El Frente Amplio hoy: ¿independientes o sectorizados?
por Emilio Cafassi (Uruguay)
9 años atrás 7 min lectura
Más de un militante del Frente Amplio uruguayo (FA), hoy replegado en su ámbito privado, me ha manifestado razones de malestar o insatisfacción con el curso del gobierno. Pero si las políticas gubernamentales le resultaran óptimas, ¿no abandonaría también su rol militante para devenir en espectador del destino colectivo de su país? ¿Hace algo el FA para recuperarlo a su tejido organizativo y discutir las razones de su quietismo? ¿Qué proporción del 50,45% de la ciudadanía que votó la opción de izquierda en 2004 se encontraba activa y organizada porque subjetiva e ideológicamente consideraba que con tal implicancia era artífice del porvenir? La tendencia decreciente en la participación en las elecciones internas del FA, además de otros resultados alarmantes como la elección de los consejos vecinales de Montevideo -por tomar sólo datos groseros recientes- refleja que las expectativas de este antiguo militante de ser actor protagónico fueron arrojadas a la vera del camino. Con un gobierno mejor o peor, pero por exclusiva responsabilidad del FA, no de su gobierno. En aquel 2004, además de 17 sectores (y alianzas) circunscriptos en las hojas de votación, hubo sin duda una gran proporción de frentistas independientes que fueron sumándose a las instancias de participación que encontraron en los comités, movimientos y lugares de trabajo, para garantizar el triunfo. La tendencia de creciente participación en las diversas instancias, que hasta el primer triunfo electoral nacional se verificó, explica la desembocadura superadora de una mera coalición, tanto como la reversión de ella pone en riesgo hasta la ontología frentista. Contundentes desobediencias electorales recientes llaman la atención acerca de las dificultades en el relacionamiento con las masas por ausencia de cercanía y mediación política directa.
Las razones por las que un militante frentista elija integrarse a un sector o bien incluirse desde la independencia obedecerían a razones muy variadas, si esa opción no lo excluyera de información y decisiones, convirtiéndolo en una suerte de paria. Está determinada por factores tan variados como concepciones ideológicas y teóricas, perspectivas de futuro, pero también aspectos de la personalidad que refieren a la mayor o menor comodidad con respecto a la disciplina. También, a los modos de organización interna, al mayor o menor influjo de los liderazgos en cada sector, a la amistad o afinidad con el resto de los integrantes, entre otras causas que cada militante va justipreciando a lo largo de su experiencia única e irrepetible. Personalmente, siempre fui independiente pero jamás neutral ni indiferente. Siempre hice públicas mis preferencias ante cada opción o disyuntiva interna que se presentara, tanto como apoyé sin condicionamiento alguno las decisiones adoptadas con las reglas vigentes, incluso aunque no me parecieran las más adecuadas. A priori no juzgo bien ni mal estar sectorizado o ser independiente. Me preocupa exclusivamente que la valiosísima militancia, cualquiera sea su adscripción, quede por el camino o se sustraiga de la edificación de su vida colectiva. Sospecho que los independientes son quienes más experimentan el éxodo hacia la contemplación pasiva.
No quiere decir que la vida frentista sea estática. Muchos grupos se extinguieron o disolvieron mientras otros emergieron. Encuentro en la dinámica interna frentista cierta movilidad que le da algunas características contrahegemónicas o que al menos mitiga la posible concentración de poder y el absolutismo sectorial. Para tomar un ejemplo, en las elecciones nacionales el MPP, claramente liderado por Mujica, ha venido concentrando en la última década casi un 40% de las inclinaciones frentistas. Sin embargo, perdió la elección municipal a la intendencia de Montevideo hasta con la candidatura de su esposa, la histórica militante Lucía Topolansky, y también la elección interna para la presidencia del FA. Otros grupos otrora relevantes, como la Vertiente Artiguista, vienen perdiendo peso a ritmo sostenido. ¿Errores tácticos o de alianzas? No sólo. Es reflejo de un dinamismo que erosiona la rigidez y la reproducción naturalizada de liderazgos, aunque prioritariamente a nivel intersectorial. Esta movilidad también contradice fórmulas organizativas y clichés invitando a la creatividad. Hay sectores con altos niveles de organización colectiva y dispositivos de poder prestablecidos, mientras otros muestran mayor laxitud, aunque por lo general cohesionados por las opiniones y directivas de su(s) líder(es). También la variedad de alianzas y tácticas electorales (sobre todo en el interior del país, que en ocasiones llegan a contradecir las definiciones y estrategias centrales) contrapesan los dogmas e ideologismos.
