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50 años de la Democracia Cristiana: desde la redención del proletariado a las sillas musicales

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La Democracia Cristiana cumple 50 años de vida. Si asimilamos los partidos políticos a los organismos biológicos, como lo hacía Oswald Spengler en su libro, La decadencia de occidente, donde cada civilización tenía distintos ciclos –primavera, verano, otoño e invierno- hoy, la Democracia Cristiana estaría viviendo el invierno de la vejez y decadencia. Desde otro punto de vista, José Ortega y Gasset sostenía la famosa teoría de las generaciones en la historia, es decir, que entre los 35 y 45 años una cohorte llegaba al cenit del poder – en este caso, la Democracia Cristiana comienza ya la senectud este  juego de fechas históricas se puede prolongar al infinito. Por ejemplo, Alejandro Magno murió joven, sin embargo, construyó un gran imperio. En la Edad Media, el promedio de vida no superaba los 40 años, por consiguiente, había que hacer toda la tarea vital a partir de la adolescencia.
Hay distintas formas de envejecer: se puede terminar triste, pobre y solo, como es el destino de muchos jubilados a quienes el Estado demuestra el abandono. La Democracia Cristiana tendrá una vejez apoyada con el calor del poder; los antiguos aristócratas empobrecidos y mediócratas provincianos hoy se han convertido en ex presidentes, ministros, sub secretarios, diputados, senadores, presidentes de empresas estatales y privadas y, los más desafortunados en jefes de organismos del Estado; ola mayoría de ellos goza de una portentosa incapacidad y mediocridad pero, eso sí, el hambre es más voraz que la de los lobos esteparios.

¿Qué resta del famoso “socialismo comunitario”, prometido por este Partido? ¿No es más fácil amoldarse al neoliberalismo que prometer que todo tiene que cambiar? ¿Qué queda de los slogans “juventud chilena, adelante!” o la “redención del proletariado”? ¿Qué decir ahora de “la patria joven cuando sus líderes, en su mayoría, asoman a la senectud? Considérese que la Democracia Cristiana no tuvo ningún líder “pingüino” y apenas unos votos en las universidades, pues ya pasó el tiempo en que dominaba en todas las Federaciones de estudiantes; ser joven y demócrata cristiano es hoy una contradicción biológica.

Claro que no siempre  fue así: desde fu fundación, la Democracia Cristiana tuvo bastante suerte por lo atractivo de su programa; en el proceso, fue ganando primero las municipales, después las parlamentarias y, finalmente, conquistó la presidencia de la república, con don Eduardo Frei Montalva; fue durante muchos decenios el primer partido político chileno. Recuerdo, como si fuera ayer, el momento de la fundación de la Democracia Cristiana, producto de una fusión entre ex ibañistas, conservadores socialcristianos y falangistas, estos últimos eran bastante renuentes, como puristas, a aliarse con ibañistas y conservadores, pues creían que esta cohabitación les iba a hacer perder la mística que, por lo demás, fue una profecía autocumplida.

Mi padre, Rafael Agustín Gumucio Vives, fue el último presidente de la Falange y el primero de la Democracia Cristiana. Como era un iconoclasta, quebró con el Partido que había fundado, persiguiendo la inalcanzable utopía de la alianza de los cristianos con los marxistas; por cierto, la política siempre ha sido mezquina y cruel, por consiguiente, su recuerdo será borrado en los miles de actos de celebración de este Aniversario.

En 1957, ya la “escoba” de Ibáñez no barría a los políticos y la esperanza se había trocado en inflación con su consecuente acarreo de mayor pobreza. Eduardo Frei había crecido en popularidad al ser propuesto por el general Carlos Ibáñez del Campo como una especie de primer ministro, que salvara el desastre de su gobierno, sin embargo, el partido Agrario-laborista y los nacionalistas fascistas, dirigidos por Rafael Tarud y Jorge Prat, intrigaron de tal manera que hicieron imposible este nombramiento.

En el año de fundación de la Democracia Cristiana se había llevado a cabo en Chile un congreso mundial de partidos de esa nominación, (recuerdo que vinieron ingleses, italianos y franceses, además del gobierno vasco en el exilio y de los latinoamericanos Cornejo Chávez, del Perú, Franco Montuoro, de Brasil y Rafael Caldera de Venezuela), el cual dio pábulo para la adopción del nombre y la adhesión a una Internacional. Si lo vemos con perspectiva actual, la mayoría de esos Partidos ha desaparecido, sólo quedando el alemán.

¿Cuáles son las constantes dentro de la historia de la Democracia Cristiana?

  • Las relaciones con la iglesia católica que aun cuando este conglomerado se declare no confesional y tenga en su seno a  algunos agnósticos, en general, por su cuerpo ideológico depende tanto de la iglesia, como del Estado, que serían como sus dos ubres.

En un primer momento, los demócrata cristianos fueron más avanzados que la iglesia católica, sólo algunos curas como el Padre Alberto Hurtado y Manuel Larraín los apoyaban; los obispos Augusto Salinas y el Cardenal Caro se dedicaban a condenarlos, como compañeros de ruta de los comunistas.

En una segunda etapa, la iglesia fue más audaz y progresista que la Democracia Cristiana, en la época del Concilio Vaticano II y Medellín y Puebla.

En la tercera etapa, el período de la dictadura de Augusto Pinochet, la mayoría de los demócrata cristianos fueron mucho más reaccionarios que  la casi totalidad de la jerarquía de la iglesia.

Actualmente, ambas instituciones parecen emparejarse: son reaccionarias en los llamados “temas valóricos” pero, a raíz del último conflicto en CODELCO, sobretodo la dogmática y patronal actuación de José Pablo Orellana, ahora la iglesia media en el conflicto, dando un paso adelante y criticando la insensibilidad social de los nuevos patrones demócrata cristianos.

  • Es imposible que en la Democracia Cristiana no existan fracciones
En el pasado, eran ideológicas, estratégicas y tácticas, hoy son sólo pataletas oportunistas. En el tiempo de la Falange el debate se centraba en el tema del camino propio o en las alianzas con los radicales. En el período de Frei era la disyuntiva entre la unidad popular o el camino propio, pues no se atrevían a plantear, claramente, la alianza con la derecha. En la actualidad, aunque los colorines quieran representar una crítica al modelo neoliberal, al partido transversal, a los tecnócratas de Expansiva y al propio Ejecutivo, esta aventura no tiene mayor trascendencia, pues los demócrata cristianos saben que en una alianza con la derecha no tiene nada que ganar y mucho que perder. Frente a esta situación, queda solamente vivir de los recuerdos, revisar los álbumes de fotografías de sus patriarcas y colocar a sus seguidores en los mejores cargos del Estado. Mientras el pituto dure no hay riesgo de una vejez a la intemperie
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