con el populismo. Que yo sepa, la Corporación no es una mónada que existe por sí  sola, pues su sustento es la delegación de la soberanía popular, razón por la cual a nuestro sistema de gobierno lo llamamos democracia representativa, aun cuando por ahí haya algún diputado o senador designados, no puede exigir lealtad entre ellos, que no sea la que se debe al soberano: el pueblo. No es populismo sufrir con él y escucharlo, mucho s a su indignación cuando le meten la mano al pobre bolsillo, por poco que sea el monto. 

Es cierto que a nadie le gusta que los médicos especialistas le inspeccionen sus partes pudendas, sea ginecólogo o urólogo, salvo el caso de “Sexo con Amor”, que lo pasó muy bien. Claro que estos episodios tienen poca relación con el tema que estamos tratando, los coloco sólo para reírme con los lectores de tan enojoso, aburrido y torpe tema. Debo decir que no condeno, en absoluto, a quienes jugaron fútbol, en tiempo de sesión, en el patio del Congreso, pues todo trabajador tiene derecho a sacar la vuelta siempre y cuando el   elector o los periodistas no lo pillen. Mala suerte, porque los diputados son personajes públicos, por lo tanto, los ciudadanos y, especialmente los periodistas, pasan controlando sus conductas. Póngase la mano en el corazón, querido lector, ¿nunca ha leído los diarios en Internet en las horas de oficina y sale “a terreno” cuando el jefe no lo está mirando?

Aun cuando no crea que estemos en una situación parecida, pues no hay ningún peligro de dictadura militar o de gobierno populista, producto del desprestigio de las instituciones me permito ilustrar a los lectores con un artículo del “Ferrocarril” – un diario equivalente al bipolio El Mercurio o La Tercera actual- que no tiene nada que ver con La Cuarta. El Ferrocarril 1907:

 “Algunos diputados duermen, dando ruidosos ronquidos; otros llaman sin cesar a   los oficiales de la sala, pidiendo Whisky con soda, jerez con apollinares, coñac con Panivávida.

Las interrupciones se cambian a cada instante entre los que se conservan despiertos. Algunos ríen a carcajadas por cualquier motivo. De repente llegan tres diputados a la sala, haciendo curvas y equis con lamentable dificultad.

….Otros apuran sus vasos… se injurian con incomprensible crudeza, pero reconociéndose dispuestos a no molestarse…no hay que enojarse, compadre.

…Nadie oye o nadie. A intervalos salen unos en dirección al comedor, y en la sala de sesiones se sienten los estampidos de los corchos de botellas de champaña, parece, por momentos, que hubiese un fuego graneado.

Las salas, llenas de humo que despiden los cigarros puros. El ambiente, impregnado de vapores alcohólicos. Los diputados en orden disperso, aquel tiene los pies sobre una mesa. Ese otro ronca estrepitosamente. Este, con el chaleco abierto y sin corbata parece…lo acaban de fusilar.

Más que sesión, parece una merienda de negros” .

Gonzalo Vial,  “Historia de Chile”, Vol 1, tomo II, pág 613

Este texto no tiene nada que ver con la realidad actual: los diputados no ingieren alcohol, ni fuman, por orden del Ministerio de Salud, que vela por sus pacientes . Por lo demás, las sesiones se graban en el canal de la Cámara y del Senado, en horario para niños; conozco a algunos que utilizan sus emisiones para hacer dormir a los díscolos bebés. No creamos que hay congresistas tan feos – como el de feliz memoria Adonis Sepúlveda, vaya contradictorio nombre- que las mamás los usen para asustar a los niños cual cuco, si conoce a alguno, le rogamos comunicarlo.
16/07/09 

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