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Palestina: una guerra contra los niños

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La verdad enunciada por Miller devino realidad en la televisión el 9 de junio cuando naves de guerra israelitas dispararon sobre familias que hacían picknicks en una playa de Gaza, matando a siete personas, tres de ellas niños.

Arthur Miller escribió: «Pocos de entre nosotros tienen la facultad de aprehender esta idea que una sociedad pueda devenir insensata. La idea que pueda perder la cabeza y castigar a tantos inocentes es intolerable. Entonces todas las pruebas deben ser ocultadas».

La verdad enunciada por Miller devino realidad en la televisión el 9 de junio cuando naves de guerra israelitas dispararon sobre familias que hacían picknicks en una playa de Gaza, matando a siete personas, tres de ellas niños, y tres generaciones. Una acción tal apoyada por los EEUU e Israel, revela la solución final aplicada a los problemas palestinos. Mientras que los israelitas disparan misiles sobre picknickeantes palestinos y casas en Gaza y en Cisjordania, los dos gobiernos los matan. Las victimas son mayoritariamente niños.

Esta política fue aprobada el 23 de mayo por la Cámara de los Representantes US, que votó 361 voces contra 37 la suspensión de las ayudas a las ONG que entregan los medios de sobrevivencia en los territorios ocupados. Israel retiene el dinero de los impuestos Palestinos que se elevan a 60 millones de dólares por mes. Un tal castigo colectivo, calificado por la Convención de Ginebra de crimen contra la humanidad, evoca el ahorcamiento de los Nazis del ghetto de Varsovia y el bloqueo económico instaurado por los EEUU contra Irak en los años 90.

Si los autores de estos actos han perdido el espíritu, como lo sugiere Miller, parecen concientes de sus barbaries y muestran su cinismo. «La idea es la de poner a los palestinos a régimen» se burló Dov Weisglass, consejero del Primer Ministro israelita, Ehud Olmert.

He aquí el precio que los palestinos deben pagar por sus elecciones democráticas, en enero. La mayoría votó por el partido «malo», Hamas, que los EEUU e Israel, con su inimitable dedicación a la ironía, califican de terrorista. Dicho esto, el terrorismo no es una excusa para hacer morir de hambre a los palestinos, cuyo primer ministro, Ismael Haniyeh, ha reiterado el compromiso del Hamas de reconocer el estado judío, a cambio de únicamente de que Israel respete el derecho internacional y de las fronteras de 1967.

Israel ha rechazado porque, con su muro de apartheid en curso de construcción, sus intenciones están claras: tomar el control de más y más territorio palestino, cercando pueblos enteros y eventualmente la ciudad de Jerusalem.

Israel teme a Hamas por que es improbable que Hamas pueda convertirse en un instrumento para subyugar su propio pueblo a Israel. De hecho, el voto por el Hamas fue un voto por la Paz. Los Palestinos ya tenían suficiente de los fracasos y de la corrupción de la época de Arafat. Según el anterior presidente de los EEUU, Jimmy Carter, cuyo Centro Carter supervisó la victoria electoral del Hamas, los sondajes de opinión muestran que el 80% de los palestinos quieren la paz con Israel.

Que ironía, si consideramos que la subida del Hamas es debida en buena parte al apoyo secreto de Israel quien, con los EEUU e Inglaterra, querían que los islamitas zapen la influencia los árabes laicos y sus sueños «moderados» de paz.

Hamas rechazó jugar este juego maquiavélico y, a pesar de los asaltos de Israel, respetó el cese-al-fuego por 18 meses. El ataque israelita contra la playa de Gaza era claramente un intento de sabotear el cese-al-fuego. Una táctica calculada al minuto.

A partir de entonces, un terror de estado bajo la forma de un sitio medieval comenzó a ser aplicado contra los débiles. Para los palestinos, una guerra contra sus niños no tiene nada nuevo. En 2004 un estudio sobre el terreno publicado por la British Medical Journal indicaba que, en el curso de cuatro años precedentes «dos tercios de los 621 niños…asesinados ( por los israelitas) en los puntos de control…en los caminos a la escuela, en su terreno, fueron muertos por disparos de arma ligera, dirigidos en más de la mitad de los casos a la cabeza, al cuello, o al pecho – marca de un tirador de élite».
Un cuarto de niños palestinos de menos de cinco años están gravemente o crónicamente subalimentados.

El muro israelita «apartará 97 clínicas y 11 hospitales de la población».

El estudio describió «un hombre viviendo en un pueblo cercado cerca de Qalqilya que se acercó de un portal trayendo en sus brazos a su hija enferma de gravedad y que suplicó a los soldados dejarlo pasar para llevarla al hospital. Los soldados se negaron».

En Gaza, desde entonces constituida en prisión al aire libre y aterrorizada por los vuelos de los aviones de combate israelitas, cerca de la mitad de la población tiene menos de 15 años. El doctor Khalid Dahlan, un psiquiatra que dirige un proyecto comunitario de cuidados para niños, me ha dicho, «el número estadístico que yo encuentro insostenible es el de los 99,4 % de los niños que hemos examinado que sufren de traumatismos …99,2% han visto sus casas bombardeadas: 97,5% fueron expuestos a gases lacrimógenos; 96,6 % fueron testigos de disparos; un tercio vieron a miembros de sus familias o a vecinos heridos o asesinados».

Estos niños sufren pesadillas incesantes y «terrores nocturnos» y sufren de dicotomía para gerenciar su propia situación. Por un lado sueñan ser médicos o enfermeros «para poder ayudar a los otros»; por otro lado, son invadidos por visiones apocalípticas de ellos mismos y se ven como la próxima generación de kamikazes. Es lo que sienten en cada ataque israelita. Para algunos varones, sus héroes no son jugadores de fútbol, sino una mezcla de «mártires» palestinos y de hasta enemigos «porque los soldados israelitas son los mas fuertes y tienen helicópteros apaches».

