Desde el exilio: Carta a mi sobrino Camilo
por Alfredo Nesbet (Canadá)
20 años atrás 6 min lectura
Querido Camilo:
Me alegro que me hayas mandado tu primer emilio.
Por supuesto que tú no te acuerdas de quién ni cómo era yo. Nos robaron la oportunidad de conocernos. Me robaron tu nacimiento; tus cumpleaños; tu crecimiento; tus correrías de muchacho pequeño y borracho de vida e inocencias. Yo no estuve allí viéndote crecer. No supe si te cagabas escondido en algún rincón de tu casa. No supe si te orinabas en la cama de colchón de lana ovejera; no supe si en algún cumpleaños tuyo escupiste, soplaste o te ayudaron a apagar una vela. Me robaron tus primaveras, tus inviernos lluviosos de nuestro sur maltratado por el lodo que acompañó tus sueños de agua y piojos cayendo en las veredas y casas de todas las esquinas y cuadras de nuestro pueblo. Yo no estuve allí: te robaron mis ojos; mi letanía de gitanos de verano; mi violín de otoño sonando en las hojas como saludando y abrazando nuestra tierra húmeda, fraterna a las caricias de sus frutos amados. ¿Dónde estaba el Violinista en el Tejado? No estaba en ninguna parte. Ni siquiera estaba "oculto" en los manzanos donde el ojo precursor todavía no llegaba. Yo no estuve en tu mirada de volcán ni en tus sueños ocultos. Me robaron. Te robaron. Nos robaron.
Tampoco estuve cerca del dolor de tu padre y tus abuelos cuando las empanadas se agriaron. Tú todavía no llegabas. Naciste después. Tampoco fuiste el primero ni el último. Fueron muchos quienes perdieron la natural oportunidad de que yo estuviera por lo menos cerca de ellos(as). ¿Cuántos(as) fueron quienes oyeron hablar de mi como si fuera un fantasma de algún lugar distante y tal vez extraño? ¿Qué supieron? ¿Qué escucharon? ¿Qué pensaron? Yo lo se y lo entiendo: vuestras casas estaban oscuras de silencio y temor por vuestras propias bocas inocentes. ¿Te contó, acaso, tu propio padre, que un día (cerca del comienzo de una primavera que no llegó) corrió casi como un loco para tratar de impedir mi posible muerte? Mi padre (tu abuelo) se jugaba la vida porque lo obligaron a firmar su propia sentencia… y mi destino. (¿Te imaginas la escena?: un padre llevando a su propio hijo al matadero y, el hermano más cercano que tuve, ¿tratando de eludir los cuchillos?)
A pesar del tiempo, y que tú naciste cuando supuestamente la alegría había llegado, el miedo todavía estaba instalado en las sombras del subconsciente colectivo. Creo estar seguro, entonces, que tu padre seguramente no te contó lo sucedido: tu abuelo tenía que irme a entregar al cuartel policial. Mis hermanos y hermanas no tenían que enterarse del hecho. El compromiso entre mi padre (tu abuelo) y yo, fue que sólo tu abuelita supiera de la obligación que tenía mi papá de irme a entregar. Yo sabía lo que podía venir. Todos lo sabían. La despedida -tal vez el último adiós-, alertó a tu padre. Y aquí es, que cuando salimos de nuestro hogar, tu viejo quiere impedir mi entrega obligada. Salió detrás nuestro implorando que no cumpliéramos las órdenes. "¡¡Te van a matar!!, ¡¡te van a matar!!" -lo recuerdo perfectamente-, fueron sus últimas palabras. Mi padre ya venía llorando. Entonces me acerqué a mi hermano y, violentamente tuve que apartarme de él diciéndole "¡¡esto es el fascismo!! ¿Qué mierda quieres que haga yo? ¿Que maten a nuestro padre y que yo tenga que suicidarme por ser yo el "responsable" de su muerte? Vuélvete a casa, si muero, ¡¡muero!!. Que me maten los criminales; yo no he cometido ningún delito, ¡¡pero no quiero más muertos!! ¿!!Lo entiendes!!?" De aquí, el camino al cuartel fue eterno. Era medio día, pero el silencio nos transportó a la oscuridad de la noche para hacernos creer y soñar que caminábamos como sonámbulos hacia la nada…
¿Qué podíamos decirnos en tres cuadras?, (las que ni siquiera podíamos ver.) ¿Qué piedras? ¿Que tierra? ¿Qué veredas? Tu abuelo quiso hablar, pero ¿¡¡qué podía decirme!!? él sabía perfectamente que yo no podía traicionarlo. Yo también sabía que él quiso que yo lo traicionara. La suerte ya estaba echada: el compromiso y el pacto asumido ¡¡ninguno de los dos lo rompería, pasara lo que pasara!! ¿Qué detuvo a tu abuelo Enrique de no hacerle caso a tu viejo? Es difícil darte una respuesta sin explicarte y describirte nuestro propio pasado, cómo era yo etc., y los acontecimientos de la época. En todo caso, parte de la explicación está dada en lo que le dije a tu papá. Y, lo triste del momento, era que ya teníamos un hermano secuestrado (tu tío Gabriel), sin saber dónde estaba y, que yo le inventé un cuento a mi padre diciéndole que por mi intermedio se sabría de su paradero: la orden de matarme (que efectivamente existió), no fue cumplida y yo llegué al lugar de tortura donde estaba tu otro tío.
Nos salvamos (al final) de la "guerra" a la cual fuimos conducidos amordazados y atados de pies y manos: ¿qué hijo de puta dijo que nosotros fuimos a una guerra? ¿Qué hijo de puta dijo que ganó una guerra? Yo no fui a ninguna guerra. Nunca estuve en ninguna guerra, por lo tanto, tampoco jamás he perdido ninguna guerra. O, ¿será que estuve pero no me acuerdo y si me acuerdo no estuve? (Que estuvo fornicando Banco arriba Banco abajo, violando y robando, total ¿qué? Un día lo dijo: "yo, como soldado, he vivido con restricciones, pero en forma muy ordenada. Me he formado así; si es necesario que viva en una pieza, puedo hacerlo sin amargura. Así me eduqué como soldado. Por eso no me interesan ni la riqueza, ni las mansiones, como dicen algunos que me calumnian.")
¿Habrá justicia o se hará justicia él mismo por error de su olvido? ¿Quién sabe? El asesino -te lo digo derechamente- fue siempre un aprendiz de payaso. (Pensar que la candidata de la Concentraición (en vez de quedarse callada) le dijo a la BBC que si el señor John Long llegara a morir durante su mandato, como lo ordena el protocolo; ella decretaría Duelo de Estado.) ¿Qué te parece sobrino, esto último? Te lo digo a propósito de las elecciones, sobre las cuales tú me dices que no estás ni ahí. Es cosa tuya, pero en el próximo emilio que te mande, te explicaré que es a ti al que te tienen ni ahí.
Yo estoy aquí, en Saskatoon, con los techos y las calles ya cubiertos de nieve. Mucho frío en todo caso, no ha hecho.
Después te seguiré contando más cosas, especialmente lo que me dices que te interesa y que es conocerme más a mi.
Te abraza con mucho cariño, tu tío
Alfredo
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