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Otro dictadorcito casi a juicio y luego ¿qué?

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Un triunfo sin precedentes acaba de obtener el mundo de los DDHH, y en especial el Colectivo de Los 119, cuando por diez votos contra seis, la Corte Suprema confirmó el desafuero de Pinochet, dictador pretérito que asoló Chile durante 17 años.

Y es importante porque vincula al gobernante de facto con la DINA, más allá de que sea la tercera vez que pierde su “calidad” jurídica de “ex presidente” (antes por casos Caravana de la Muerte y Operación Cóndor). Pero también porque en julio se cumplieron 30 años de una de las campañas más siniestras de los golpistas. Ojala, como casi siempre, esto no sólo quede en celebraciones por un gesto.

El tema ahora es el mismo que para las ocasiones anteriores: los informes de peritos siquiátricos, que determinarán si está o no capacitado para enfrentar un juicio. Y aquí surge la primera piedra, el juez encargado de dictaminarlo es Víctor Montiglio, un ex profesor adjunto de la Escuela Militar y confeso partidario de aplicar la Ley de Amnistía. Lo que no tiene particular peso legal, pero que si lo posee en términos de doctrina de interpretación.

La segunda piedra será lo llamado “lo antes juzgado”, o jurisprudencia, al haberse dictaminado en dos ocasiones previas que Pinochet no está en condiciones de ser juzgado. Así son las cosas.

¿Soñemos?
Aún así, uno debiera preguntarse, qué pasaría si esta vez fuera enfrentado a un proceso. Porque hay dos opciones: es considerado inocente o culpable. Para la segunda, obviamente su edad y sus rangos le impedirían cumplir condena de prisión. Más allá de la satisfacción que para las organizaciones de DDHH, y buena parte de los chilenos, supondría saber que se le considerara responsable.

Pero reafirmemos el ejercicio de la imaginación (1º es juzgado, 2º es culpable), y así el tema es qué viene luego. Una pregunta que repito y hago cada vez que en una mesa se habla de las violaciones a los derechos humanos. Porque cuando el eje de un movimiento, o el centro del trabajo de una organización, se cumple, pues más allá de la satisfacción de llegar a la meta, uno debiera tener visto qué sucederá al día siguiente.

Lamentablemente el tema ahí es político, en términos de acción, pero esencialmente ideológico, en cuestiones de mirada de mundo y futuro.

Porque esto se trata de construir algo, de transformar el mundo, más allá de que si alguien pasa tiempo en cárcel o no. Ojala lo pase, pero no puede ser el centro de quienes queremos ver un planeta mejor. Porque las luchas por los derechos humanos implican mil cosas además de que un dictador bananero, ladrón y con demencia cortical sea juzgado.

Importa la educación pública y el derecho de todos a tenerla, de una vejez digna, de jubilaciones decentes, de políticas económicas pensando en la gente y no en los empresarios, de que cada uno pueda obtener la vivienda que requiere, que se respete la salud pública, que se acaben las decisiones desde lo monetario, que los espacios públicos sean de la gente, que las personas decidan sobre lo que se hará y no sus representantes victoriosos por marketing, etc.

¿A renovar la esperanza?
Por todo lo anterior, cuando las personalidades vinculadas al mundillo de los DDHH, que tienen tribuna más allá de si son o no representativos, se escandalizan por los actos de Lagos porque creían era bueno (aunque ahora da pasos atrás y habla de que “no es el momento” de puntos finales, tras oír los dichos de La Gordi en Argentina. Pese a que ambos siguen creyendo necesario un acuerdo político para finalizar una transición que les sirva), o escriben cartas de “ganamos” al enterarse de decisiones jurídicas como las de hoy, uno debe saber que ellas pertenecen a la vereda que ama los gestos, agradece las cositas y aplaude los discursos, más allá del día siguiente.

Son esos personajes timoratos, de verdades a medias, de avances en lo posible. Una visión de mundo que ojala desapareciera, y que tiene mucho que ver con un tremendo grupo de derrotados que dejó el golpe militar de 1973. Sí, de derrotados, que han modificados sus creencias por la conveniencia circunstancial, que han arriado banderas porque es más sencillo, que caminan bien de pie pero que antes los poderosos agachan la cabeza.

Cuánto bien nos harían que se quedaran en sus casas, para que surgiera una izquierda con reales pretensiones de liderar los cambios en el mediando plazo. Y digo izquierda* para hablar de una intención progresista que debiera aunar esfuerzos de diferentes sectores para construir un camino común y un proyecto de mundo mejor.

Y aunque los dueños de este sitio me piden nombre a quiénes me refiero como timoratos o derrotados, me parece innecesario porque creo gastaría unas diez hojas en lograr ser justo con todos esos personajes y anotarles. Además, no creo conocerles a todos.

Pero más allá de eso: ojo. Que también se trata de quienes si son representantes legítimos, pero cuyas aspiraciones son los juicios por DDHH… y nada más. Entonces eso sí que es relevante. Porque quienes trabajan en agrupaciones, organizaciones, colectivos, corporaciones, no tienen iguales proyectos. Incluso al interior de cada uno de ellos. Y asociar la defensa de las violaciones a los derechos humanos en dictadura, con ideas progresistas o de izquierda -más allá de discutir qué significan, pero necesarias para dar una referencia-, no es realista.

Alfredo Jocelyn-Holt, a modo de ejemplo, un historiador y académico cercano a la DC, es evidentemente antipinochetista y pro juicio en materias de DDHH, pero se autodefine como un liberal de derecha.

Hay madres de desaparecidos, otros ejemplos, que tras la pérdida de hijos o hijas se sumaron al trabajo de la Vicaría, pero antes no hicieron nada porque eran contrarias a las ideas de sus vástagos. E incluso no les ayudaron en tiempos de persecuciones. Hay familiares que incluso son pinochetistas.

Eso no está mal, las opciones personales son respetables, pero plantean con más fuerza una cosa específica: de acuerdo, castigo al dictador, ¿y después qué?

¿Caminamos?
Quienes hemos invertido gran parte de la vida en resguardar ideas en la defensa de los valores de los DDHH, pero también en un proyecto de un mundo justo y mejor para todos, pues debemos estar alertas. Porque entre tantos cantos de sirenas y sirenos, uno debe mantener el cuerpo despierto para saber a qué atenerse y ver a quién creerle.

Dude, desconfíe, no le prenda velas a nadie y menos porque le dicen que sí. Que acá no hay intocables.

Y el tema entonces es cómo reafirmamos una idea eje, un proyecto específico o conceptos centrales del mundo al que aspiramos. Primero, a concebirlo. Segundo, a difundirlo. Tercero, a hacerlo realidad.

Alegrémonos de un buen paso, pero no olvidemos que a cada andar, le sigue otro. Acá se trata de construir la historia, no de verla pasar. ¿Me acompaña?

Les recomiendo ver el artículo "Izquierdas y derechas" publicado por PiensaChile  hace algunos días

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