La carta del obispo Goic al arzobispo Ezzati que es parte de la investigación del Ministerio Público por encubrimiento
por Andrés López (Chile)
6 años atrás 9 min lectura
Sin otra alternativa, al no tener acceso al texto original de la carta de Goic a Ezzati, publicamos el extracto que hace de ella El Mercurio. Como ciudadanos conscientes de su derecho a la información, nos produce una profunda molestia el sólo poder leer lo que El Mercurio decide que podemos leer. La historia de ese medio nos enseña que debemos preguntarnos ¿Qué se oculta en los párrafos que ellos censuran y no publican?. Recordemos que Karadima era -y al parecer sigue siendo- el “guía espiritual” de grandes empresarios de este país, por lo cual, llevar adelante la investigación de los crímenes cometidos por la iglesia, puede traer sorpresas no menores.
Para facilitar su lectura, hemos destacado en negrita y color rojo los textos que El Mercurio dice copiar textualmente de la carta de Goic a Ezzati.
La Redacción de piensaChile
Domingo, 22 de julio de 2018
«Rancagua, junio 11 de 2013. Querido Ricardo (Ezzati): En espíritu de fraternidad y con profundo amor a ti y a la Iglesia, quiero abrirte mi corazón para expresar algunas reflexiones que he orado ante el Señor y quiero compartirlas contigo, consciente de mis límites, debilidades y pecados. Esta carta es conocida solo por ti y por mí. Te pido que puedas acogerla con espíritu abierto y sencillo, de alguien que te quiere, te respeta y valora profundamente tu servicio eclesial«.
Así comienza una carta firmada por el entonces obispo de Rancagua y presidente de la Comisión Nacional de Prevención de Abusos, Alejandro Goic, que fue incautada por la fiscalía de Rancagua desde el obispado de esa ciudad y que es un antecedente en la investigación que lleva adelante el fiscal regional de O’Higgins, Emiliano Arias, sobre un eventual encubrimiento en casos de abusos cometidos por sacerdotes. Actualmente, el persecutor lleva adelante la investigación por presuntos abusos contra el ex canciller del Arzobispado de Santiago, Oscar Muñoz, y la presunta red de sacerdotes indagados por eventuales delitos sexuales conocidos como «La familia». Por esto, el obispo emérito Alejandro Goic ha prestado declaración en calidad de testigo.
A través de fuentes que han estado vinculadas al clero, «El Mercurio» accedió al contenido de la misiva con la firma de Goic y que relata las inquietudes del obispo sobre el manejo de Ezzati respecto de estos procesos. Todo esto, bajo el contexto de lo que estaba ocurriendo con el caso Karadima, dado que en septiembre de ese año se presentó la demanda de las víctimas en contra del arzobispado de Santiago. Aún no se ha determinado si el arzobispo recibió esta misiva o si alcanzó a ser enviada.
«Quiero, en espíritu de fraternidad y amistad, expresarte algunas preocupaciones. Lo que tú dices y lo que tú haces repercute en toda la Iglesia en Chile (…) quiero compartir dos temas de preocupaciones: 1. El ejercicio de la autoridad, 2. El tema de los abusos en la iglesia«, señala el texto en un comienzo.
Respecto a este último punto, en la carta que aparece firmada por Goic señala que su nominación (diciembre de 2000) fue acogida con «beneplácito» y que fueron testigos del «sufrimiento» del cardenal Francisco Javier Errázuriz, su antecesor en el cargo, «en sus últimos años por estos dolorosos episodios tan complejos y difíciles. Tu presencia y tus primeros signos fueron de mucha esperanza en este campo. Trajeron una nueva mirada. Tu acogida a las principales víctimas del P.F. Karadima crearon una nueva imagen. El protocolo de la Conferencia Episcopal y la creación del Consejo Nacional de Prevención de Abusos fueron señales potentes. Me pediste la conducción de éste«.
Sin embargo, al siguiente párrafo, el documento incautado en el obispado de Rancagua apunta a las críticas a la labor del arzobispo: «A veces tengo la impresión, quizás muy subjetiva, que no compartes los criterios de la Comisión Nacional en estos delicados temas. A su vez, miembros de la Comisión manifiestan su disconformidad frente a algunas situaciones que te ha tocado asumir. A mí, no me ha sido fácil. Mantener la comunión contigo y respetar y escuchar los juicios críticos de los integrantes requiere un equilibrio complejo. Quizás, es responsabilidad mía, ha faltado provocar un diálogo fraterno, en que, por el amor al Señor y a la Iglesia, conversemos sinceramente y aunemos criterios en materias que han marcado dolorosamente nuestra Iglesia«.
Víctimas y transparencia
Luego de esta crítica, en la misiva que aparece firmada por el entonces obispo de Rancagua relata tres puntos que deben abordar. En el primero de ellos titulado «Atención pastoral a las personas que han sido víctimas y sus familias» indica que actualmente éstas están «profundamente heridas» por los «abusos y las injusticias, han sido dañadas y traumatizadas. (…) Como Iglesia necesitamos desarrollar una mayor actitud empática hacia estas personas, más allá de sus rabias, de sus injustas descalificaciones«.
Agrega que «el caso que más ha impactado en la opinión pública nacional, ha sido el de las víctimas del P. Karadima. Al comienzo de tu servicio fue un signo extraordinario que te reunieras con ellos; después, lamentablemente, esto no continuó. sé que han sido injustos, duros, incluso a veces han mentido. Pero nada de aquello les quita la condición de víctimas heridas y dañadas«.
