Desde la psicología sistémica se afirma que la locura de un sistema familiar permite que los miembros del sistema sean incapaces de ver lo evidente. Y cuando la terapia o algún otro acontecimiento significativo rompe esa incapacidad, ese repentino ver les asombra. Es que antes, de verdad, no veían.
Cuando empezamos a ver lo que hasta entonces no veíamos se despierta un cierto pudor, pero lo importante es que no hay vuelta atrás. Uno no ve hasta que ve, pero no se puede dejar de ver lo que se logró ver.