Las semillas campesinas son dignidad, cultura y vida:
campesinos en resistencia, defendiendo sus derechos respecto de las semillas
campesinas
Hoy en día somos víctimas de una guerra por el control de
las semillas. Nuestras agriculturas están amenazadas por industrias que
intentan controlar nuestras semillas por todos los medios posibles. El
resultado de esta guerra será determinante para el futuro de la humanidad,
porque de las semillas dependemos todos y todas para nuestra alimentación
cotidiana.
Un actor en esta guerra es la industria de las semillas, de
la ingeniería genética, de las tecnologías híbridas y de los productos
agroquímicos, que quiere adueñarse de nuestras semillas para multiplicar sus
ganancias, obligando a los campesinos a ser consumidores dependientes de sus
semillas. Por el otro lado estamos los campesinos y campesinas, que conservamos
y reproducimos nuestras semillas a través de nuestros sistemas vivos de
semillas locales, campesinas e indígenas, semillas que son patrimonio de
nuestros pueblos, custodiadas y reproducidas por mujeres y hombres del campo.
Nuestras semillas son una riqueza que ponemos generosamente al servicio de la
humanidad.
La industria ha inventado muchas maneras de saquear las
semillas para manipularlas, con el fin de marcarlas con sus títulos de
propiedad industrial, y entonces obligarnos, a los pueblos campesinos del
mundo, a comprar cada año sus semillas privatizadas en lugar de guardar y
seleccionar nuestras propias semillas para la siguiente siembra. Sus métodos incluyen
las semillas híbridas que no pueden ser reproducidas por los campesinos, los
transgénicos, y la propiedad industrial sobre las semillas, patentes o
certificados de obtención vegetal que son impuestos a través de tratados
internacionales y leyes nacionales. Todos son métodos de robo y despojo, porque
todas las semillas de la industria son de hecho el producto de miles de años de
selección y cruces realizados por nuestros pueblos. Gracias a nosotros los
campesinos, la humanidad cuenta con la gran diversidad de cultivos que, junto
con la crianza y la domesticación de animales, hoy alimentan al mundo.
En su afán por crear monopolios y robar la los bienes
naturales de los pueblos, las corporaciones y los gobiernos comprados por
ellas, ponen en riesgo toda la agricultura y la alimentación de la humanidad.
Unas cuantas variedades uniformes reemplazan a miles de variedades locales,
erosionando la diversidad genética que sustenta nuestra alimentación. Frente al
cambio climático, la diversidad es fortaleza y la uniformidad es debilidad. Las
semillas comerciales reducen drásticamente la capacidad de la humanidad para
enfrentarse y adaptarse al cambio climático. Por eso hemos señalado que la
agricultura campesina, con sus semillas campesinas, contribuye a enfriar el
planeta.
Bien saben en nuestras comunidades que las semillas híbridas
y las semillas transgénicas requieren grandes cantidades de productos
agrotóxicos, fertilizantes químicos y agua, lo cual eleva los costos de
producción y daña el medio ambiente. Además, son mucho más susceptibles a las
sequías, enfermedades y plagas, generando centenares de miles de casos de
cosechas destruidas y economías familiares echadas a perder. La industria ha
"mejorado" las semillas para que no puedan ser cultivadas sin la ayuda de
productos químicos dañinos, para que sean cosechadas con maquinaria pesada, y
que soporten preservación artificial durante las largas distancias de
transporte. Pero ha dejado de lado características importantes para nuestra
salud. El resultado son semillas que han perdido su valor nutricional y están
saturadas de venenos químicos. Estas semillas son la raíz de numerosas
enfermedades crónicas y alergias generalizadas, así como de la contaminación de
la tierra, el agua y el aire que respiramos.
En cambio, los sistemas campesinos de rescate,
revalorización, conservación y adaptación local gracias a la selección y a la
reproducción en los campos de los campesinos, así como los intercambios de
semillas entre campesinos, mantienen y aumentan la biodiversidad genética del
sistema alimentario mundial, y nos confieren también la capacidad y
flexibilidad para afrontar ecosistemas diversificados, climas cambiantes y el
hambre en el mundo.
Nuestras semillas están más adaptadas a las condiciones de
siembra locales, producen alimentos de mejor calidad nutritiva, y funcionan con
alta productividad en sistemas agroecológicos sin agrotóxicos ni otros insumos
costosos. Pero los híbridos y los transgénicos contaminan nuestras semillas y
las ponen en peligro de extinción. Los híbridos reemplazan a nuestras semillas
en sus lugares de origen y llevan a su desaparición. La humanidad no puede
sobrevivir sin las semillas campesinas, y sin embargo, las semillas de las
corporaciones atentan directamente a su existencia.