El siguiente punto que se aborda es «La transparencia en estos temas«. Ahí recalca que es un «tema crucial. Nos siguen acusando de secretismo, a pesar de todo el esfuerzo que hemos hecho como Iglesia. No hemos logrado cambiar la imagen«. También hace referencia a una entrevista al sacerdote Felipe Berríos y comentarios en redes sociales. «Es cierto que éstos no son criterios de verdad, pero son indicadores de un malestar que está presente. Aquí está en juego, me parece, la credibilidad de nuestra misión«, da cuenta el documento.
En el documento se manifiesta que «ayer -no teníamos la conciencia de hoy- manteníamos en silencio estos abusos de menores, decíamos que eran debilidades humanas, se trasladaban a otros lugares a los sacerdotes. Hoy, eso se acabó, gracias a Dios. Tenemos conciencia que no sólo es un pecado gravísimo, sino también un delito ante la ley civil. Nadie hoy puede mantener en silencio los abusos de menores. Quien lo hace se pone en situación de terceros y también de cómplices. (…) El eventual silencio termina en filtraciones internas y en rumores. No podemos actuar bajo la lógica de intervenir y decir nuestra palabra sólo una vez que la prensa se entera. Si ponemos a las víctimas en primer lugar tenemos el deber moral de actuar con la verdad. Una política de mayor transparencia es una señal necesaria e indispensable en esta hora«.
Finalmente, la misiva hace mención al tratamiento que hay que tener con los sacerdotes que son culpables o inocentes de las acusaciones. Ahí se explica que los «sacerdotes culpables«, autores de abusos se encuentran con «frecuencia perdidos, confundidos, avergonzados. Otros lo negarán todo. Necesitan ayuda especialmente de expertos para entender, acompañar y evaluar su situación. El tratamiento mediático requiere de una unificación de criterios para enfrentar estos dolorosos episodios«. En este punto manifiesta que «hemos de velar por todos nuestros sacerdotes, alentándolos a apoyarse mutuamente como hermanos. La gran mayoría de los sacerdotes viven en gozo su ministerios y trabaja generosamente. El clero sano lleva este enorme peso. Debe compartir la vergüenza de sus hermanos sacerdotes culpables de abusos por el simple hecho de pertenecer al mismo presbiterado. Debe sufrir muchas veces incomprensiones injustas«.
Ejercicio de la autoridad
La misiva también toca la forma en que perciben a Ezzati dentro de la iglesia chilena y la carta que aparece firmada por Goic apunta a que sus dichos son críticas constructivas, una corrección fraterna: «La impresión que he oído de colaboradores tuyos en Santiago, también en la Cech, es que no escuchas con la disposición del corazón de tratar de entender la proposición de los otros, que te reservas, a veces, asuntos delicados sin compartirlos colegialmente. Algo de eso he experimentado personalmente«.
Luego en esta se manifiesta que cuando Goic era presidente de la Conferencia Episcopal, tenía un diálogo fluido y fraterno con el cardenal arzobispo de Santiago (Errázuriz). «Hoy la coyuntura es diversa. Tú tienes ambas responsabilidades (ser arzobispo y presidir la CECH). Es una sola voz la que se escucha. Se requiere más diálogo interno (…), pero hay laicos e incluso algunos hermanos obispos, que me manifiestan sentir cierta inhibición ante ti. Sienten temor a las consecuencias que pudieran tener sus eventuales discrepancias contigo y ello les impide hacer contribuciones que pueden ser valiosas. El temor les paraliza y es evidente que eso no es sano (…). Es evidente que en todo grupo hay planteamiento diferentes, sugerencias, miradas que a veces no nos agradan, pero hemos de escuchar y tratar de descubrir la parte de verdad que tienen«, señala la carta.
Al término de la misiva, se le dice a Ezzati: «Querido Ricardo: Gracias por acoger esta carta en espíritu de fraternidad. Rezo por ti y por tu doble misión que sé que no es fácil. Si quieres que conversemos su contenido estoy a tu disposición«.
Este elemento de prueba es parte de los antecedentes con los que la fiscalía busca determinar el grado de conocimiento que tenían altos personeros del clero respecto a casos como los del ex canciller del arzobispado de Santiago, lo que derivará en nuevas diligencias en la arista por presunto encubrimiento. En paralelo, la unidad de DD.HH., de delitos sexuales y violencia género de la Fiscalía Nacional, dirigida por Luis Torres, elabora un catastro con todas las investigaciones de sacerdotes y está a cargo de coordinar a nivel nacional estos procesos judiciales.
Contactado el Arzobispado de Santiago por una versión sobre esta carta, al cierre de esta edición aún no había respuesta.
«A veces tengo la impresión, quizás muy subjetiva, que no compartes los criterios de la Comisión Nacional en estos delicados temas. A su vez, miembros de la Comisión manifiestan su disconformidad frente a algunas situaciones que te ha tocado asumir. A mí, no me ha sido fácil«.
«Ayer -no teníamos la conciencia de hoy- manteníamos en silencio estos abusos de menores, decíamos que eran debilidades humanas, se trasladaba a otros lugares a los sacerdotes. Hoy, eso se acabó, gracias a Dios. Tenemos conciencia que no solo es un pecado gravísimo, sino también un delito ante la ley civil. Nadie hoy puede mantener en silencio los abusos de menores«.
«El caso que más ha impactado en la opinión pública nacional, ha sido el de las víctimas del P. Karadima. Al comienzo de tu servicio fue un signo extraordinario que te reunieras con ellos; después, lamentablemente, esto no continuó. Sé que han sido injustos, duros, incluso a veces han mentido. Pero nada de aquello les quita la condición de víctimas heridas y dañadas«.
*Fuente: Economía y Negocios, El Mercurio
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