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Malas nuevas del frente

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El “premio Nobel” de economía, -abuso de lenguaje, ese galardón no existe-, suele ser atribuido a patriotas que de economía entienden tanto como los linces del Banco Central.

De vez en cuando, pero no de adrede, eligen a alguno un poco más enterao. No es el caso de Robert C. Merton que a fines de los años 90 utilizó el “descubrimiento” que le valió el premio (un modelo matemático para ganar siempre en la Bolsa) y perdió 5 mil millones de dólares en el tiempo que tardo en contártelo. Dinero que por cierto no era suyo. Ya en aquella época la cuenta la pagó el Estado Federal con platas públicas.

Lo curioso es que la prensa europea desentierre a este cadáver para entrevistarle con relación a la actual crisis financiera: es como intentar saber algo de probidad entrevistando al capo del MOP-GATE, o de deontología interrogando a Piñera.

El diario financiero parisino “La Tribune” le pregunta a Merton a qué precio el Estado Federal debiese comprar los activos basura que tienen quebrados a los bancos. Respuesta de antología:

“Lo mejor evidentemente, son los precios del mercado, si Ud. los tiene. Pero como Ud. sabe, ciertos activos no son cotizados en la actualidad. (…) ¿Hay que tomar el precio histórico? No. Porque ciertos instrumentos no han sido evaluados durante años. Su valor aparece estable, pero en realidad el precio no nos da ninguna información y no puede inspirarnos confianza. Única solución: preguntarse, en el contexto actual, cuál sería el precio de tal instrumento si fuese transado en el mercado”.

¡Los egresados de Harvard van a tener que volver a la escuela!

Los activos basura, que no valen nada y que tienen hundida la banca planetaria, no son cotizados desde hace años y no se conoce su precio. ¿Cómo se sabe que no valen nada? Misterio. Además Robert C. Merton (profesor en… ¡Harvard !) sostiene: “el precio no nos da ninguna información”… Curioso en un profesor libremercadista que sostiene en sus clases que “el precio” ES la información. La que le permite a los agentes económicos tomar todo tipo de decisiones.

Aun sabiendo que la teoría económica liberal esta tan depreciada como los créditos hipotecarios “subprimes”, la solución propuesta por Robert C. Merton no deja de ser alucinante: “preguntarse, en el contexto actual, cuál sería el precio de tal instrumento si fuese transado en el mercado”(sic), en otras palabras SUPONER cuál es su precio. ¡Fantástico!

Neel Kashkari, el tipo encargado de comprar la basura, un principiante de solo 35 años de edad, sugiere fórmulas menos idiotas como por ejemplo organizar subastas al revés: hacer competir los detentores de créditos basura y comprarle al que proponga el precio más bajo. Kashkari nunca recibió el “premio Nobel” ni estudió en Harvard, lo que puede explicar lo que precede.

“La Tribune” parece ignorar el pasado del profesor Merton porque lo interroga a propósito de los modelos matemáticos que utilizan las instituciones financieras: “¿Son confiables?” Merton, con una cara dura digna de mejor causa, responde: “Esos modelos son criticados (…), son tal vez imperfectos, pero tienen el mérito de existir” (resic).

El periodista de “La Tribune” está definitivamente a la altura del tipo que entrevista cuando le pregunta: “¿Pero cómo incluir la volatilidad en este sistema? Eso equivale a prever el futuro, ¡y en estos tiempos, eso es imposible!” Nótese que adivinar el futuro es imposible “en estos tiempos”. Hubo otros en los que era cosa frecuente y banal…

En todo caso Robert C. Merton no se detiene ante detalle tan nimio y sigue dando respuestas dignas de Ripley: “Esos modelos no son perfectos, pero son mejores que hace 20 años, o incluso hace cinco años. Ahora hay mercados, índices, como los Vix, que indican cómo los inversionistas ven el riesgo y lo que están dispuestos a pagar para protegerse. Y estos datos, que no existían hace algunos años, ahora están disponibles y para todos los grandes mercados del planeta”.

¡Uno se pregunta por qué no utilizaron esos índices y esos modelos para prever la mega crisis financiera que destrozó el sistema financiero internacional!

El periodista continúa: “En fin, todo eso quiere decir que el Tesoro sabrá qué precio darle a los activos que comprará…”

Merton, entre dos incoherencias, cuenta la firme: “El hecho es que hay que limpiar el balance de los bancos para que puedan recapitalizarse”. Toda la cháchara pseudo científica apunta solo a esto: hacerle pagar la cuenta al personal y darle dinero a los bancos para que todo recomience de nuevo. Todos los responsables financieros del primer mundo lo afirman alto y claro: se trata de nacionalizar “transitoriamente” los bancos, absorber las pérdidas, recapitalizarlos, y reprivatizarlos después.

Buena parte del dinero que pondremos todos no regresará nunca a nuestros bolsillos. Merton hace como si se tratase de una pérdida parcial, pero sus palabras son claras: “Esos millones de dólares están definitivamente perdidos. Todas las pérdidas serán redistribuidas entre las instituciones financieras, los hogares… gracias al plan de rescate votado por el Congreso, pero ellas no desaparecen. ¡Ahora somos pobres!”

Premio Nobel, profesor en Harvard e hipócrita: en realidad todas las pérdidas serán distribuidas entre los hogares. Las instituciones financieras son las “víctimas” que hay que salvar.

Al periodista de “La Tribune” no le puedes ocultar nada, el tipo avanza una osada afirmación: “Y esto es mal presagio para el crecimiento económico futuro, ¿no es así?”

Merton: “En efecto (…) Pero le dejo a otros el riesgo de hacer pronósticos en materia de crecimiento del PIB…” ¿Al Banco Central de Chile por ejemplo? ¿O a Velasco?

La última es la pregunta del millón: “Para aquellos que aun tienen plata, ¿Dónde deben colocarla?”

He aquí la respuesta del tipo que inventó el modelo matemático con el que solo se podía ganar en la Bolsa: “¡Yo no recomiendo nada! No obstante, productos como las obligaciones del Tesoro, protegidas de la inflación, son sin duda una buena idea para los más conservadores”.

Adiós amantes del riesgo, adiós osados empresarios que arriesgan el dinero del prójimo y se hacen pagar por el Estado. Adiós geniales modelos matemáticos que valen un “premio Nobel”.

Bienvenidos los tatitas que invierten tranquilitos su platita en productitos mierditas pero seguritos.

Las malas nuevas del frente terminaron por avergonzar hasta a los profesores de Harvard…
15/10/2008

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