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La concertación esta dominada por inútiles tecnócratas neoliberales

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Chile, durante los gobiernos de la Concertación, ha duplicado los índices de crecimiento y los ingresos per capita y, de país deudor, ha pasado a prestamista; nuestros bonos están muy bien calificados por las agencias internacionales, además, tenemos un superávit fiscal y ahorro de millones de divisas; el precio del cobre ha aumentado de 80 centavos a más de 3 dólares, en menos de tres años; el mercado de capitales ha duplicado sus índices. Este el Chile del Bicentenario complaciente, sin embargo, toda esta riqueza no ha significado mejorías substanciales en la calidad de vida de los ciudadanos; crecimiento no significa, necesariamente, desarrollo, por el contrario, en la matriz neoliberal el capital tiende a concentrarse en las grandes empresas y bancos, en detrimento de las micro y pequeñas empresas y, sobretodo, en la calidad de vida de los ciudadanos. No existe ninguna correlación entre el capital y el trabajo y los riesgos de la inversión siempre terminan pagándolos los más pobres.

En la Concertación predomina un grupo de tecnócratas y burócratas neoliberales, cuyo norte central es el mercado. No podemos ignorar la existencia de políticas humanizadoras, focalizadas en la pobreza, pero es indudable que sus resultados son magros si lo comparamos con el crecimiento económico del país. El chorreo capitalista apenas logra rozar a sus víctimas. El partido transversal de los tecnócratas pretendió cambiar, radicalmente, el sistema de transporte de los santiaguinos: el famoso Transantiago- que nuestra Presidenta no quiere mencionarlo- se ha transformado en una catástrofe social, política y económica de proporciones.  duele y provoca indignación  la injusticia que padecen los ciudadanos de a pié, en su ya menguada calidad de vida. Ahora el gobierno debe ir en auxilio a bancos y a empresas privadas, responsables de la implementación del sistema de transportes, con la inyección de 290 millones de dólares, que sólo palearía el quiebre inminente de este sistema. Coincido con   Quienes   sostienen   que es necesario estatizar el transporte, como ha ocurrido en la mayoría de los países desarrollados; con paños de agua tibia y mejorales no tendremos nunca un transporte adecuado a una calidad de vida de los ciudadanos. Nuevamente, el partido transversal no se hace responsable de sus propias y geniales invenciones.

Respecto a la calidad de la educación, poco se ha hecho. Para nada han servido las diversas intervenciones del Ministerio de Educación, durante casi dos décadas: los SIMCE siguen demostrando una inmoral segregación respecto a la calidad de los aprendizajes entre escuelas ricas y pobres; si bien apoyamos el gasto de 700 millones de dólares en educación y consideramos positivos los proyectos presentados al Parlamento, por el Ejecutivo, estamos convencidos de que un Estado subsidiario no es capaz de enfrentar, con éxito, el desafío de la inequidad y mala calidad de nuestra educación. La municipalización ha fracasado rotundamente y, pensamos que sólo un Estado docente y descentralizado podrá garantizar el buen uso de los recursos estatales, destinados a la calidad de la educación; las medias tintas tecnocráticas, que con intervenciones limitadas quieren superar el resultado catastrófico de la enseñanza-aprendizaje, han dado muestras suficientes de ser incapaces para lograr los resultados deseados.

Llegaron  las lluvias y de nuevo  ganaran millones Enersis y Endesa se olvidara para otra crisis la diversificación de  nuestra matriz energética  no es posible aplazar más la exploración y explotación de energía renovable que, en Chile, existe en toda nuestra larga geografía: la eólica, en Aysén, la solar, en el norte, la geotérmica en toda nuestra cordillera y la que produce las olas y mareas, además de la biótica, por ejemplo de los residuos de la madera.

En el plano político, Chile sigue siendo gobernado bajo un sistema monárquico presidencialista, que anula las facultades del Congreso. No ha sido posible, por el veto de la derecha – y no pocas veces por falta de audacia de la Concertación- cambiar el sistema político monárquico presidencialista por uno semipresidencial; para qué hablar de la limitación de los mandatos de representación popular o la iniciativa ciudadana de las leyes, menos de los plebiscitos revocatorios, pues en 17 años seguimos sometidos a una Constitución autoritaria, recauchada por el presidente Lagos y sus ministros. Ni siquiera se ha   podido lograr el justo derecho a voto de los chilenos en el exterior, ni la inscripción automática y sufragio voluntario. Todos estos elementos redundan en una pésima calidad de la política.

En derechos humanos: el dictador muere en su cama, rodeado de los suyos y en la más completa impunidad; los familiares de los detenidos desaparecidos aún no logran saber el destino de sus deudos; no se ha derogado la inmoral ley de amnistía y, en las diversas comisiones creadas por los gobiernos de la Concertación, no siquiera se menciona a los victimarios; lo mínimo que podemos decir, con respecto a la política de derechos humanos, es que hemos sido tibios y complacientes y, no pocas veces, mezquinos.

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