No debemos equivocarnos. Estamos frente a una guerra por las
semillas. Y del resultado depende el futuro de todos y todas. Es a través de
esta óptica que se tiene que analizar el Tratado Internacional para Recursos
Fitogenéticos para la
Agricultura y la Alimentación (TIRFAA), para entender qué está en
juego y qué posiciones se deben fijar.
El Tratado Internacional para Recursos Fitogenéticos para la Agricultura y la Alimentación
En primer lugar, es necesario ubicar el Tratado en su
contexto histórico, en la historia de intentos de despojarnos de nuestras
semillas. Nos queda claro que la industria y la mayoría de los gobiernos
utilizan el Tratado para legitimar el acceso de la industria a las semillas
campesinas guardadas en distintas colecciones mundiales. El Tratado reconoce y
legitima la propiedad industrial sobre las semillas, justificando el despojo y
el monopolio. En el Tratado, el lenguaje florido sobre los derechos de los
agricultores deja en manos de los estados la responsabilidad de su aplicación,
pero sin embargo los estados no la aplican. Vemos el hecho de mencionar estos
derechos como un intento de protegerse contras nuestras posibles protestas y
denuncias.
El resultado es un tratado que legitima las leyes de la Organización Mundial
del Comercio (OMC) en cuanto a los derechos de propiedad industrial; por ende,
es legalmente vinculante en cuanto a los derechos de propiedad industrial y los
derechos de los fitomejoradores, pero permite a los estados no respetar los
derechos de los agricultores, aunque utilice un lenguaje bonito. Es un tratado
contradictorio y ambiguo, un tratado que en la práctica toma el lado del
despojo.
Sin embargo, esto no significa que todo esté perdido. El
Tratado podría ser acogido, desde el punto de vista campesino, pero las correcciones
deben ser mayores y son urgentes. Por ende, La Vía Campesina afirma
que:
- No podemos conservar la biodiversidad y alimentar al mundo
y mientras que nuestros derechos de sembrar, guardar, intercambiar y vender
nuestras semillas sean criminalizados a través de leyes que legalizan la
privatización y comercialización de las semillas. El Tratado de la Semillas es el único
tratado existente hasta la fecha que contempla los derechos campesinos, pero
los estados no respetan estos derechos, mientras que sí respetan el derecho de
propiedad industrial. Por eso, el Tratado debe dar prioridad a los derechos
campesinos y éstos deben ser vinculantes. Deben ser aplicados en cada uno de
los 127 países que ratificaron el Tratado.
- El Tratado mismo va en contra de los derechos campesinos
cuando promueve las patentes y otras formas de propiedad industrial sobre las
semillas. El Tratado debe prohibir toda forma de patente; protección de
variedades y sus regalías sobre semillas que se reproducen los campos; así como
toda otra forma de propiedad industrial sobre los seres vivos.
- La industria ha adquirido una inmensa deuda por apropiarse
de nuestras semillas y por destruir la biodiversidad cultivada para
reemplazarla por algunas variedades manipuladas. La industria debe pagar esta
antigua deuda, pero esto no le da de ninguna forma el derecho de continuar
apropiándose de las semillas. La industria debe pagar y también dejar de
apropiarse de nuestras semillas y destruir la biodiversidad.
- El Tratado propone el "reparto de los beneficios" de los
derechos de propiedad industrial que reconoce. Estos "beneficios" son resultado
del despojo de nuestras semillas campesinas. Nosotros no queremos participar
del robo de nuestras semillas, rehusamos el reparto de beneficios porque no
queremos derechos de propiedad industrial sobre las semillas.
- Exigimos políticas públicas a favor de sistemas vivos de
semillas campesinas, sistemas que estén en nuestras comunidades y bajo nuestro
control. Estas políticas no deben promover las semillas no reproducibles, como
los híbridos, sino que deben promover semillas reproducibles y locales. Estas
políticas deben prohibir los monopolios, favorecer la agroecología y el acceso
a la tierra y cuidado de los suelos. Estas políticas públicas también deben
favorecer la investigación participativa en los campos de los campesinos bajo control
de sus organizaciones y no de la industria. Hacemos un llamamiento a nuestras
comunidades para seguir conservando con cuidado, proteger, desarrollar y
compartir nuestras semillas campesinas: esta es la mejor forma de resistir
contra el despojo y la mejor forma de preservar la biodiversidad.
- Los bancos centralizados de semillas no responden a las
necesidades campesinas. Son museos de semillas para el beneficio de
corporaciones biopiratas. Además en esos bancos nuestras semillas están
amenazadas por contaminaciones genéticas y por los derechos de propiedad
industrial. No podemos confiar en los gobiernos y el tratado para conservarlas.
