Cuba en el umbral de una nueva época
por Carlos Figueroa Ibarra (Guatemala)
13 años atrás 20 min lectura
29/01/12
Año nuevo en La Habana. Momentos después de las doce de la noche del 31 de diciembre de 2011 y luego de abrazar a mis seres queridos, he salido al portal de la vetusta casa que habita mi familia política en el barrio de Luyanó. La gente del barrio también ha salido a los portales y balcones de las casas decrépitas que recuerdan una belleza ya ida. Algunos tiran cubetadas de agua hacia la calle para espantar a los malos espíritus y para que el año nuevo sea propicio. La música de salsa retumba en todo el vecindario, mientras es posible escuchar los 21 cañonazos con los cuales se saluda al nuevo año desde la Fortaleza de La Cabaña. Los barcos en el puerto de La Habana, relativamente cercano al populoso barrio en donde he pasado los últimos días, suenan sus sirenas dándole a la noche un paradójico aire melancólico porque contrasta con la algarabía que hacen los ruidosos habitantes del lugar. En las puertas de alguna de las casas de la calzada de Luyanó en donde me encuentro, veo que hay una pequeña fogata en la que se incendia todo aquello que se quiere desechar del año que ya se fue. Año nuevo en Luyanó, barrio ancestral de mi familia en Cuba, junto con Regla uno de los dos «barrios rojos» desde antes de la revolución de 1959. Zona de influencia política del que fuera el partido comunista de Cuba, el Partido Socialista Popular. No podía ser de otra manera. Luyanó y Regla fueron barrios de estibadores y obreros portuarios, parte importante de la clase obrera cubana durante la primera mitad del siglo XX.
Recostado en el barandal del portal veo venir caminando por la calle de Guasabacoa a dos muchachas, una de ellas de pantalones ajustados, andar majestuoso y ombligo a la vista. Cada una de ellas jala una maleta con ruedas encabezando una pequeña comitiva que le da la vuelta a la manzana. Esto quiere decir que esperan que el año que se inicia les traiga el viaje que ellas tanto desean. Y en la Cuba de hoy, esa Cuba que sobrevive a 53 años de bloqueo y agresiones estadounidenses, viajar casi siempre quiere decir migrar. Mientras admiro el sinuoso andar de las muchachas cubanas maleta en mano, reflexiono sobre ese migrar «al yuma» (al norte) que forma hoy parte importante de la vida cotidiana en Cuba.
Cuba ha vivido con severas limitaciones durante los 53 años de su revolución. Errores de conducción de la dirigencia cubana explican estas limitaciones. Pero me parece un análisis ideologizado, soslayar que esas dificultades proceden sustancialmente del bloqueo terrible al que ha sido sometida la isla desde Washington. Cuba tuvo que bregar con la suspensión de compras de azúcar, su principal exportación, desde los primeros tiempos de la revolución. Cuba tiene que comprar medicinas a alto precio porque los Estados Unidos de América no se las han vendido. Algunos farmers han logrado conseguir vender alimentos a Cuba después de trabajosas negociaciones y al estricto contado. Las empresas estadounidenses tienen prohibido realizar transacciones con Cuba. Las que no lo son enfrentan severas sanciones si realizan negocios con Cuba. El turismo estadounidense a la isla está prohibido y fuertemente multado. Y en todo este contexto a Cuba se le vino abajo el 80% de su comercio exterior cuando la Unión Soviética y toda su periferia se derrumbó en 1991 por su podredumbre interna. Y si todo esto fuera poco, la isla ha tenido que enfrentar la constante actividad terrorista que han propiciado los exiliados cubanos y la CIA. Según fuentes estadounidenses, desde 1997 el Departamento de Estado ha erogado 201 millones de dólares para financiar actividades subversivas en la isla. Fidel Castro ostenta el Record Guiness de atentados fallidos en estos 53 años: 638. Así como lo lee estimado lector o lectora: seiscientos treinta y ocho. Y lo del Record Guinness no es broma. Cifra que habla de la eficacia de los servicios de inteligencia cubanos y en menor medida de la torpeza de los conspiradores.
Con todas estas limitaciones, obviamente hay mucha gente que se quiere ir del país. ¿Cómo retener por ejemplo a una mano de obra altísimamente calificada con salarios de a lo sumo 50 o 60 dólares mensuales? No obstante, no olvidemos que en los años pasados entre 300 y 400 mil centroamericanos (particularmente oriundos del triángulo norte) intentan llegar a Estados Unidos de América pasando por México. Y en México la cifra anual de migrantes ha oscilado entre 300 y 500 mil personas. Pero mexicanos y centroamericanos no tienen los privilegios migratorios que Washington ha concedido a los cubanos. Si un cubano llega poner un pie dentro de los Estados Unidos de América, pronto conseguirá el «green card» y trabajo, y a los dos años puede estar de regreso visitando a sus familiares.
