Por qué es necesario aprobar la Nueva Constitución
por FNES
3 años atrás 5 min lectura
23 de julio de 2022
Poco a poco, sin prisas pero sin pausas, se van movilizando las fuerzas vivas de la Patria para aprobar la nueva Constitución. El cerco mediático de la prensa tarifada no podrá contra la difusión masiva de los medios, modestos pero libres, de quienes luchan por recuperar la Soberanía del pueblo.
El APRUEBO de la FNES
En 1984, los partidos políticos opositores a Pinochet terminaron asumiendo la tesis de Patricio Aylwin al aceptar la Constitución Política de 1980: dejaron así de perseverar en cuestionar su legitimidad para luego “abandonar las barricadas” y acomodarse al modelo dictatorial impuesto, manteniendo esa postura hasta hoy, sumándole a esa aceptación, la administración del capitalismo neoliberal por otros treinta y dos años.
Lo anterior, trae al presente que a lo largo de toda la historia de Chile, nuestros gobernantes –con la sola excepción de Salvador Allende– despreciaron la voluntad y capacidad del pueblo, ignorándolo y excluyéndolo de las grandes decisiones nacionales, usurpando autoritariamente su soberanía y reemplazándolo en sus discursos por el concepto envolvente de la Nación, negándole a este pueblo sus virtudes republicanas, conocimientos y experiencia histórica a ejercer -como un derecho- un poder constituyente.
Por más de 200 años, la élite económica y política de Chile habló en nombre del pueblo pero expropiando y usurpándole el poder constituyente. Así, fue necesaria la presencia del miedo que provocó en los sectores dominantes y en su casta política privilegiada la insurgencia popular de octubre de 2019, para que se vieran obligados a sacrificar su Constitución Política; una carta redactada sin apuro y sin opiniones encontradas, por un grupo menor a una decena de golpistas a lo largo de siete años.
Así fue como en noviembre de 2019, la casta política debió aceptar un proceso constitucional diverso y deliberativo, como única forma de evitar un descontrolado derrumbe de su dominación. En esta salida de emergencia, los mismos partidos que en los años ochenta negociaron con la dictadura, se dieron maña para no convocar a una verdadera Asamblea Constituyente, donde la ciudadanía ejerciera de manera directa y sin intermediarios el poder constituyente, entregándole a la Convención Constitucional un poder y un tiempo limitado y controlado. Sin embargo, a pesar de las dificultades impuestas por los sirvientes del neoliberalismo, la ciudadanía, con presencia de chilenos provenientes de todos los rincones y de todas las clases sociales, de todas las profesiones y oficios, provenientes de los variados movimientos sociales, con representantes de los pueblos originarios, de manera paritaria y en su inmensa mayoría independientes de los partidos políticos, les asignó la patriótica tarea de escuchar, debatir y redactar la más representativa y democrática de las constituciones republicanas de nuestra historia y del mundo.
Luego de un año de esforzado trabajo -en especial de 117 convencionales-, que debieron enfrentar una acre oposición obstruccionista, racista y patriarcal de 37 convencionales de derecha-, se redactó una Nueva Constitución Política, para que el pueblo la Apruebe o la Rechace este 4 de septiembre, depositando soberanamente en nuestras manos la posibilidad de poner término a 42 años de abusos, respaldados por la actual Constitución, impuesta a sangre y fuego por la peor dictadura de la historia política de Chile.
Las contradicciones, limitaciones, omisiones u otras falencias que pueda contener la Nueva Constitución, son perfectamente posibles de mejorar en las leyes que habrá que aprobar para hacer realidad sus postulados. Lo que hoy corresponde es reconocer que esta Nueva Constitución devuelve y garantiza al pueblo los derechos que la dictadura y sus cómplices nos arrebataron y colocaron como mercancía en las endeudadas tarjetas de crédito. Lo que nos corresponde como ciudadanos agradecidos de los esfuerzos y la sangre derramada es valorar sus virtudes, que la muestran ética y moralmente superior a la de 1980, que arruinó la convivencia social y el cuidado de la naturaleza.
Porque el texto de la Nueva Constitución es ecologista, reconoce el derecho a la negociación colectiva de los trabajadores y convierte a Chile en un Estado Social de Derechos, demostrándose infinitamente más justa y por ello, superior a todas las constituciones anteriores; de 1833, 1925 y 1980, impuestas por los sectores oligárquicos con apoyo militar, porque la que será plebiscitada en septiembre, fue elaborada por las y los representantes electos por los pueblos de Chile para abrir caminos históricos hacia una nueva Convivencia Social.
A la nueva Constitución le podrán faltar algunos temas que la obstrucción de los reaccionarios impidió, es cierto, pero de suyo, constituye un soporte político-jurídico e institucional suficiente para la conquista de los necesarios derechos sociales a consagrar. Tengamos presente que la democratización de las sociedades solo es posible por la lucha consciente de los pueblos en pro de sus demandas: el curso de la Historia no se detiene y nuestro presente está lleno de memorias.
Así lo expresó, profética y esperanzadoramente el Presidente Allende al despedirse de su pueblo:
“…Tengo fe en Chile y su destino, superarán otros hombres este momento gris y amargo… la Historia es nuestra y la hacen los pueblos… y… más temprano que tarde se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el Hombre libre para construir una sociedad mejor”.
El llamado de la Patria dice ¡Apruebo!
Julio de 2022
*Fuente: Politika
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