Castigar aun más a estos niños sobrepasa quizás el entendimiento, pero no carece de una cierta lógica. Desde hace años, los palestinos lograron evitar la trampa de una guerra civil abierta, saben que eso es lo que Israel busca. La destrucción de su Gobierno elegido acompañado de una tentativa de crear una administración paralela alrededor del presidente Mahmoud Abbas, pudiera bien conducir, tal como lo formuló la universitaria de Oxford Karma Nabulsi, «una visión Hobessienne de una sociedad anárquica… dirigida por milicias desesperadas, pandillas, ideólogos religiosos y que hubiera caído en un tribalismo étnico y religioso, con colaboradores co-optados. Miren a Irak hoy: es eso lo que Ariel Sharon ha previsto para nosotros».

El combate que tiene lugar en Palestina es una guerra norteamericana, conducida a partir de la más poderosa base militar norteamericana en el extranjero, a saber Israel.

En occidente estamos acondicionados para no pensar «en el conflicto» israel-palestino en esos términos, así como estamos acondicionados a ver a los israelitas como victimas, y no como invasores ilegales y brutales. Esto no quiere decir que haya que subestimar la brutalidad de las acciones del estado de Israel, pero sin los F-16, y los Apaches y los miles de millones
de dólares de los contribuyentes norteamericanos, haría ya bastante tiempo que Israel hubiera firmado la paz con los palestinos.

Desde la segunda guerra mundial, los EE.UU. han dado a Israel 140 mil millones de dólares, una gran parte en armas. Según el Servicio de Investigaciones del Congreso, el mismo presupuesto «de ayuda» debía incluir 28 millones de dólares para «ayudar a los niños palestinos a sobrellevar el conflicto en curso» y suministrar «una ayuda de urgencia».

Esta ayuda fue objeto de veto.

Comparar Irak con Palestina, como hace Karma, es lógica, ya que es la misma «politica» que se lleva a cabo allá. La captura de Abu Musaib al Zarqawi fue un maravilloso evento mediático: es lo que el filosofo Hannah Arendt llamaba «la propaganda bajo forma de acción» con un poco de efectos sobre la realidad.

Los norteamericanos y sus aliados tienen su demonio y hasta un juego video para hacer explotar su casa. La verdad es que Zarqawi es en gran parte una creación de ellos. Su muerte aparente juega un rol importante en la propaganda, para desviar la atención del mundo occidental del objetivo de los norteamericanos de transformar a Irak, como a Palestina, en una sociedad impotente, basada en un tribalismo étnico y religioso.

Los escuadrones de la muerte, formados y entrenados por los veteranos de las guerras «anti-insurreccionales» en América Central, juegan un rol esencial. Los comandos especiales de la policía, una creación de la CIA dirigidos por antiguos altos dirigentes de los servicios de inteligencia del Partido Baas de Saddam Hussein, son quizás los más brutales.

La muerte de Zarqawi y los mitos sobre su verdadera importancia desvían también la atención de las masacres regularmente llevadas a cabo por la armada US., como la de Haditha. Hasta el primer ministro fantoche Nouri al-Maliki se quejó que el comportamiento asesino de los soldados US «son cotidianos». Como aprendí en Vietnam, los norteamericanos llevan sus guerras coloniales bajo la forma de asesinatos en serie, oficialmente calificadas de «victimas».

Es lo que llamamos «pacificación». El paralelo entre un Irak pacificado y una Palestina pacificada es evidente. Como en Palestina, la guerra en Irak es una guerra contra los civiles, niños en su mayoría. Según la UNICEF, Irak tenía entre los mejores indicadores de salud en lo que concierne a los niños. En el presente, un cuarto de los niños de edad comprendida entre seis meses y cinco años sufren de subalimentación aguda o crónica, mucho mas que cuando la época de las sanciones. Bajo la ocupación, la miseria y la enfermedad aumentan todos los días.

En el mes de abril, en Bassorah, ocupada por la armada británica, la ONG europea Saving Children from War reveló: «La tasa de mortalidad ha aumentado 30 veces con respecto a la época de Saddam Hussein». Mueren porque los hospitales no tienen ventiladores y la red de agua potable, que los británicos están cansados de reparar, está mas polucionada que nunca.

Los niños son victimas de las bombas de fragmentación lanzadas por los norteamericanos y por los británicos. Juegan en sitios polucionados por el uranio empobrecido. A modo de comparación, debemos saber que los soldados británicos no se aventuran a salir a esas zonas sino es recubiertos con combinaciones anti-radiactivas, la cara cubierta, y con guantes. Contrariamente a los niños que ellos vinieron «a liberar», los soldados británicos están sometidos a lo que el Ministerio de la Defensa llama «un test biológico completo».

¿Tenía razón Miller? Será que nosotros nos «ocultamos» todo eso, ¿u oímos voces lejanas?

Durante mi ultimo viaje a Palestina, yo vi, saliendo de Gaza, el espectáculo de las banderas palestinas flotando al viento en el lado interior del muro. Son los niños. Nadie les dice que lo hagan. Fabrican mástiles con bastones que amarran juntos, y luego dos de ellos su encaraman sobre el muro y sostienen una bandera. Lo hacen porque creen que de este modo el mundo sabrá de su existencia.

John Pilger
Figura de la izquierda británica, John Pilger es periodista y documentalista

Traducción del inglés por Cuba Solidarity Projet.
Traducido del francés para todos Uds. por Monica Chalbaud. 19.07.06
Este artículo apareció originalmente el sito internet de
Michel Collon
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