Año nuevo en Cuba. Un año más de penurias. Pero también de resistencia.
Fidel y Raúl
Desde 1996 por motivos familiares he viajado a Cuba muchas veces. Mi perspectiva de lo que en la isla sucede es la de un asiduo visitante que se va a vivir a alguno de los barrios de La Habana y que platica con familiares, amigos y conocidos. Que lee permanentemente con atención cuanto material le llega a las manos, con mayor razón los que puede obtener durante sus estancias en el país. No es la perspectiva de quien vive a Cuba desde un hotel y a través de tours. Ciertamente mi visión de Cuba es predominantemente habanera y eso la hace parcial, por más que jocosamente los habaneros digan que «Cuba es La Habana y lo demás son áreas verdes y paisaje». He visto pues el transcurrir de los hechos en Cuba en los últimos 16 años.
La novedad ahora son los «timbiriches» que han empezado a proliferar en La Habana y demás ciudades. Son los puestos de ventas que por ejemplo se han expandido en la calzada de Luyanó aprovechando los portales que abundan en la misma. Cafeterías, pizzerías, cerrajerías, plomerías, electricistas, ventas de discos y películas piratas, combustible para encendedores, ropa, frutas y verduras, y muchas otras cosas más. Todo esto se une a los llamados «paladares» pequeños restaurantes privados que desde hace varios años han estado funcionando. Hoy la nueva política económica aprobada por el VI Congreso del Partido comunista de Cuba en abril de 2011, les ha permitido aumentar sus dimensiones y cobertura. La gran novedad desde la última vez que estuve en Cuba en septiembre de 2009 es el trabajo por cuenta propia, el «cuentapropismo». Las «Regulaciones sobre el ejercicio del trabajo por cuenta propia y los procesos de reducción de plantillas infladas», publicadas en septiembre de 2011 nos dan cuenta de más 200 actividades autorizadas por medio de las cuales los cubanos ejercen el autoempleo. Desde la perspectiva neoliberal esto es el paraíso de las microempresas. Desde el pensamiento crítico esto sería el infierno de la economía informal. En Cuba es más lo primero que lo segundo, porque el Estado se cuida bien de regular todas estas actividades y de que paguen los impuestos respectivos.
Caminando por la calzada de Luyanó, transitando por la calle de Obispo en La Habana Vieja, recorriendo por varios lugares de La Habana, evoqué mi primera visita por motivos familiares a la isla. Recordé al joven José Luis Véliz, secretario ideológico del PCC en el municipio de Melena del Sur. Me contó que en el partido se estaba leyendo el libro del ex embajador soviético Vitaly Vorotnikov. El libro llevaba por nombre «Mi Verdad» y la tesis que sostenía era que Gorbachov había fracasado porque había ensayado la apertura política e ideológica (Glasnost) al mismo tiempo que la apertura económica (Perestroika). Había sido un error político haber conjuntado ambas aperturas, error que en China por supuesto no se ha cometido. Cuando el avezado cuadro del partido me contó que el principal promotor de la lectura de este libro era Raúl Castro, intuí que detrás de ello había un proyecto político.
La derecha, empezando en Miami y terminando en todas partes, ha procurado una visión de Raúl como una especie de «hermano pequeño y obsecuente del dictador cubano». En realidad una lectura sutil, como la que suelen hacer los opositores inteligentes desde La Florida, lo ven como un dirigente con una visión propia que ha tenido una relación compleja con un líder que es un héroe nacional y al que la inmensa mayoría del pueblo cubano admira y quiere. Cuando estuvo a cargo del ejército, Raúl hizo autosuficiente desde el punto de vista económico a las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Y desde 2006 cuando Fidel enfermó y fue relevado en los hechos de la conducción, su estilo paulatinamente se empezó a imponer. Acabó con «los grupos de apoyo del Comandante», suertes de fuerzas de tarea a cargo de Fidel que a veces entrecruzaban sus funciones con las de los ministerios e incluso tenían más autoridad y operatividad que éstos. Ha abierto el arrendamiento de tierras para fines productivos privados. Figuras que fueron importantes durante los últimos años de Fidel, Carlos Lage y Felipe Roque, fueron defenestrados. Ahora ha comenzado una nueva política económica muy parecida a la que desde hace 17 años estaban recomendando Julio Carranza, Luis Gutiérrez y Pedro Monreal en su libro «Cuba, la reestructuración de la economía» (1995). Irónicamente fue un anatema lanzado por el propio Raúl el que hizo caer en desgracia a estos economistas y a otros integrantes del Centro de Estudios de América. Fidel ha apoyado con su enorme autoridad moral los cambios introducidos por Raúl, pese a que es sabido su gran reticencia por las consecuencias ideológicas que estos cambios tendrán.
