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Chile y la República Árabe Saharahui: El valor de la palabra empeñada

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RASD: República Árabe Saharaui Democrática
Caminando por la plaza de armas de Lima de un mes de julio de 2005 semigris, inmediatamente después de ser recibido por el Presidente del Perú, Alejandro Toledo, mi amigo Amedh Bujari, embajador ante la ONU de la República Árabe Saharaui y alto representante del Frente Popular por la Liberación por la Saguia El Hamra y el Río de Oro, conocido como Frente POLISARIO, me relató la historia de sus largas y pacientes gestiones, encuentros y desencuentros con el Chile democrático en busca del reconocimiento para su país.

Al volver la democracia, en 1991 el embajador Bujari fue recibido por el entonces Presidente Patricio Aylwin y por su canciller Enrique Silva Cimma. Sus encuentros con las más altas autoridades de la concertación y con dirigentes de la  oposición, fueron productivos y auspiciosos para el reconocimiento de su país.

Una de aquellas tardes, recibió una  auspiciosa llamada de un amigo cercano y constante de su causa, el ex canciller Clodomiro Almeyda, quién le manifestaba que quería ser el primero en darle la buena noticia: en las próximas horas le sería formalmente notificado que Chile había decidido otorgar reconocimiento oficial a la República Árabe Saharaui Democrática. Cual sería su sorpresa, al día siguiente, al ser notificado que a diferencia de lo señalado por Almeyda, el gobierno Chileno no reconocería  a su país, sino más bien expresaba solamente un protocolar respaldo al proceso de organización del Referéndum de autodeterminación, previsto por el Plan de Paz de la ONU para el Sahara Occidental, a través de las fuerzas de MINURSO, desplegadas entre las zonas ocupadas por la invasión Marroquí y el territorio controlado por el Frente POLISARIO.

El principio de autodeterminación e independencia ante la colonización parecía a una supuesta “razón de estado” inexplicable y misteriosa.

Con la elección del segundo gobierno de la Concertación encabezado por el Presidente, Eduardo Frei Ruiz Tagle, el embajador Bujari viajó nuevamente a Santiago a restablecer contactos diplomáticos y políticos con todos los sectores, de gobierno y de oposición. En agosto de 1999, por unanimidad la Cámara de Diputados de Chile aprobó una resolución solicitándole al ejecutivo reconocer a la República Árabe Saharaui.

A finales del mes de octubre, el embajador de Chile ante Naciones Unidas comunica al representante Saharaui en Nueva York  que Chile procedería a firmar con su país el establecimiento de relaciones diplomáticas. Ambos diplomáticos concordaron fecha, hora para proceder a la ceremonia de establecimiento de relaciones diplomáticas. La ceremonia tendría lugar en la Misión de Chile ante la ONU.

El día previo, el embajador Saharaui recibió un llamado de un diplomático chileno solicitándole la bandera de su país para ser puesta junto a nuestro pabellón nacional durante la suscripción de los protocolos respectivos. Sin embargo, al llevar la bandera de su país los saharaui fueron nuevamente informados que la ceremonia se postergaría tres días, situación que volvió a repetir, esta vez por siete días adicionales. El argumento esgrimido para su postergación, era que un  representante personal del Rey de Marruecos viajaría a Chile a expresar su desacuerdo ante el reconocimiento ad portas y que por razones de forma y diplomacia esperarían algunos días la partida de Santiago de aquél enviado especial para proceder al reconocimiento acordado. En todo momento, se señaló, que aquella postergación no implicaría un cambio en la decisión del estado chileno.

A pesar de su paciente impaciencia, la perplejidad de nuestros amigos aumentaba. Las fechas originalmente concordadas se postergaban una y otra vez.

En noviembre de 1999, en Santiago, un alto diplomático de nuestra cancillería entrega a un embajador saharaui, una carta fechada el 30 de aquel mes del entonces Canciller de Chile, Juan Gabriel Valdez dirigida al Canciller de la RAS, Mohamed Ouldk-Salek, la cual ponía fin a la larga espera, señalando:  “Por especial encargo de S.E. el Presidente de la República, tengo el alto honor de dirigirme a V.E, para informarle que el Gobierno de Chile ha decidido reconocer a la República Árabe Saharaui Democrática”.
Los argumentos esgrimidos a través de la comunicación oficial del canciller eran sólidos y contundentes desde el punto de vista de principios y también desde un punto de vista practico frente a la situación internacional que motivaba la decisión:

”Al adoptar dicha determinación, el Gobierno de Chile ha querido reafirmar la tradicional adhesión de nuestro país al principio de autodeterminación de los pueblos, así como igualmente renovar nuestro pleno respaldo al inalienable derecho a la independencia de los países y pueblos coloniales.

