30 de mayo de 2018
No puedo llamarte criminal como pueblo ni como ciudadanía del Estado, pero a tu gobierno no puedo dejar de calificarlo así, con todas las letras: criminal, asesino, genocida. Es una ignominia para ti que te represente ante el mundo, pero eres responsable de haber elegido y de mantener en el cargo a quien lo dirige.
Son muchos en tu seno los ciudadanos –árabes y judíos– como los movimientos sociales que denuncian sus crímenes, el robo sistemático de las mejores tierras y de las fuentes de agua de Palestina, la cruel parcelación de su territorio, los prepotentes asentamientos, los vergonzosos muros y vallas erigidas con la fácil y falsa excusa de la seguridad, los humillantes controles a los que tiene sometido a los palestinos, el espantoso gueto en el que los ha encerrado, la terrible desproporción de sus represalias violentas ante la respuesta violenta, cada vez más comprensible, de muchos palestinos desesperados, expulsados de sus tierras o prisioneros en ellas sin agua ni electricidad…
No se trata de crímenes cometidos por un movimiento terrorista incontrolado, sino del terror ejercido impunemente por vuestro Estado, apoyado en su superioridad militar, en el amparo incondicional de su aliado americano y en los conflictos internos de sus adversarios árabes y musulmanes. Son muchos en vuestro pueblo los que se oponen a todo ello, pero no son bastantes, no son la mayoría, ni siquiera llegan a ser una minoría fuerte. No podéis eludir vuestra responsabilidad colectiva.
No hablo de culpa ni de responsabilidad jurídica, hablo de responsabilidad ética, de tu deber comunitario ineludible ante una injusticia y un sufrimiento de tales dimensiones. En tu mano está el levantarte contra tu gobierno; no solo denunciarlo a gritos ante todas las instancias, sino también derrocarlo por tus votos. Tú, pueblo admirable y admirado, creador de tanta cultura, y tú que por tu etnia o tu religión has sido víctima de tanta violencia, expulsión y asesinato, tú que padeciste el Holocausto, ¿cómo puedes mantener en el poder a tu gobierno y tolerar que cometa con los palestinos crímenes parecidos a lo que se han cometido contigo? Responde. Rebélate.
Por supuesto, también los palestinos deben asumir su responsabilidad para enderezar vuestra historia, vuestro drama inseparable, y construir un futuro para ambos, con una capital compartida tal vez. Pero en tus manos está la llave principal. Reconoce que la creación de vuestro estado independiente en 1948 no será justa sino el día en que se repare la injusticia consumada contra el pueblo palestino, y devuelvas las tierras conquistadas en 1967 y encuentres solución a sus refugiados. Solo ese día tu fundación dejará de ser la Nakba (“Catástrofe”) de Palestina, y solo entonces tendrás seguridad.
Escucha las decisiones de las Naciones Unidas, por patéticas e inoperantes que sean a menudo, vetadas y desactivadas como son por el poder americano, tu arrogante Goliat amigo, enemigo del planeta. Escucha a tus propios profetas de ayer o de hoy. Escucha las palabras dirigidas a Caín por la Voz del Innombrable en el Berexit o Génesis de la Biblia, el primer libro de tu Torá, tu ley de vida: ¿Qué es lo que has hecho? La sangre de tu hermano me grita desde la tierra (Gn 4,10). Hoy se dirigen a todos nosotros, y a ti, desde el fondo de la tierra, la tierra de todos. La sangre de Abel, el justo, es hoy la sangre de tus hermanos palestinos, la sangre de los 108 asesinados por tus balas –12 niños entre ellos– en la reciente conmemoración palestina de la Nakba que tuvo lugar hace 70 años, la sangre de ese bebé de 8 meses muerto por inhalación de gases lacrimógenos, la sangre de los 12.000 heridos por tus monstruosas balas que trituran el hueso y destruyen tendones, músculos, nervios y arterias. Vuestro primer ministro, mientras tanto, baila ante las cámaras con la ganadora de Eurovisión.
¿Dónde está tu hermano? preguntó la Voz. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?, dijo Caín. Sí, eres el guardián de tu hermano. Responde, Israel, de tus actos y omisiones, responde de tus votos y silencios. Y no olvides lo que David Grosman, uno de tus más grandes escritores, que perdió a su hijo Uri en la guerra con la milicia chií libanesa en la guerra de 2006 y que defiende a Palestina tanto como a Israel, dijo recientemente: “No seremos verdaderamente libres hasta que los palestinos también lo sean”.
*Fuente: Atrio
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