Al parecer no hay alternativa. Cuba enfrenta el bloqueo, la ausencia de la Unión Soviética y la crisis mundial del capitalismo. Dicen que Raúl ha dicho, vaya usted a saber si es cierto, que «a Fidel el pueblo le perdonaba todo, a nosotros no nos perdonará nada.»
Cuba, después del Che
En los primeros días de enero de 2012 estuve con Myrna Torres Rivas en su casa en el Reparto Kohly de La Habana. Myrna, mujer extraordinaria, bella a sus 82 años, rebelde como siempre. Crítica de cualquier forma de autoritarismo. Digna hermana de Edelberto y sobre todo digna hija de ese gigante ético que fue don Edelberto Torres, memorable mentor en Guatemala y patriarca moral del sandinismo nicaragüense. Me siento en una de las salas de su casa y me veo junto a Lisett mi esposa, junto a Mario René «el remachón» Chávez, el veterano revolucionario quien se encuentra de visita en la isla. Finalmente junto a mi amiga de muchos años, Mélida Turcios Lima quien es residente en Cuba desde hace 35 años. La plática es amena y viva. Myrna nos cuenta de su activa vida social en los últimos días de 2012, visitas de gente de diversas partes del mundo, sus impresiones críticas y preocupación sobre su siempre amada Guatemala. No puedo dejar de ver en ella a la bella jovencita, balletista de la Escuela Nacional de Ballet en Guatemala, en el primer lustro de los años cincuenta. Esa muchacha que tanto impresionó al joven médico argentino Ernesto Guevara, quien escribió en uno de sus diarios que Myrna «rompía corazones».
Myrna habla del Comandante Ernesto Che Guevara no como tal. Ella lo recuerda como el guapo y desaliñado joven que vivió en la Guatemala de Arbenz. El Comandante, icono mundial, para ella es simplemente «Ernesto». Pero «Ernesto» junto a Fidel, Camilo Cienfuegos y Julio Antonio Mella -el joven líder estudiantil asesinado en México por el dictador Machado-, son las grandes figuras morales en Cuba. El legado moral del Che es incuestionable. Su austeridad, probidad, congruencia entre haceres y decires, temeridad en el combate, voluntad internacionalista, rebeldía e irreverencia lo hacen el prototipo de algo que siempre propugnó: el «hombre nuevo» que sería el arquitecto de una Cuba y un mundo nuevo. Muerto a los 40 años, el Che será por siempre el joven revolucionario absolutamente congruente. Nadie lo verá encanecido, con bolsas en los ojos, embarnecido, asentado en un cargo y viviendo merecidamente los honores de su entrega a la causa revolucionaria en Cuba.
Y contrasto esta imagen eternamente joven del Che y sus ideales con la Cuba de ahora. En los años sesenta, congruente con su idealismo moral, el Che fue un adalid de los «estímulos morales» para todos aquellos hombres y mujeres que hicieran aportes a la revolución. Congruente con su realismo, el brillante economista proveniente del Partido Socialista Popular (comunista), Carlos Rafael Rodríguez, expresó que eran imprescindibles los «estímulos materiales». Hoy lo políticamente correcto en Cuba es decir que ambos son necesarios. Pero después de décadas de privaciones y penurias, advierto en una parte importante del pueblo cubano la legítima aspiración a una vida sin limitaciones. Me ha tocado hacer fila para comprar algo y ver cómo la persona que va delante de mí se lleva lo que yo quería comprar. La proliferación del «cuentapropismo», el surgimiento de diferenciaciones sociales, la aparición incipiente de una capa social acomodada, la presencia hasta ahora imbatible de la corrupción me hacen ver que «el hombre nuevo» del Che es una lejana utopía. Dicho sea de paso, la corrupción denunciada por Fidel desde 2005 y ahora recalcada por Raúl en su discurso en la clausura del período de sesiones de la Asamblea Popular, dista del cielo a la tierra con respecto a lo que he visto en México y Centroamérica.
