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El otro Centenario: La «Oficina Salitrera San Lorenzo» también es parte de la historia

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“Con unidad, con esperanzas, desandamos el camino, hacia la pampa calichera, hacia el origen de la tragedia”…
Ayer domingo 16, como estaba previsto, hemos regresado a San Lorenzo,  desandando así una parte del camino, hacia el origen de la tragedia –como lo haremos también el 20 en el Alto San Antonio– inspirados en el deseo de contribuir a rescatar y rescribir la historia de los ex –campamentos salitreros que sufrieron los embates de la represión,  cuando la voz y la organización de hombres y mujeres de la pampa se alzó por mejores condiciones de vida.

San Lorenzo no es de fácil acceso. Hay que seguir una accidentada ruta que sale desde el Alto San Antonio y se interna entre cerros en dirección al mar, distante unos 40 kilómetros. Es un paisaje sobrecogedor, con vestigios de campamentos salitreros a ambos lados de un camino salpicado de costras de caliche, que hacen tambalear vehículos y pasajeros.

Y por eso mismo, cuesta creer que en un lugar tan inhóspito, de tierra reseca y salobre, de cerros interminables, donde al decir de Francisco Pezoa,

“en donde el ave nunca gorjea,
en donde nunca la flor creció,
ni del arrollo que serpentea,
su cristalino bullir se oyó”

hombres y mujeres decidieran hace más de 100 años, construir su espacio en este mundo, sostenidos por una actividad laboral, dura, exigente y siempre mal remunerada, para ellos, los pampinos, para los más, porque para los menos, la extracción del salitre fue un negocio muy rentable que generó grandes fortunas, algunas en Chile y muchas otras lejos de nuestras fronteras, más allá del atlántico.

(Qué se le va a hacer, dirán doctores muy versados, la ciencia económica tiene sus leyes, y alterar sus frutos, para beneficio de todos, conduce al caos y a la desintegración social.  Vaya fragilidad de tal economía…)

Cuesta llegar a San Lorenzo. Y por eso su nombre no ha figurado en ningún programa conmemorativo “oficial”, ni menos en agendas de coordinadoras y referentes de diversa y transitoria composición y origen que han aflorado en el caluroso diciembre iquiqueño.

Y fue en San Lorenzo donde el 10 de diciembre de 1907 se inicia el movimiento huelguístico, como lo reconocen los versos de la conocida Cantata, que concluyó trágicamente en la escuela San María de Iquique. Lo mismo puede decirse del alto San Antonio, ex –pueblo salitrero, lugar donde los obreros se juntaron para caminar a Iquique el 14 de diciembre de ese fatídico año.

Se trata de dos lugares ligados directamente a los orígenes de la tragedia de la Santa María, y olvidados entremedio de los accesibles y cómodos escenarios iluminados de Iquique que, por estos días, se nutre de eventos conmemorativos de diverso nivel y calidad, y visitas oficiales de comitivas,  para soslayar lo que realmente ha faltado en este Centenario: una reflexión y debate a fondo con todos los actores sociales respecto de la situación laboral y social en Chile; qué hacemos, entre todos, para disminuir la brecha en la muy desigual distribución del ingreso, en un país que se ufana de solvencia económica y tratados de libre comercio con los poderosos de la tierra.

Hemos desandado el camino que hicieron los pampinos hace 100 años, y regresado por primera vez a San Lorenzo. Por un par de horas, con nuestra presencia entre las  ruinas de dicho campamento, hemos vuelto a recrear, en alguna mínima medida, la palpitante vida que allí existió: allí hubo penas y alegrías, hubo sentimientos de amor en todas sus expresiones, que florecieron entre cerros y calicheras, hubo ilusiones, impotencia y frustraciones, atenuada por la risa y la inocencia de los niños, que alimentó en sus padres la esperanza de una vida mejor para ellos. 
Desde San Lorenzo salió, hace 100 años, una caminata que se convirtió en una marcha de miles, llevando esperanzas y sueños que no dejaremos que mueran.

Por ello hemos regresado también, llevando en nuestros corazones, de una manera simbólica, los mismos anhelados y truncados deseos, de todos los que salieron un día de diciembre de 1907 desde San Lorenzo hacia Iquique, y allí se quedaron para siempre, con sus sueños y sus esperanzas, en la Escuela Santa María del “puerto grande”, lejos para siempre de los hijos y familias que dejaron en la pampa; se quedaron, lejos del caliche ingrato, que siguió insaciable, mucho después de 1907, reclamando más sudor y más sangre pampina.

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