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«¿Ha almorzado la gente?»

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Según Genaro Prieto, nuestro héroe, Arturo Prat, debió ser miembro del Club de Los Rotarios, pues minutos antes de saltar al Huáscar se le ocurrió, nada menos que preguntar “si ha almorzado la gente”; la idea radicaba en pasar a la eternidad con el estómago lleno de ricas sopaipillas pasadas en chancaca. Seguramente previó que en el cielo los especuladores alimentarios habían elevado, a precios inalcanzables la imprescindible harina, tal ocurre en estos tiempos. Es muy distinto morir saciado que con las tripas sonando de puro hambre. Algo similar ocurre con nuestra Presidenta, de quien nadie puede negar su preocupación por el bienestar de sus súbditos.

Siempre he asociado los 21 de Mayo con días lluviosos, durante los cuales marchaban, pisando charcos, militares a paso de ganso y, además, largos discursos presidenciales, escuchados por serios padres conscriptos. En las tardes, mis padres se reunían con sus amigos, los Sanhueza, para realizar representaciones patrióticas donde se lucía Carlos Sanhueza, famoso dibujante de la Revista Topaze, cuyo personaje principal era Juan Verdejo, quien reemplazaba a la hoy “señora Juanita”; era el roto que comentaba, con singular humor, las largas peroratas presidenciales. Hoy los presidentes de la Concertación invitan a una serie de personajes para ilustrar sus logros.

Más que el día de Prat, es el día de los presidentes o presidentas de la república. Es quizás la única ocasión en que el primer funcionario de la nación puede hablar largo y tendido, sin temor de ser interrumpido por parlamentarios o por invitados a la tribuna. Es muy tonto creer que se trata de dar una cuenta a la nación, pues el objetivo mira a entregar sueños utópicos sobre un país donde mane leche y miel y que están empeñados a construir en su  período de mandato; están seguros de que en gran parte de sus dos horas de discurso, la mayoría de los asistentes cabecea o juega con el lápiz haciendo que anota las principales ideas del discurso o hace manifestaciones de agrado o de desagrado en los momentos cúlmines del discurso.

No siempre han sido tan tranquilas y compuestas, como en la actualidad, las cuentas del 21 de Mayo, por parte del presidente de la república: en 1938 don Arturo Alessandri fue interrumpido por los balazos lanzados, en el salón de honor, por el líder nazi González Von Marres. En los años 60, Eduardo Frei y Salvador Allende pidieron, al unísono, la palabra antes de que hablara el presidente de la república, Jorge Alessandri, protestando porque se había robado, por parte del Tribunal Calificador de Elecciones, un sillón ganado por el demócrata cristiano Juan de Dios Carmona – posteriormente un lacayo de la Junta Militar -, a favor del radical Juan Luís Mauras. En la actualidad, los diputados de la casta son bastante serios y ordenados – a lo más lucirán una pequeña pancarta, recordando a la Presidenta alguna promesa no cumplida-. Los perturbadores de la sesión se encuentran dentro del público invitado que, a veces – como en el caso del presidente Lagos- protagonizan un “diálogo socrático” con ironías incluidas.

No siempre los 21 de Mayo fueron aburridos: en 1965 Eduardo Frei Montalva, delineó, con gran capacidad oratoria, el programa de “la revolución en libertad”, lo que equivalía a decir que en Chile todo tendría que cambiar. En 1971, Salvador Allende entregó los postulados centrales de un nuevo camino al socialismo en participación, pluralismo y libertad. En el Chile pragmático de hoy poco importan las ideas y sí mucho más las cifras; hay verdaderos expertos en convertir en dinero las múltiples promesas presidenciales: la lucha entre los “duques de Venecia” es siempre blanda, se mueve sólo por intereses inmediatos – del cómo voy yo ahí – y en cada año únicamente cambian los decorados de una política basada en la política basada en la democracia de los consensos; como nadie quiere cambiar la “Fenicia chilena”, se vive en un perpetuo empate. Es evidente que los opositores deben encontrar deficitario el discurso de la Presidenta – sería muy raro y hasta contradictorio que estuvieran de acuerdo con ella- sin embargo, cada vez se les hace más difícil descubrir cuál es el factor que los diferencia de la combinación gobernante, salvo el anhelo de ocupar el poder.

La tercera cuenta de la presidenta Michelle Bachelet se pareció más a una lista de compras, preparada por la dueña de casa, con miras a adquirir en el mercado neoliberal, y alguna afirmación brillante, dirigida como saeta, a la ciega y reaccionaria oposición. En un discurso tan largo hay de todo y para todos: desde la innovación al problema energético, desde la educación a la salud, desde la cultura hasta la imagen país…Los comentaristas pueden darse el lujo de tomar esta saga desde los más diversos intereses. La Presidenta no tuvo la delicadeza de Prat de preguntar, antes de hablar, si había “almorzado la gente” y entregó una arenga que más se parecía al largo mamotreto que, normalmente, acompaña a estas cuentas. No había que ser muy perspicaz para entender que el discurso había sido redactado con el concurso de varias plumas, algunas poéticas, que citaban a Manuel Rojas, Gabriela Mistral, Juan Manuel Serrat, entre otros, otras dinámicas y unas últimas, pragmáticas, aburridas y llenas de indicadores. 

