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El CEP, el opio de la casta política

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Las encuestas del Centro de Estudios Públicos tienen el mismo efecto que el opio en los vanidosos hombres políticos. El aparecer en buenos lugares, en esta encuesta, equivale al resultado de un concurso de silicosas reinas de belleza o a un estúpido reality show; es que en Tontilandia todo se reduce a  competencia: quién tiene el auto más lujoso, quién le hace más mariconadas al compañero … Estamos en plena supervivencia darwiniana; el más sinvergüenza, el que sabe apropiarse de la caja chicha y dejar al prójimo sin café; el que acusa a sus pares ante los jefes; el que engaña con los “quesitos” y el que gana licitaciones públicas en base a cuñas, es el mejor de los tontilandeses. En este país sin alma, cruel y sin corazón, sólo interesan las cifras, los indicadores –cómo se pueda ganar con el Ipsa, el Bobespa o el Merval, con el oro, el euro, la libra o el nikei -. Las encuestas del CEP son algo parecido, que llenan el gusto de estos mercachifles fenicios de América del Sur.

Michelle Bachelet es un producto de las encuestas, por consiguiente, no puede criticarlas; claro que las CEP, en varias ocasiones la han puesto en mal pie: recordemos el sondaje a fin de la primera vuelta de las elecciones presidenciales que llevó a un serio viraje a la composición de su Comando, introduciendo a los políticos Bitar y Zaldívar. En julio del presente año, nuevamente Michelle aparece con un magro 46% de apoyo a su gobierno. Como la encuesta CEP es sólo para políticos y funcionarios apitutados – algo así como el diario La Segunda, que solamente entrevista a este tipo de personajes que se leen a sí mismos – no se ha podido sacar la conclusión que corresponde, es decir, que el 44% de los entrevistados “no están ni ahí” con la casta en el poder. Esta antipatía a los nuevos oligarcas no conducirá, como en 1920, al fin del parlamentarismo; la gente está aún muy dormida, salvo rebeliones valiosas como la de los “pingüinos”, pero un pájaro antártico no hace verano.
El CEP se solaza haciendo comparaciones entre el apoyo a los diferentes presidentes durante los primeros meses de gobierno: Aylwin obtiene un 73.6%, Frei un 50%, Lagos un 48.6% y Bachellet un 46%; cualquier comentarista de la Bolsa diría que cotizan a la baja, que predominan los números rojos sobre los verdes, sin embargo, Frei terminó con un 20% de apoyo y Lagos con un 80%; para seguir con el símil, si usted compara acciones emergentes el 10 de mayo y las vendiera el 15 de julio, seguramente hubiera perdido entre un 15 y un 20%, pero si las compró a principios de año, posiblemente estaría ganando. En esto de las cifras, la economía es igual a la política: quién puede asegurar que la empresa Michelle va para abajo; a lo mejor, si se deshace de algunos lastres políticos, que se creen magos imprescindibles, puede tirar para arriba y superar, de lejos, al prepotente profesor Lagos. A veces las mujeres dulces y calladitas son mucho más poderosas que los padres dominantes y gritones.
Detrás de tanta ciencia, mediciones, evaluaciones y cifras, me permito sospechar que hay algo de campaña de la derecha política, que siempre se ha dedicado a calificar a la presidenta como simpática, gordita, mal vestida, pero sobretodo, que “no da el ancho” y que le falta carácter – basta escuchar el programa Tolerancia Cero, que repite más o menos las líneas editoriales de su patrón Popeye Piñera – .
Hay preguntas del CEP que, simplemente, me hacen reír, como demandar si la dulce Michelle es fuerte o débil para responder a las presiones tanto nacionales, como internacionales. Si aplicáramos esta misma pregunta a Pinochet, los encuestados lo encontrarían fuertísimo, pues ante cualquier demanda responde con el asesinato, la tortura o la desaparición; el mismo profesor Lagos obtendría un alto número de respuestas afirmativas, pues golpeaba la mesa y se enojaba ante cualquier petición de un pobre ciudadano, lo que equivale a decir que el modelo que inspira a los encuestadores es el portaliano: “palo y bizcochuelo bien administrado”, ese el  arte de gobernar. Por lo demás, Michelle Bachelet, que a veces la embarra con sus vacilaciones, en el fondo es bastante fuerte y las pocas veces que ha sacado la furia, más vale no estar cerca de ella, si no, pregúntenle a Kirchner o a Zaldívar.
Cada encuesta CEP es una feria de vanidades: a los pavos reales políticos les encanta aparecer en una lista, arbitrariamente preestablecida: el profesor Lagos logra el primer lugar, con 75%; la Chol Alvear desplaza a Michelle, ocupando el segundo y tercer lugar, respectivamente y, como siempre, el premio limón del pesado se lo lleva Pablo Longueira con un 45% de antipatía, seguido muy de cerca por Jovino Novoa; los críticos Iván de la Maza y Joaquín Lavín fueron castigados enviándolos al medio de la tabla, por rebelarse contra los modos conventuales de la derecha; en este país nadie puede ser heterodoxo. Tobi Insulza, que se cree la muerte, está indignado por no aparecer en la nómina de los elegidos para el sondeo, cuando lleva un año perdiendo el tiempo en la Secretaría General de la OEA. Es obvio que no iban a incluir en la planta al pelucón Alejandro Navarro, ni a los diputados rebeldes. Este ranking no tiene nada de científico y es más divertido que los “récord guines”.
La derecha obtuvo apenas un 20% de apoyo popular, casi igual que la votación del Partido Nacional en las últimas elecciones parlamentarias del gobierno Frei Montalva, es decir, la nada misma; Larraín & Larraín han impuesto una estrategia dura y confrontacional, sin ninguna propuesta, cuyos frutos están recogiendo.
Los políticos son como los peces de colores: se dan vuelta en un acuario luciendo sus vistosas escamas que, el público cada más escéptico, ni siquiera las mira; algún día, no sé cuándo, la muerta sociedad civil se levantará y les pedirá cuenta de sus actos, aunque lo más posible es que sea el “día de san blando”.
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