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Para elaborar un «manual de uso»

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Se dice que el único “artefacto” que debe funcionar sin “manual de uso” es el ser humano. Cada uno debe elaborar en su vida este “manual” para lograr existir en plenitud. Todas las capacidades humanas tienen en común un sentido de unidad en la comprensión de una situación o en nuestra reacción ante ellas. Nuestra comprensión es holística, es decir, es capaz de captar el conjunto general que vincula las distintas partes que lo componen.

Nuestro cerebro se fue formando a medida que, en la evolución, se iban haciendo cada vez más complejas las estructuras. La parte más primitiva del cerebro, el tronco encefálico, aparece en los reptiles que darán origen, millones de años después, a los primeros mamíferos. El tronco encefálico se encarga de los instintos básicos de supervivencia: el deseo sexual, la búsqueda de comida y las respuestas al peligro que ordenaba pelear o huir. Sobre este “cerebro reptil” se organiza, como un anillo, el cerebro medio o “sistema límbico”. Este, que aparece en los primeros mamíferos, será asiento de emociones primitivas como el miedo o la agresión. Desde este anillo, se desarrollará la capacidad de aprendizaje y memoria, con lo que el individuo es capaz de conocer lo que necesita y evitar el peligro. Sobre el cerebro medio, hace aproximadamente cien millones de años la evolución dio un salto enorme, una megamutación. Por encima del sistema límbico se forma el neocórtex,la corteza cerebral, el “cerebro racional”. No se desechó nada, sobre cada estructura se fue agregando otra para perfeccionar lo anterior. El comportamiento humano podrá, desde aquí, controlar y dirigir reacciones  de nuestros cerebros primitivos.

¡Enorme desafío se nos ha dado a los seres humanos! Un esfuerzo de 14.000 millones de años, iniciado en el Big Bang, del que surgieron esas partículas elementales que llegaron a constituir átomos y moléculas para, en una de las millones de galaxias, modelar al Sol y a nuestra Tierra y lograr en ella la Vida. Esa Vida ha llegado a un ser conciente, capaz de controlar su existencia. Este esfuerzo evolutivo del que somos producto, merece que hagamos un “buen uso” de nuestras capacidades.

Para manejar nuestras potencialidades, lo primero es distinguir de donde vienen nuestras reacciones inconcientes y bruscas (como reptil): del tronco encefálico; nuestros sentimientos negativos o positivos, que se traducen en emociones de miedo, rabia, agresión, alegría, tristeza o indiferencia (como perro, gato o delfín): del sistema límbico. Las reacciones, sentimientos y emociones no son buenos ni malos, aparecen. Nuestra corteza cerebral nos permite controlar lo que hacemos con ellos: agredir, arrancar o dialogar y entendernos. Al conocer este mecanismo, hacemos uso de la inteligencia emocional, la que nos permite conducir aquello que brota de lo más profundo de nuestro sistema nervioso. Actuando coordinadamente el cerebro reptil con el cerebro mamífero y la racionalidad, mediante conexiones nerviosas entre uno y otro, podemos lograr comportarnos y tener resultados extraordinarios. Al comenzar el nuevo milenio, neuropsiquiatras de universidades inglesas y norteamericanas descubren que, además de la racionalidad medida por el coeficiente intelectual (CI) y la emotividad controlada por la inteligencia emocional (IE), el ser humano ha desarrollado una inteligencia espiritual (IES). ¡Esta es la característica más humana que sólo  conocíamos por sus resultados en ciertas personas privilegiadas y más evolucionadas! Esta inteligencia que permite desarrollar al máximo todas nuestras potencialidades, emplea una malla interconectada de neuronas que utiliza toda la capacidad cerebral.

¿Cómo hacer uso de esta IES que todos poseemos? Con mucho trabajo, con reflexión, con control, con humanización. Utilizando nuestra consciencia como radar, nuestra libertad para elegir y nuestra responsabilidad  para hacer bien lo que debemos hacer, podemos “entrenar” esta capacidad  inmensa y hermosa. Tanto más humanos seremos en cuanto accedamos a esta IES que nos permitirá una visión holística, que nos facilita reaccionar adecuadamente y constituye  el pensamiento unificador: las tres inteligencias coordinadas en una IES que pasará a ser la que dirige.

Se pone como ejemplo, para entenderlo, a un grupo de peces de colores dentro de una pecera. Los peces no tienen conocimiento de estar en el agua y, menos, de estar en una pecera. Es su medio habitual. Uno de los pececitos pega un gran salto fuera del agua. Desde esta nueva perspectiva se da cuenta que viene de un mundo de pecera y agua. Sabe ahora que hay un mundo mayor, distinto de su pecera y agua. Ha cambiado su visión de la realidad. Este proceso de ampliar nuestra perspectiva, de salir de nosotros mismos hacia nuevas dimensiones de libertad, emplea la inteligencia espiritual. Esta nueva conciencia produce una revolución y se transforma en una revelación personal de lo que somos, de por qué estamos aquí y de cómo debemos actuar. El desarrollo y empleo de nuestra espiritualidad termina siendo como un nuevo nacimiento, casi una resurrección. Esta IES la vemos aplicada maravillosamente a 700m de profundidad, en las entrañas de la Tierra. ¡¡Existe y es posible utilizarla!! Los 33 mineros han elaborado un “manual de uso” del que debemos aprender.

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