”Es nuestro deseo que la decisión del Gobierno de Chile constituya una contribución para que, en el marco del Plan de Paz de las Naciones Unidas, prevalezca el espíritu de dialogo y negociación en la búsqueda de una solución justa y definitiva de la controversia subsistente sobre la cuestión del Sahara Occidental. De igual modo, esperamos que nuestro gesto político pueda alentar a las partes concernidas a no dilatar la celebración del referéndum de autodeterminación, de modo que dicho procedimiento pueda tener lugar de acuerdo a los términos y al calendario establecido y anunciado en la iniciativa de la ONU”.

Sin embargo, la comunicación hacía ver que dada la proximidad de las elecciones presidenciales del 12 de diciembre de aquel año y ante un nuevo período presidencial que comenzaría el 12 de marzo del 2000, se postergaría nuevamente el reconocimiento:

“Esta circunstancia especial, como V.E. sabrá comprender, nos aconseja proponer al Gobierno de la República Árabe Saharaui Democrática, postergar para una fecha posterior a la asunción del nuevo Presidente de Chile, la suscripción del Protocolo que, de acuerdo con la Convención de Viena, regulará las relaciones entre nuestros respectivos Gobiernos”.

Nuevamente el reconocimiento quedaba diferido. Esta vez, sin embargo, los principios internacionales que dan continuidad al Estado de Chile habían quedado consignados solemnemente por escrito y solo se trataría de una postergación debido a la agenda político institucional del país.

Finalmente, varios años después, durante su último año de gobierno el Presidente Ricardo Lagos recibió al embajador Bujari en Santiago y le señaló que tomaría una decisión sobre el tema. Sin embargo, al 11 de marzo del 2006 ninguna decisión fue tomada.

No creo necesario argumentar nuevamente a favor del reconocimiento por parte de Chile a la Republica Árabe Saharaui. Comparto los altos principios sobre nuestro compromiso como país con la autodeterminación de los pueblos y el inalienable derecho a la independencia de los países y pueblos coloniales, consignados con mucha lucidez y claridad en la carta del ex canciller Juan Gabriel Valdez.

Hay también importantes razones culturales, pragmáticas,  y de coyuntura internacional. Los saharauis son el único pueblo árabe en el África que es hispano parlante. La RASD como Estado miembro de la Organización de Estados Africanos hizo aprobar el español como lengua oficial de esa organización.  En un mundo cada vez más globalizado como sudamericanos inmersos en proceso de conformación hacia bloques regionales en nuestra relación con países árabes y africanos esto debería importarnos.

La República Árabe Saharaui Democrática es reconocida hoy por un importante número de Estados del África, del Asia y Oceanía. En América Latina, por la totalidad de los Estados del Caribe, Cuba,  México, Venezuela, Panamá, Ecuador y Uruguay, entre otros. En varios de esos países el reconocimiento a su país no ha implicado ninguna dificultad con el Reino de Marruecos, ya que coexisten embajadas de ambos países.

Los saharaui tienen además con un inmenso potencial marítimo y pesquero, en su territorio se encuentran grandes yacimientos de fosfato y petróleo y son un pueblo que tiene una relación estratégica con Argelia.
País con el cual nos unen grandes lazos de amistad y que hoy representa un importante y creciente intercambio comercial e inversiones importantes en el ámbito energético para Chile.

Finalmente, el referéndum de autodeterminación debió efectuarse hace ya más de  14 años. Pese a los esfuerzos de Naciones Unidas, la situación y sus posibilidades de realización se encuentra bloqueada por parte de Marruecos. La situación de derechos humanos que afecta a prisioneros de conciencia saharaui, requiere de una señal inequívoca de la comunidad internacional.

Los chilenos fuimos objeto durante muchos años de la solidaridad internacional. Nuestra causa por la recuperación de la democracia en Chile traspaso nuestras fronteras. En los lugares más remotos, como el Sahara Occidental, Chile simbolizó el valor democrático y de transformación de un pueblo digno.

En medio del desierto y la arena del Sahara Occidental, entre las tiendas de los beréberes y de los militantes y dirigentes del Frente POLISARIO, en su largo caminar por el mundo entero pidiendo solidaridad y legitimo reconocimiento para su país, surge una  vinculación con nuestra historia reciente y de solidaridad y admiración ante un pueblo digno como el Saharaui. No podemos ser insensibles ante una de las últimas luchas por la descolonización y la soberanía del siglo XXI.

No tengo duda que la Presidenta Michelle Bachelet, en su calidad de jefa de Estado actuará de acuerdo a estos grandes principios y  procederá en nombre de la nación chilena a reconocer y abrir relaciones oficiales con la República Árabe Saharaui Democrática.

* El autor es Presidente de la Asociación Sudamericana de Amistad con la RASD

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