En todo discurso siempre hay unos augures que creen conocer su contenido de antemano y, para lucirse ante la prensa, adelantan una primicia; ahora le correspondió el turno a la famosa supresión del 7%, que los jubilados pagan a Fonasa, para ser atendidos tarde, mal y nunca por los hospitales públicos. El hecho de no anunciarlo se convirtió en una verdadera ofensa para los chilenos de la tercera edad, que penas sobreviven. El pato de la boda, de esta verdadera metida de pata, fue el ministro de Hacienda Andrés Velasco, que quedó como un “Arpagón” mezquino, que niega un miserable auxilio a quienes, en el pasado, construyeron este país. Los demócrata cristianos eran los más indignados, pues estaban convencidos que podrían cazar electores. No faltó el diputado que logró citas destacadas en los Diarios del bipolio de derecha, denunciando que la Democracia Cristiana no es escuchada por el gobierno y solapadamente e, incluso que debiera reconsiderar la actual alianza política.

Como Chile tiene billones de dólares, invertidos en bonos en el extranjero a una bajísima tasa de interés, no parece muy difícil ofrecer un bono de $20.000 para los jubilados, más otro de similar valor para el invierno. Es cierto que para las miserables pensiones algo significa, pero este magro aporte, por una sola vez, desaparece como por encanto, con un encarecimiento de los productos básicos que, en la mayoría de los casos, termina por comerse este magro aporte fiscal. Quizás, el principal éxito del gobierno, en este año, lo constituye la promulgación  de la Pensión Básica Solidaria, es decir, la posibilidad de que cualquier persona mayor de 65 años pueda acceder a una pensión base de $60.000, que si se suma la pareja, se duplica. Sin embargo, se mantuvo el abusivo negocio de las AFPs.

Después de una larga perorata, la Presidenta se introdujo, al fin, en temas más polémicos: la inscripción automática – felizmente aprobada – y su pronunciamiento a favor del voto voluntario, tema cuestionado por algunos diputados demócrata cristianos. Se pronunció a favor de la iniciativa popular de ley e intentar reformar el sistema binominal, además de una ley de partidos políticos – que no se sabe cuál va a ser su futuro pero que, al menos, debe terminar con la interdicción a la participación de losa dirigentes sindicales a los cargos de elección popular. Fue categórica y asertiva al decir que “ya, ahora…” el voto de los chilenos que residen en el extranjero, dejando al desnudo la mezquindad de Piñera y la derecha en general, al colocar condiciones leoninas y calculadoras para aprobarlas.

La Presidenta es muy sutil para soslayar los aspectos más conflictivos de los temas desarrollados en su discurso, por ejemplo, en lo relativo a diversificación de la matriz energética, por un lado apoyó a las hidroeléctricas en Aysén, aun cuando no lo expresó con claridad, por otro, habló de las parques eólicos y la energía solar, dejando de dejar contentos a los ambientalistas. En educación, junto con desear un computador para cada alumno, ofrecer la gratuidad de la PSU, un número importante de becas para los alumnos de excelencia y de hacer una apología de la educación fiscal, a la vez contentó a la derecha manteniendo el Acuerdo sobre la Ley General de Educación que, entre otros aspectos, garantiza el lucro desmedido de los sostenedores y la reproducción de la desigualdad; no hubo en su discurso ninguna propuesta para terminar con la municipalización de las escuelas y liceos. La salud se ha convertido en un verdadero desastre nacional; en el discurso se ofrece la construcción de nuevos hospitales y contratación de quinientos especialistas, sin embargo, estas ofertas sólo constituyen un paliativo ante la grave crisis del sistema fiscal de salud.

En el pos 21 de Mayo, los Diarios de derecha publicaron una encuesta que, ¡oh sorpresa!, más del 60% encuentra muy bueno el discurso presidencial y una cifra similar cree que Su Excelencia cumplirá las promesas. Los críticos de derecha se reducen a un 18%, lo que demuestra la carencia de capacidad de la Alianza para llevar a cabo una oposición medianamente convincente.

El único que puede medir los resultados del mensaje es Juan Verdejo, y lo importante consiste en que más allá de las buenas intenciones de que hace gala la Presidenta, logremos un Chile verdaderamente inclusivo, menos injusto y más transparente, ad portas del Bicentenario.

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