De todos modos hoy en Cuba el reino de la necesidad se está imponiendo. Miles y miles de cubanos se están registrando como cuentapropistas y miles también se están dando de baja porque no hay materias primas accesibles o porque simplemente sucumben a las leyes del mercado y no tienen éxito en sus microempresas. Bienvenidos a la lógica implacable del capitalismo. Hoy el interés individual lentamente se convierte en un poderoso motor de la actividad económica. Hay quienes tienen éxito, están ubicados en la franja de negocios de la isla con el extranjero, están metidos en el lugar correcto para hacer dinero. No debe extrañarle al visitante que los restaurantes de alta calidad como el que lleva el nombre de «Los Nardos» (frente al capitolio) esté lleno de cubanos de la isla y no de Miami. Igualmente se puede decir de los centros comerciales («Shoppings»). Hoy Cuba ha liberalizado la venta de automóviles y viviendas, en tres años se ha cuadruplicado el número de personas que tienen un celular (1 millón 200 mil) y lánguidamente surge el equivalente a una clase media acomodada.
Todo este cambio ha impactado también los valores de una buena parte de los cubanos. Y en el cine cubano, extraordinario para plantear de manera estética los dilemas del país, es posible detectar esta traslación. Ha corrido mucha agua bajo el puente desde que en 1968 Humberto Solás filmó la película «Lucía» en la que se expresaba en tres historias de tres momentos históricos distintos de Cuba, una arenga sobre la dimensión ética de la mujer y del hombre cubano. Hoy también parece remoto el éxito de masas que tuvieron series de televisión como «En silencio tenía que ser» (Jesús Cabrera, 1979) y la película «El hombre de Maisinicú» (Manuel Pérez, 1973) en las cuales el actor Sergio Corrieri personificaba a infiltrados que sacrificaban absolutamente todo en aras de la patria y la revolución. Desde el crucial año de 1989, la película «Papeles secundarios» (Orlando Rojas) empezó a manifestar de manera elíptica el malestar que en la infrapolítica empezaba a surgir en Cuba. Casi lugar común es mencionar «Fresa y chocolate» (Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, 1993) donde ese malestar aparece expresado de una manera magistral. Recién acabo de ver «Afinidades» (2011) en donde los actores de «Fresa y chocolate», Jorge Perogurría y Vladimir Cruz dirigen, escriben y actúan un film en donde un empleado de una empresa cubana que hace negocios con capitales extranjeros acepta intercambiar esposas con su jefe en un fin de semana, con tal de conservar su empleo en un lugar donde se mueven enormes cantidades de dinero.
El Che imaginó al hombre nuevo en una Cuba en el que coexistía el capitalismo con el socialismo real. Se esperaba que este último con todos sus vicios ganara la batalla. Hoy Cuba es una isla que sigue buscando una sociedad justa contra un planeta neoliberalizado y lleno de infamias.
Así de sencillo.
La verdad y la mentira
En los primeros días del año 2012, con mi familia hemos salido a caminar por el malecón de La Habana. Este lugar y La Habana Vieja, son los lugares que más disfruto de la capital cubana. El sol es luminoso y el olor a mar penetrante. El viento frío de esa época del año nos azota en la cara. Mis hijos caminan sobre el pequeño muro del malecón mientras sus padres los siguen sobre la acera unos metros atrás. A lo lejos se mira la fortaleza de El Morro, figura emblemática de la ciudad. Pasamos enfrente de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos de América, luego enfrente de la Tribuna Antiimperialista y finalmente enfrente de la estatua de José Martí que sugiere una evocación a aquellos momentos en que los Estados Unidos de América escamoteaban el devolverle a su padre el «balserito» Elián González. Martí tiene a un niño en un brazo mientras con el otro señala acusadoramente hacia el lugar donde se encuentra la oficina estadounidense. Me gusta la escultura pero a Lisett, mi esposa, le parece panfletaria.
Panfletos aparte, ¿cuál es la verdad o mentira sobre Cuba? La derecha que me ha tocado escuchar, leer y ver directamente, la de México y Centroamérica, repite las tonterías que han propalado los adversarios más recalcitrantes de la revolución cubana. Esta versión nos cuenta que Cuba está dirigida por una dictadura encabezada por uno de los más feroces dictadores del mundo: Fidel Castro. El pueblo cubano vive muerto de hambre y aterrorizado por un régimen totalitario y ese terror totalitario es la explicación por la cual la férrea conducción de los Castro se ha mantenido. Enfermo el hermano grande, el nepotismo coreano del régimen ha puesto en su lugar al pequeño, un hombre gris que ha vivido a la sombra de su hermano. Cuba es un fracaso económico, un ejemplo vivo del precipicio al que se conduce a un país cuando se abraza el estatismo comunista. En el resto de América latina se dice más o menos lo mismo y muy probablemente la parte más ignorante de la derecha europea repita tales sandeces.
