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¿Qué ir haciendo?

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En medio de una noche de esas que terminan feas, y con un “adiós… totales”, me preguntan y me preguntan –como si yo tuviera alguna varita mágica o un plan de desarrollo de una vía-, ¿cómo hacer los cambios si no es por la vía tradicional? Es que me insisten e insisten que el camino reformista es un avance y que la democracia es necesariamente un voto cada cuatro, cinco, seis o uno de esos años (¿en cuánto fijaron ahora el tema para La Gordi?).

Supongo es tema común y les sucede a quienes se van ahogando con sus días a días, sus trabajos, sus casas, sus parejas, y todo les sabe a conformismo, a plan mediado. Y entonces debo insistir en que no hay recetas, no traigo en ningún bolsillo alguna verdad (con qué ropa, además). Es que el tema es de muchos –los interesados en transformar el mundo-, para comenzar a dialogar una plataforma de construcción de nuevas vías de democracia efectiva, real… de esas hasta los huesos.

La contra pregunta que lanzan es: ¿habrá que esperar 50 años y trabajar hasta la muerte para que otros lo vean? No sé. Ni idea. Pero me pregunto: ¿si llevamos centurias bajo este formato, por qué no intentar que las generaciones futuras no lo vivan más? ¿O el ideal socialista es para hoy día mismo y para alguien en específico?

Años atrás, en medio de una organización política, planteo la necesidad de hablar con la gente y apostar por una revolución educativa. Y uno de los que sabe, me mira con cara de espanto y gestos de comprensión ante la idea adolescente: “nos somos evangelizadores, somos revolucionarios, y la política se hace ahora”. Cuánta razón.

Aquí el punto es entender que el hacer política ya, y bien, no es el esfuerzo centrado en la lucha electoral, ni la apuesta inmediata por la consecución del poder, si no el trabajo inmediato por aunar esfuerzos, la construcción de múltiples esfuerzos -hormigas y elefantes-, la horizontalización de ideas eje y el aprovechamiento de todo rincón donde se pueda actuar con el propósito de participar en la formación de un mundo mejor.

El huracán electoralista
Exprimiendo por 3ª semana consecutiva el seminario “El socialismo del Siglo XXI”, convocado por Punto Final, tal vez logre ejemplificar cierta preocupación.
Plinio de Arruda, brasilero, dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) y asesor económico del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST), explicaba el proceso de descomposición que trae complicado al gobierno de Lula. “El problema, la tragedia y el drama del PT, no fue su acción electoral, si no su acción electoralista en un medio y un aparato de competencia burgués. Porque se requirió construir una masa y una máquina electoralista (…) Del 80’ al 90’, hay un PT. Del 90’ al 2000, un segundo PT: un partido repleto de marketing”.
Denota la explicación, entonces, la base equívoca y desconstructora en que caen los partidos o alianzas, cuando su eje único es la obtención del poder. Porque acá la historia debiera ser llegar al poder, sostener el poder, asumir el poder. Algo distinto, verdad.
Igual, el ejemplo es lejano traspasándolo al juego chileno, si es que alguien quisiera refrendar la tendencia de la Concertación. Porque ahí el problema no es su afán electoralista, si no su ideología de mundo y su afán en las políticas neoliberales.
Eso sí, lo bueno sería que las alternativas que surjan, evitaran -aprendiendo de la historia- el caer en el jueguito encandilador de la meta sin pensar en el camino.

De insectos y mastodontes
El ejercicio de comenzar a creer, aportar y participar de la transformación de cada mundo, creo, no debiera ser necesariamente un ejercicio partidista, ni esencialmente de pugnas políticas, menos de sólo iniciar tareas grandilocuentes.
Es que el ser parte de un proceso de construcción, que a este tiempo pareciera iniciarse desde cero, es importante porque deberá ser la confluencia de esfuerzos pequeños y grandes, nuevos e imaginativos, de caracteres insospechados.
Será igual de válido dar luchas en centros de alumnos o agrupaciones de trabajadores, como en la simple formación de un club deportivo donde el discurso sea el trabajo en equipo, la solidaridad, el espíritu de superación colectivo, las ansias de triunfo con buenas armas.
O podrá ser el apostar por gobiernos locales en alcaldías o concejalías, sin descartar opciones de Congreso. Pero igual de valioso es el emprender trabajos de formación de medios de comunicación alternativos que logren irrumpir inteligentemente en la vorágine unívoca del discurso de los Macros, tanto como formar centros de estudios en juntas de vecinos que permitan entregar formación a quienes han visto atrasado su desarrollo por la injusticia del modelo educativo.
Es decir, todo lo que suponga aportar al desarrollo de la gente, a su formación, a su comprensión de la realidad, y así dar rienda suelta a todas las capacidades de ser las mejores personas posibles.
Cada esfuerzo en que se confronte la salida individualista o la opción facilista, por una búsqueda colectiva y una mirada comunitaria en aras de mejores condiciones para todos, será aporte. Pero sin olvidar que incluso ese trabajo de hormiga es parte de un esfuerzo elefante que pretende dar vuelta la capacidad de dominio de quienes sólo buscan tener más a costa de la explotación del resto. Ideología y política pura.
Son tiempos de tomar algo de sol y en medio de la fotosíntesis agrupar energía para darnos cuenta de que transformar el orden de las cosas es tema de todos, y desde todas las esquinas posibles.

Nos dicen los venezolanos en medio de las dimensiones de su bolivarianismo: “es una revolución en el orden de la política. En la construcción de un nuevo poder. Uno social, uno popular, sustitutivo del poder oligárquico. En definitiva, la democracia verdadera (…) Es una revolución paradigmática, porque se debe construir la nueva historia a partir de la valoración y apropiación del pasado. Se deben encontrar nuevas creaciones, que incluso sean ruptura de los dogmas y errores pasados. Debe ser una revolución de la creación, la imaginación y el espíritu de los pueblos”.

Es tema para las personas…y su decisión para actuar.

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