El domingo 23 de octubre de 2005 se produjo en el Vaticano la canonización de Alberto Hurtado, sacerdote jesuita.  Una multitud de viajeros provenientes de la patria del nuevo santo –con el santo auspicio y los santos créditos financieros otorgados por los santos organizadores del "tour"– se dieron cita en Roma.

En el siglo de los libertadores, el ideal y accionar bolivariano y sanmartiniano de independencia y unidad, o mejor dicho, de conformación de una gran Nación Latinoamericana justa, digna y libre satisfacía  necesidades históricas de nuestros pueblos.

Cuando me preguntaban en aquellos cerros qué se decía en el extranjero de lo que ellos hacen, a mí me dolió decirles que nada. Los revolucionarios venezolanos ignoran que su revolución es ignorada. «La revolución bonita» como le llama Chávez es una revolución silenciada.

Y menciono esto porque pienso que esta primera vuelta – si no hacemos algo urgente – se va a convertir en una chacota. He escuchado con estupor a un amigo indeciso que está pensando en votar por Piñera para lastimar a Lavín. Y su señora, también indecisa, para lastimarlo más aún, piensa votar por Hirsch.