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Del vuelo del cóndor a la doméstica gallina neoliberal

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El cóndor es ave inmensa que vuela blancas cumbres de la cordillera de Los Andes. La gallina es el más tonto de los animales domésticos: tiene un cerebro minúsculo y sólo es buena para hacer parte de una cazuela, (todo esto lo digo por mi fobia a las gallinas). No hubiera revivido estas zoologías sino fuera porque la Democracia Cristiana ha decidido llamar a un congreso doctrinario. Mi pregunta se centra en saber si puede un partido político, del siglo XX, tener alguna ideología, más allá de las apariencias. Pienso que el neoliberalismo es la única teología, utopía, religión, derecho y economía, que puede reinar en el capitalismo. Es similar al dios del dinero, que describía Marx en La cuestión judía, que, como Jehová, no puede compartir con otros dioses.

En efecto, el neoliberalismo sólo cree que es perfecto el mercado. Todo otro pensamiento se convierte en su enemigo, que hay que poner de rodillas. Así ocurre con Rousseau, con Keynes, con el humanismo liberal, el Estado protector, la socialdemocracia, el marxismo, el anarquismo, la doctrina social de la iglesia, el pensamiento de Maritain y de Manuel Mounier. Por consiguiente, en el Chile neoliberal, no hay ningún espacio para lo que podemos llamar doctrinas progresistas. En el capitalismo actual no hay amarillo: o eres rojo o eres pardo – como los fascistas- , un maniqueísmo perfecto.

Mi amigo Jorge Vergara, filósofo serio y riguroso, ha aportado mucho para el conocimiento de la utopía y pensamiento político de los clásicos del neoliberalismo, pero faltaría, como se lo he insinuado, aplicar las ideas de Misses y Hayek a la contingencia política actual, es decir, identificar las raíces filosóficas y políticas del modelo dictatorial concertacionista. Espero que Jorge algún día hará realidad tan anhelado sueño.

Pero volvamos a la Democracia Cristiana y a su aventurero congreso ideológico que, sospecho, no será más que una repartija de pegas, bajo el ícono de León XIII, Pío XI y Juan XXIII, una especie de rito orgiástico donde el vicio le rinde culto a la virtud. Si consideramos que la Democracia Cristiana durante la república chilena, (1938-1973), fue el partido más ideológico de todo el espectro político: heredó el profetismo y mesianismo de todos los partidos y organizaciones de inspiración cristiana; sus dirigentes se sentían cercanos a la venida de Jesús en gloria majestad.

Norbert Lechner, en su libro La democracia en Chile, basado en la tipología de Max Weber, compara los partidos del Frente Popular – a los cuales llama partidos de patronazgo – con la Falange, predecesora de la Democracia Cristiana, que él llama partido ideológico.

Los partidos de patronazgo se caracterizan por: a) el predominio de los intereses particulares y de grupo sobre el cambio social; b) el predominio de la organización partidaria frente a la realización de metas ideológicas; c) mayor interés en el cambio de personalidades que en el cambio de sistemas, (calza perfectamente con todos los partidos políticos chilenos en la actualidad).

El partido ideológico tiene su eje: a) en el predominio de la ideología sobre las soluciones pragmáticas , b) la búsqueda de un nuevo sistema de normas sociales. En pocas palabras, el autor define las características de los dos partidos de centro, que predominaron en la política chilena, de 1938 a 1970.

¿Qué utilidad puede tener un congreso doctrinario en la actualidad cuando la Democracia Cristiana es un partido más de patronazgo, salvo el rito de recordar a los viejos estandartes? Es cierto que hay algunos demócrata cristianos más decentes y solidarios que los socialistas y PPD, hoy convertidos en valet del sistema; por ejemplo, el caso del senador Mariano Ruiz-Esquide y de algunos miembros de la juventud, sin embargo, los actuales dirigentes no les llegan ni al codo a los fundadores en su mesianismo y espíritu de solidaridad – hoy es impensable el abajismo del “hermano Bernardo” – actualmente, el arribismo es el modo de pase en el partido.

Cuando era niño, no me podía explicar que mi padre viviera absorto en una cosa rara que se llamaba política; para la mentalidad concreta infantil, esta actividad era imposible de clasificar. Poco a poco me fui dando cuenta que hay dos actitudes centrales en la vida humana: vivir para sí mismo, acumular dinero y lamentarse y justificarse ante sus propios errores; esas actitudes son descritas, muy bien, por Moliere en El avaro, El enfermo imaginario, Tartufo, y Las preciosas ridículas. Otra forma de vivir consiste en hacerlo al servicio a los demás, en comprender y colaborar con el prójimo: esa es la actitud de servicio a los pobres y marginados de la sociedad. Al fin entendí que la política era eso. Con razón, Benito Baranda y el cura Berríos, invitados a la preparación del congreso ideológico, criticaron a los actuales demócrata cristianos, todos altos empleados públicos y gerentes de empresas privadas, por su despreocupación respecto a la vida diaria de los pobres.

Qué escándalo sería hoy día releer la encíclica Rerum Novarum, cuando habla de la apostasía de las masas, y para qué decir que todas las encíclicas sociales condenaron el liberalismo clásico;  leer a Mounier y los pequeños miedos de la burguesía, en el siglo XX, o buscar las relaciones con el marxismo, hoy parecerían obsoletas. Para qué hablar del profetismo de Charles Péguy cuando escribía que “la revolución será moral o no será nada”, o el desprecio del burgués que siempre anda en la cuerda floja, según Thomas Mann, por su miedo a caer en la proletarización.

Ya no hay poesía, ni sueños, ni vuelos del cóndor sobre el liberalismo y el colectivismo; hoy todo es prosaico y vulgar; lo único que importa es lograr el poder y conservarlo; ya no interesa el servicio a los demás, lo valioso es mantenerse entre la casta privilegiada, para lo cual, la Concertación lleva ya 17 años de poder, producto de la incapacidad total de la oposición. Los presidentes se hacen elegir por el pueblo, en base a promesas que, a los pocos días, terminan mientras exponen ante los empresarios en “las Casas de Piedras”.

Es cierto que la Democracia Cristiana no tiene, hoy por hoy, ninguna posibilidad de elegir presidente de la República pero, en compensación, puede pedir los ministerios y cargos más importantes; algo parecido a lo que hace la derecha con los gobiernos socialistas; la eminencia gris el padre José tenía tanto poder como el rey de Francia.

Me dirán que soy soñador y nostálgico, poco me importa; prefiero esta opción a convertirme en un eterno apitutado. Por favor, no realicen más inútiles congresos ideológicos.
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