Tita Parra, a 53 años del suicidio de Violeta: “Los mensajes claros de sus canciones se ven en las calles, no en su museo”
por Elisa Montesinos (Chile)
5 años atrás 11 min lectura
05.02.2020
El pelo suelto y largo, la cara lavada y camisa artesanal, la asemejan a Violeta. Hace tres semanas en medio del patio de la antigua Escuela de Artes y Oficios, hoy USACH, Tita tomó el micrófono en el Encuentro Plurinacional de las que Luchan para hablar de la Fundación Violeta Parra y de la ruta musical en torno a la figura de su abuela. Una frase sobre todo quedó resonando: la Violeta no depende de ningún museo. Hoy, al cumplirse un aniversario más de la muerte de la gran compositora y artista, publicamos esta conversación con su nieta y una de las guardianas de su legado.
Al regresar del exilio, su madre Isabel se hizo cargo de la titánica tarea de rescatar la obra de Violeta que estaba dispersa; hasta las arpilleras habían tenido que salir fuera de Chile para salvarse. Intentaron rescatar la casa de Carmen 340, donde antiguamente funcionó la Peña de los Parra, pero no podían solventar los gastos y debieron recurrir al Estado. 20 años de gestiones les costó que Violeta tuviera un museo.
-¿Cuál es la relación de la Fundación Violeta Parra con el museo que lleva su nombre?
-La Fundación Violeta Parra es una institución que se fundó cuando llegó la democracia y se terminó el largo exilio de mi mamá. Se armó un grupo de personas y decidieron crear la fundación para reunir la obra Violeta. Ahí recién se pudo rescatar la música inédita y publicar los discos, remasterizarlos, recuperar materiales, reconstruir a la Violeta y comenzar a difundirla. La fundación Violeta Parra fue fundadora de la Fundación Museo Violeta Parra junto con otras personalidades e instituciones importantes del Estado, y para eso hubo que hacer una cantidad de trámites que no te puedes imaginar. No somos el museo, somos una parte, pero la obra, el legado de Violeta que está en el museo sigue perteneciendo a nosotros, está prestado en comodato al Estado de Chile. Tenemos que resolver en conjunto con un directorio, que actualmente tiene mayoritariamente personas del gobierno de Piñera.
Lamentamos mucho que el museo no se haya adaptado a las nuevas circunstancias. No pudimos realizar cabildos, conciertos, actividades y rituales de sanación. Por el contrario, el museo se convirtió en un campo de batalla de todas las luchas de todos los días sin ninguna postura durante el movimiento social de ninguna clase. Lo único que se atinó a hacer fue resguardar la obra y ninguna otra participación, ninguna voz. Está clausurado hasta nuevo aviso, lo cual significa que está totalmente muerto. Públicamente y hacia afuera el museo no existe. Lamentablemente hay estatutos, hay reglas que se tienen que respetar, y hay peligro también, eso es innegable. El museo está super dañado y se convirtió en un callejón de la muerte. Ha sido refugio de los pacos, le han cambiado la rueda al zorrillo en el sitio del lado…
-¿Violeta se revolcaría en su tumba?
-Yo no diría eso, porque esa es una frase un poco trillada y no quiere decir mucho. Por ejemplo en el museo alguien escribió, Violeta sería capucha, es más entretenido que revolcarse en la tumba. Si el museo hubiera tenido una actitud más activa, si se hubiera seguido haciendo música, si se hubieran hecho cabildos, si se hubiera puesto el sonido de la voz de la Violeta Parra sonando con parlantes, hubiera calmado más los ánimos, hubiera creado más paz en esa zona, hubiera hecho callar todo lo que significa la muerte, la violencia y la represión, con la cultura, el amor. Nosotros hubiéramos llevado dos mil personas a hacer música, cantar, bordar, a hacer arpilleras, a danzar, a hacer un llamado amoroso a la paz, a la sanación, íbamos por ese camino antes que ocurriera el estallido. Íbamos a poner animitas de la Violeta, a hacer jardín, rituales circulares con mujeres, con fuentes de agua, o sea crear un campo magnético de energía creativa y positiva, artística.
-La gente lo hubiera sentido más como suyo también
-Claro, pero el museo quedó solo. No había nadie, solamente los guardias que estaban totalmente colapsados. Hubo un momento que quedaron sin agua, sin luz, rompieron los medidores, o sea fue saqueado. Tampoco hubo una dirección activa y creativa que hiciera un llamado a defender el museo, de manera abierta y fuerte, con las canciones y sus letras, con la simbología del arte de Violeta Parra como la luz que es, que brilla en todo Chile. Por el contrario, ese silencio neutral, frío, lo dejó como un terreno baldío y abandonado, tierra de nadie, sacudido por gases, bombas, balines y piedras. Tenemos fotos desoladoras de toda esa etapa, en un lugar donde podríamos haber hecho vigilia permanente, salvando vidas y ojos, cuidando heridos, cantando y alumbrando.
-El directorio resolvió por estatuto cerrar el museo por razones de seguridad. ¿Ustedes como Fundación Violeta Parra están de acuerdo en que esté clausurado?
