La metáfora infame
En este país isleño del fin del mundo -más evidente aún en una metrópoli como Santiago del Nuevo Extremo-, existen diversos ámbitos exentos de real convivencia; lenguajes y modos de vivir diametralmente opuestos, ligados apenas por un mero intercambio de transacciones y servicios, en donde los vínculos impersonales se limitan a intereses utilitarios, regidos por el código inamovible que funciona de mayor a menor, en pirámide similar a la estructura de la Iglesia y de la Milicia.
El Presidente Piñera: la plutocracia de los acuerdos
En toda plutocracia debe respetarse una norma fundamental: la propiedad, que es sagrada, es decir, de derecho divino. El Estado debe intervenir lo menos posible en la economía, y lo fundamental es la libertad de enriquecerse ilimitadamente. Adolfo Thier, el principal asesino de los comuneros en París, decía y con razón que “la democracia, la soberanía del pueblo y el sufragio universal podían garantizar, mejor que la monarquía, el poder de las clases poseedoras”.
Fraude a mano armada
Hay que saber muy poca historia para creer que la corrupción es un asunto de hoy: existió durante la guerra del Pacífico, que no sólo fue un negocio redondo para dueños de salitreras y minas de carbón, además de compradores de bonos de las guaneras peruanas, sino también para quienes aprovisionaron al ejército, bajo la dirección del ministro Rafael Sotomayor.
A mis amigos
Mis columnas, ensayos y libros bastan para demostrar mi radical crítica a las castas plutocráticas que están corroyendo a nuestro país. Nadie puede pensar, siquiera por un momento, que yo tenga alguna relación con empresas, como SOQUIMICH, y otras cuantas que han apoyado a políticos ahora y antes. Mis escritos están enfocados a una crítica rotunda entre la mezcla del dinero y la política y la corrupción, enfocados desde el punto de vista histórico-comparativo.
Cada cierto tiempo la plutocracia intenta un golpe 2016-08-
La plutocracia brasilera (los 71.440 multimillonarios según el IPEA) tiene poca fantasía. Usa los mismos métodos, el mismo lenguaje, el mismo recurso farisaico del moralismo y del combate a la corrupción para ocultar la propia corrupción y dar un golpe a la democracia para salvaguardar sus privilegios. Siempre que emerge una democracia con apertura a lo social se llenan de miedo.
Ricardo Lagos el profeta de la decadencia de la elite; el Spengler mapochino
Las élites se caracterizan, en la historia mundial y chilena en particular por ser las últimas en darse cuenta del derrumbe de su forma de vida: están convencidas de que su poder político y social es eterno. Así ocurrió con la república romana cuando se corrompió dando paso al imperio; lo mismo se repitió con el último emperador romano, Rómulo Augusto. La oligarquía inglesa jamás captó, a comienzos del siglo XIX, el derrumbe de su hegemonía colonial; algo no muy distinto está pasando en los Estados Unidos con una estagna inflación y la derrota en la guerra en Irak.
Crisis de dominación Plutocrática
En la actualidad vivimos una nueva crisis de dominación oligárquica que pone en cuestión no sólo la democracia, sometida a los bancos y a las grandes empresas, sino también a todas las instituciones que le son consubstanciales – el sufragio, el régimen político, los partidos políticos, en fin la esencia de la misma política -.
Estamos tocando fondo
La élite chilena, la plutocracia de castas, no sólo es corrupta sino que también está podrida. En días recientes se conoció el fallo del Banco Riggs el fallo por el cual se condena a oficiales del ejército, cercanos al dictador Augusto Pinochet, acusados de sacar 6.466.406.068 dólares del erario público, lo cual equivale al robo de los gastos reservados, además de las comisiones obtenidas por la venta de armas.
Realismo sin renuncia o renuncia sin realismo
La crisis de dominación oligárquica no puede ser solamente explicada sobre la base de las cifras económicas de hoy, que demuestran un bajo crecimiento, poca inversión, alta inflación y un estancamiento económico. El núcleo de la crisis está en el sistema político oligárquico plutocrático que desde hace varias décadas ha dado señales de conducir al país a un marasmo, caracterizado por la desigualdad, racismo y clasismo.
¿Es Chile un país democrático?
La democracia formal supone, al menos: 1) que los ciudadanos elijan libremente a sus representantes; 2) que haya separación de poderes y un consecuente equilibrio, control y balance entre ellos; 3) igualdad ante la ley y partícipe en el recargo de cargas públicas, es decir, que el sistema impositivo sea equitativo. Hay que advertir que ninguna de estas tres condiciones se da en Chile.