Como siempre sucede con las ideologizaciones, para que sean eficaces es necesario articular elementos verdaderos con una buena cantidad de mentiras. Para empezar el análisis hecho desde la derecha, y sorprendentemente también el hecho desde una parte de la izquierda, ignora la verdad contundente e insoslayable del bloqueo económico que ha ocasionado a Cuba pérdidas que probablemente hoy se estén acercando a 90 mil millones de dólares. Las demandas de democratización del régimen cubano ignoran olímpicamente el asedio político y militar que ha vivido la isla durante sus 53 años de existencia. Olvidan que la mayor potencia del mundo, sintiéndose amenazada por los atentados terroristas de 2001, promulgó ese año la llamada «Ley patriótica» una monstruosidad jurídica que viola derechos humanos y libertades civiles.
En Cuba ciertamente existe un régimen férreo. Se observa lo que alguna vez dijo San Ignacio de Loyola «En fortaleza asediada cualquier disidencia es traición». Por ello, pese a las opiniones críticas de algunos lectores, la prensa cubana repite básicamente las verdades oficiales. No existe una democracia multipartidaria. El nivel de consenso hacia el régimen probablemente haya bajado después del derrumbe soviético que acrecentó las privaciones. Pero la oposición al régimen en Cuba es minúscula, oportunista en muchos de sus integrantes y además está infiltrada por la seguridad del Estado. Más importante aún probablemente sea el porcentaje de la población cubana que no es activa opositora al régimen, pero de ninguna manera se identifica con éste. Muchos de estos opositores vergonzantes practican la doble moral, el discurso oculto y la infrapolítica. Otros más simplemente viven en el «insilio», el exilio en la propia patria, llevando sus vidas de manera apartada, ajena a todos los circuitos de la vida política, social y cultural del país. Ha habido figuras importantes de la vida cultural cubana que han vivido en el insilio. Por ejemplo la poeta Dulce María Loynaz (1902-1997) auto recluida en su casona de El Vedado. De igual manera José Lezama Lima, el magistral autor de «Paradiso» (1910-1976) muerto en medio de la incomprensión de las autoridades cubanas con respecto a la dimensión de su obra. Hoy el ejemplo más actual de una figura de la cultura cubana que probablemente viva en el insilio es el escritor Leonardo Padura (1955) autor de la extraordinaria novela «El hombre que amaba a los perros».
La economía cubana creció este último año en 2.7%, un 0.3% menos de lo esperado producto de incumplimiento de metas en la producción de alimentos, materiales de construcción y el transporte público. Como se ha dicho ya, el bloqueo, el derrumbe soviético y ahora la crisis mundial del capitalismo son duros embates a su desenvolvimiento económico. Un ejemplo de ello es que la isla tendrá que pagar 380 millones de dólares más por alimentos, es decir un 25% adicional, mientras se enfrenta a una lucha por aumentar sus ingresos. El turismo se ha vuelto una de las fuentes de ingreso del país: mientras en 1996 ingresaban poco más de un millón de turistas al año, hoy esa cifra se ha duplicado y se espera que en este año de 2012 aumente en 15%.
Lo que la derecha no puede explicar es cómo un régimen con tan desgarradoras dificultades no ha sucumbido ante un embate popular. Cualquier país al que se le hubiera caído el 80% de su comercio exterior y hubiera vivido el bloqueo como lo ha vivido Cuba, se hubiera convulsionado y habría hecho caer varios gobiernos. Por menos de ello Argentina vivió una enorme convulsión entre 2001 y 2002. Esto sucede porque Fidel es esencialmente distinto a Pinochet o a Ríos Montt, porque no hay terrorismo de estado, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales ni tortura, porque salud, educación y deporte se mantienen: este año la tasa de mortalidad infantil en Cuba bajó a 4.9 por cada mil niños nacidos vivos la más baja de América junto a la de Canadá. El porcentaje del PIB invertido en salud es de más de 10%, mucho más alto que lo que se invierte en casi todo el continente.
Cuba ciertamente enfrenta el relevo generacional en su conducción y corre contra el tiempo. La generación de 1959 ha envejecido o ya se está muriendo. Blas Roca, Carlos Rafael Rodríguez, Celia Sánchez, Haydée Santamaría ya son recuerdo. Y nos hemos ido enterando de la muerte de Juan Almeida, Vilma Espín y Julio Casas Regueiro.
He aquí uno de los tantos dilemas de esa revolución que resiste y sobrevive.
Carlos Figueroa Ibarra es un sociólogo guatemalteco, profesor investigador del Posgrado de Sociología en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Autor, entre otros libros, de Guatemala: el recurso del miedo.
*Fuente: Sin Permiso
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