-Es obvio que el museo así tal como está no puede seguir funcionando, pero tampoco queremos que quede clausurado para siempre, poco menos que hasta que cambie el gobierno. La última y buena noticia es que, en acuerdo con el arquitecto del museo, se iniciará el proceso de reconstrucción para que pueda volver a funcionar. Mantenerlo cerrado no es bueno. Si tú no limpias, no arreglas, no haces actividades de sanación, de música, actividades culturales positivas, donde se dé a conocer una postura del museo respecto al estallido, una postura coherente que aporte, que lo defienda y proteja, es dejarlo en el abandono.
-Cuéntanos de La Ruta de Violeta Parra, ¿es un proyecto que nace por esto?
-No, es un proyecto que viene de mucho antes, que tiene que ver con una nueva tendencia de trabajo de redes colaborativas en relación al mundo actual. Es una red de resistencia cultural, que funciona de manera autogestionada, autoconvocada y autónoma. La Ruta de Violeta Parra consiste en crear conciertos de música en distintos pueblos y rincones, producidos por los mismos músicos y complementados con todo tipo de intervenciones artísticas de la cultura popular. Este proyecto lo traje de Brasil, donde existe hace 6 años (en cada país lleva el nombre de un compositor distinto). En varios países está prendiendo entre los artistas para generar espacios de trabajo, conciertos y para no depender del gobierno de turno, del partido político de turno, o del alcalde de turno.
-En el encuentro plurinacional dijiste que Violeta Parra no le pertenece a ningún museo, ¿o no?
-Lo que yo dije fue que en vistas de que el museo está en pausa, decidimos reactivar la Ruta de Violeta Parra que nació en 2017, y ahora con el movimiento social tiene más sentido que nunca. Porque, a todo esto, a los músicos se nos acabó la pega. Los únicos que están trabajando son los que pudieron obtener algún concurso del Fondart y los que tienen algún contrato, o trabajan como embajadores del gobierno. Ahora, la Violeta no depende de ningún museo. La Violeta Parra es mucho más allá del museo, es una artista universal que sigue su propio cauce por todos los ríos del mundo, sigue resonando, cantando y siendo cantada por múltiples voces, y está replicándose no solo en la música, sino también en las bordadoras, en las arpilleristas; hay un movimiento enorme de mujeres que bordan por todo el país, mujeres que pintan. Violeta es como un modelo de mujer a seguir. Las feministas la quieren mucho, cantan las canciones de ella. Y de alguna manera gracias a ella nosotros mismas estamos redescubriendo a la Violeta como feminista, en la medida en que ella se rebeló contra el patriarcado y denunció el autoritarismo en todo el mundo, ella se convierte en feminista.
-Cuando el museo se vuelva a abrir ¿qué faceta de Violeta que en la etapa anterior fue dejada afuera consideras que sería importante incluir?
-Yo tuve un contacto con la Violeta tan directo y tan cercano, que muchas veces vi el museo como muy lejano a la Violeta, y creo que mucha gente lo sintió así. La gente llega y ve un cuadro o una arpillera de la Violeta, y con eso se sostiene el museo, pero falta el espíritu. Ni siquiera se puede tomar un mote con huesillo; había una cafetería ridícula que vendía brownies, pero la cerramos. Los mensajes claros de sus canciones se ven en las calles, no en su museo.
-Ella siempre mezcló sus espectáculos con la comida que preparaba
-Claro. Eso falta: el espíritu popular, campesino de la Violeta. Es un museo que retrata la cultura neoliberal tal como se ve en la Concertación; la cultura formal, fría y alejada del pueblo. Ha sido muy difícil hacer un museo que retrate a la verdadera Violeta. Porque ella hacía otras cosas; hacía talleres de formación musical, de formación de cueca. Los talleres que se hacen en el museo parecen pasatiempos. No hay clases de música, de guitarra de Violeta Parra, no hay una escuela de música como lo habría hecho Violeta. No hay formación de canto y guitarra al estilo del canto popular de Violeta Parra. Lo hemos propuesto, pero la respuesta siempre “es que no hay plata”. Todo se hace con plata. No hay la voluntad de hacer nuevas cosas o de postular a proyectos para financiar estas formas de enseñanza. Fuera de eso, hemos recibido quejas y reclamos dolorosos por situaciones de maltrato laboral y humillaciones a los trabajadores…
-Si Chile entero está cambiando, cómo no va a cambiar un museo
–Pienso que el directorio tampoco aporta en el sentido artístico de la línea editorial del museo. No ha habido una nueva curatoría ni una nueva exposición desde que se inauguró. El museo está en un letargo extraño, cuando todo Chile despertó. Necesitamos que se ponga en marcha para participar en el proceso de cambios que se viven en este movimiento social, recoger las reflexiones feministas, de los y las artistas, sobre la música y cultura, sobre la nueva constitución y las políticas culturales, nuevos modos de hacer cultura y arte para Chile.
-Las arpilleras se han expuesto antes de que existiera el museo y es lo que la gente más ha visto
-Es lo que yo decía: las arpilleras están sosteniendo el museo ¡y nada más! ¡Falta todo lo demás! Violeta es una cantora popular, y en el museo no hay un departamento de música. Lo que más importa es el informe financiero, el horario, los estatutos, las normas, las reglas, y lo que menos importa es el espíritu de Violeta.
*Fuente: ElDesconcierto
08.02.2020
20 años dedicó Isabel Parra junto a su hermano Ángel y familia para que pudiera existir un museo dedicado a la vida y obra de la gran compositora y artista visual chilena. Ahora habla desde lo que quedó del museo en un video compartido en su cuenta de FB.
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