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Salvador Allende, igual que el Mío Cid, cabalga después de muerto

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La decencia en política es un bien casi inexistente en el reinado del neoliberalismo. Para mí, esta cualidad murió junto con la República, en 1973: Salvador Allende, que nacionalizó el cobre chileno, es la expresión perfecta de este valor; es seguro que el viernes 6 de agosto, más de dos mil obreros de la minera más grande del mundo, La Escondida, decretarán la huelga legal, y se calcula que este conflicto costará más de 2.5 millones de dólares, además de subir el precio del metal a cerca de cuatro dólares la libra. Hoy, la BHP Billiton, de capitales ingleses y australianos, que apenas pagan un 3% de royalty al Estado, han ganado millonadas – desde un precio de 90 centavos la libra, en el año 2002, a 3.58, en el día de hoy-.

Los capitalistas australianos son tan codiciosos como, antiguamente, lo eran las casas Gibbs y Granja, o el famoso Thomas North, rey del salitre; posteriormente, la Anaconda, con el cobre. Al menos, los oligarcas antiguos cobraban un 40% por cada tonelada de salitre que salía de nuestros puertos y, actualmente, apenas cobramos un 3% y, muchas de las empresas, ni siquiera pagan impuestos a las utilidades.
Qué pequeños se ven los nacionalistas de la ex izquierda, Tarud y Hales, al lado de Salvador Allende y Radomiro Tomic, que dedicaron su vida a defender nuestra principal riqueza. Aun cuando no están ya entre nosotros, cabalgan como el Cid Campeador. Cómo se puede comparar la mezquindad en negar la cesión de una pequeña franja de territorio estéril a los hermanos bolivianos, con la aniquilación de nuestra riqueza, en manos de las transnacionales, ahora canadienses, australianas y británicas, principalmente.
Desde una perspectiva histórica, el movimiento sindical del salitre y, posteriormente, de la minería del cobre, utilizó la huelga como herramienta de lucha social. Según Crisóstomo Pizarro, en su libro La huelga obrera, un alto porcentaje de estos conflictos se generó por reivindicaciones económicas o de rechazo a formas explotadoras de vida.
El próximo 21 de diciembre de 2007 recordaremos el primer centenario de la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique; aún tengo en mi mente los famosos paros nacionales que tuvieron por las cuerdas a los gobiernos reaccionarios de Carlos Ibáñez del Campo y Jorge Alessandri Rodríguez.
La CUT, (Central única de Trabajadores), presidida por ese gran profeta que era don Clotario Blest, nada tiene que ver con la actual Organización, dirigida por Arturo Martínez: la derecha neoliberal y la Concertación sueñan con flexibilizar, al máximo, los contratos de trabajo y, ojalá, domesticar a los trabajadores, y creo que en gran parte lo han conseguido.
La chilenización del cobre fue un verdadero fiasco y, con razón, el embajador en ese entonces, Radomiro Tomic, denunció los acuerdos logrados por el representante del gobierno de Eduardo Frei Montalva, Javier Lagarrigue. La matanza de la minera El Salvador, de responsabilidad indudable de Juan de Dios Carmona –DC, luego acérrimo partidario de Pinochet – ha quedado claramente establecida. En 1973, de abril a junio, la derecha animó la huelga de los mineros del cobre de El Teniente, que fueron vergonzosamente acogidos en el gimnasio de la Universidad Católica de Santiago y en el Congreso Nacional. La derecha y la Democracia Cristiana agregaban, a su estrategia de movilización de masas, a un sector obrero dirigido por Medina que, posteriormente, fue dirigente sindical en la época de Augusto Picochet.
Para analizar en detalle las lecciones de esta huelga, me permito remitir al lector a la obra de Crisóstomo Pizarro y Sergio Bitar, La caída de Allende y la huelga de El Teniente.
Al menos, las últimas estadísticas laborales están demostrando un crecimiento de las huelgas legales que, a lo mejor, es un signo de un cierto despertar después de un largo letargo del movimiento sindical. Nada más justo que las reivindicaciones de los obreros del Sindicato No1, de La Escondida que capta muy bien el enriquecimiento de la empresa australiana BHP Billiton: pedir un 13%, más el 5% de asignación de zona, un bono de fin de conflicto de $2.300.000 y otros beneficios, como bonos de productividad, es un mínimo de justa compensación, sobre todo, si consideramos que el precio del cobre ha subido casi cuatro veces, desde el año 2002, hasta la fecha.

Según Cochilco, (Corporación chilena del cobre), la huelga costará 2.5 millones de dólares en pérdidas; como estas minas hoy son territorios privados – casi extra nacionales – muy poco puede hacer el gobierno para solucionar o mediar en el conflicto. Por lo demás, hasta ahora, la oferta de la empresa es francamente miserable: un 3% de reajuste –inferior a la inflación –  un seguro complementario de salud  y educación, de $200.000.000. ¡es el colmo de la frescura!

Desgraciadamente, en este reinado del “patrioterismo” desubicado, nada se puede hacer en defensa de nuestras riquezas básicas. Siempre la misma desidia, al igual que con el problema de nuestra matriz energética. Al menos, para los pocos que se preocupan de la defensa de nuestras riquezas, Salvador Allende y Radomiro Tomic cabalgan después de muertos, al igual que El Mío Cid.
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