Pervive una complejidad que hace de la trayectoria frentista una experiencia muy particular e inédita en la izquierda mundial, que sin embargo corre riesgo de implosión si no recrea organizativa y generacionalmente sus comités de base, que son, además de instancias de participación abierta a todo militante, un lugar de confrontación fraternal entre los sectores. De persistir la directriz, se transformaría en una mera coalición crecientemente burocratizada al modo de la socialdemocracia europea, una cónclave de dirigentes varios y aparatos. Para evitarlo, hacen falta como mínimo canales regulares y frecuentes de información, criterios organizativos y de actividad, además de participación activa en las decisiones mediante consultas específicas. Las bases no pueden estar sostenidas a la exclusiva espontaneidad, ni ser islas inconexas entre sí. Es una de las causas de la frustración de los independientes, a quienes un abismo separa de la información y las decisiones, mientras los sectores refuerzan su propia organización, aunque estrangulando involuntariamente al conjunto.
Las alarmas ante la declinación de los comités de base no es algo a lo que aluda por primera vez ni tampoco con exclusividad. Es una tendencia que convive con otra aparentemente contradictoria, aunque paradojalmente complementaria: la multiplicación de los sectores políticos al interior, una suerte de cariocinesis política. Probablemente no esté actualizado, pero cuento 22 grupos o partidos políticos oficialmente reconocidos en la página web del FA (aunque la causa de mi ambigüedad reafirma la conclusión: en la esfera informativa, el FA no está suficientemente actualizado como para poder aseverarlo taxativamente). Y sin información es imposible el funcionamiento de los comités. No debiera preocupar que los partidos que conforman el FA sean el doble que los que también cuento en su declaración constitutiva de 1971, sino el hecho de que prácticamente sean el único canal para mantenerse mínimamente informado y organizado. En suma, para que alguien pueda implicarse y participar de la odisea de unidad en la diversidad que representa el FA.
Pondré un ejemplo más inmediato aún. El FA se encamina a concluir el cuarto intermedio de su VI Congreso extraordinario en menos de un mes y medio. Al momento de escribir estas líneas, la Mesa Política (una instancia muy pequeña de representación de sectores) debe decidir si tomará para ello un día o dos, si se aceptarán más aportes al documento de discusión, o si se ceñirá a los acercados en la sesión del año pasado. Resumiendo: decidirá entre el estímulo y la apertura o el cierre y el desánimo, entre una celebración extensa y enjundiosa o un trámite express. Al Plenario Nacional, una instancia algo más amplia, le compete decidir si se impulsa una reforma constitucional y por qué incisos del artículo previsto en la vigente. A los comités, en el mejor de los casos, les queda enterarse por la prensa.
Por su parte, la comisión designada para organizar la continuidad del congreso (los integrantes de la mesa que presidió la comisión del documento a discutir) ha compilado -y conciliado en algunos casos- los aportes presentados en la primera parte (a excepción de los del capítulo III que quedó en manos de quién la presidió, sin resultados a la vista aún) pero no han sido distribuidos siquiera para discusión en instancia alguna. Cuento con ellos, como seguramente también los sectores que tengan contacto con la comisión, y como tiene el comité en el que milito, pero sólo por la estrecha relación política y personal con algunos integrantes. Algo tan inorgánico como frustrante en materia de construcción política.
Si el FA apuesta a una mayor participación, deberá estimular la autoeducación en el debate y la deliberación, ampliando los horizontes de la información y las opciones de consulta y decisión, generando mecanismos de difusión y organización crecientemente igualitarios y horizontales. Lograría con ello además erosionar algo el caudillismo y morigerar el poder partidario, cualquiera sea éste coyunturalmente, ejerciendo un control popular de la dirigencia con militantes informados y participantes. Algo indispensable para nutrir el congreso en Abril.
De lo contrario, protagonizaremos una ficción.
-El autor, Emilio Cafassi, es Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, cafassi@sociales.uba.ar
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