Nos negamos a entregar nuestras semillas a los bancos de genes del sistema
multilateral y de la industria mientras siga habiendo patentes sobre las
plantas, sus genes o sus partes, u otro tipo de sistemas de derecho de
propiedad industrial como la protección de obtenciones vegetales que exigen
regalías sobre semillas reproducidas en los campos, mientras los transgénicos
continúen existiendo.
- La privatización de semillas es una amenaza seria para
nuestras semillas campesinas en África, Asia y América Latina. Pero en algunos
de nuestros países, sobre todo en Europa y América del Norte, el monopolio
comercial de las semillas de la industria ya ha hecho desaparecer a la mayoría
de nuestras variedades locales. En estos países ya no podemos llevar a cabo
nuestra selección campesina utilizando las variedades disponibles
comercialmente, porque fueron manipuladas para no crecer bien sin muchos
insumos químicos o procesos industriales. Han perdido mucho de su valor
nutricional y con más y más frecuencia semillas transgénicas. No podemos
seleccionar nuestras nuevas variedades campesinas en base a las semillas de
nuestros padres que se encuentran encerradas en bancos de genes. Exigimos
acceso sin condiciones a las colecciones de semillas del sistema multilateral
porque son nuestras semillas las que están guardadas en él.
- Nosotros campesinos y campesinas guardamos nuestras
semillas en primer lugar en nuestros campos pero también en graneros y casas de
semillas campesinas y en sistemas campesinos locales que constituyen también
pequeñas colecciones "ex situ". Ponemos estas colecciones "ex situ" lo más
cerca posible a nuestros campos para que los campesinos mantengan control,
responsabilidad y acceso a ellas. Para tomar el lenguaje del Tratado, nosotros
los campesinos construimos nuestro propio "sistema multilateral". Esta es la
base en la que podemos colaborar con el Tratado, recordándole que él no es el
único que organiza la conservación de semillas. Si el Tratado quiere colaborar
con nosotros, debe respetar nuestras condiciones y nuestros derechos y prohibir
los derechos de propiedad industrial y los transgénicos.
- Ya que el proceso del Tratado se lleva a cabo dentro de
las Naciones Unidas, son los estados quienes adquieren responsabilidades frente
a los sistemas de semillas campesinas. Sin embargo, la Organización Mundial
del Comercio hace que los derechos de los fitomejoradores sean vinculantes,
mientras que los derechos de los campesinos no son respetados. Exigimos que los
derechos de los agricultores sean vinculantes y los derechos de los
fitomejoradores sean subordinados a ellos. Esto necesariamente significa
derogar las leyes actuales que comercializan las semillas y niegan los derechos
de los campesinos. Exigimos la ratificación de leyes nacionales que reconozcan
los derechos de los agricultores. La Vía Campesina hace un llamado para la pronta
aprobación y ratificación de una convención de derechos campesinos dentro de
las Naciones Unidas. Agricultura y semillas fuera de la OMC y los tratados de libre
comercio.
- El Tratado es parte de una serie de desafíos a los pueblos
campesinos e indígenas a los que nos estamos enfrentando hoy en día. El Proceso
Río+20 lleva a un enfrentamiento claro entre un capitalismo disfrazado de verde
y la agricultura campesina, la agroecología y nuestras semillas campesinas. La Vía Campesina
actuará para defender la agroecología y las semillas campesinas que representan
la esperanza para el futuro de la humanidad. Como hemos demostrado, la
agricultura campesina sostenible contribuye a enfriar el planeta y puede
alimentar al mundo.
- Si los estados se comprometen a reformar el Tratado,
defendiendo activa y efectivamente los derechos de los agricultores, estamos
dispuestos a colaborar en el Tratado, incluso dentro de mecanismos de un comité
paralelo basado en el modelo del del Comité de Seguridad Alimentaria que
acompaña al proceso de la FAO
en Roma. Pero no vamos a abrir la puerta a una colaboración con el Tratado que
nos va a enfrascar en interminables discusiones mientras que los transgénicos,
los híbridos y los derechos de propiedad industrial nos despojan de nuestros
campos. Cualquiera que sea la decisión del Tratado de reconocer o no a aquellos
que somos los guardianes de la biodiversidad, continuaremos trabajando dentro
de nuestros propios sistemas campesinos de semillas, los cuales han en el
pasado y continuarán en el futuro asegurado la biodiversidad y alimentado a la
humanidad . De esta forma, estamos guardando las semillas no solo para nosotros
sino también para nuestros hijos: Las semillas campesinas son patrimonio de las
comunidades campesinas y de los pueblos indígenas al servicio de la humanidad.
La
Via Campesina
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