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El Dios en quien no creo y el Dios en quien sí Creo.

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No creo en el Dios que nos creó para gloriarse en sí mismo;                                                       

no creo en el Dios que quiere imponerse sin proponerse

ni en el Dios que sólo dio el punta pie inicial a la Creación.

No creo en el Dios que es uno porque es una sola persona eternamente sola;

ni en el Dios cuya fe se sostiene sólo con doctrinas y normas morales.

No creo en el Dios sádico del cosmos que busca nuestro sufrimiento para purificarnos

ni en el Dios viviseccionador que experimenta con nosotros poniéndonos a prueba.

No creo en el Dios que no toma en serio nuestra libertad

ni en el Dios que abusa de la fe de los más pobres.

No creo en el Dios tan pluralista, globalizado y sincretista al cual todo le da lo mismo

ni en un Dios totalmente todopoderoso o “todomacanudo”.

No creo en el Dios que envió a su Hijo y lo dejó morir por nada

ni en el Dios que sólo nos juzga por nuestros pecados.

No creo en el Dios que solamente nos creó a nosotros en todo el universo

ni en el Dios encerrado en religiones y ritos.

No creo en el Dios que lleva la cuenta de tus caídas y no de tus levantadas

ni en el Dios que goza al castigar a quien lo contragolpea.

No creo en el Dios que impone su amor, que se engaña a sí mismo e ignora la voluntad de los otros

ni creo en el Dios Ausente y que nos creó con instintos para luego condenarnos por ello.

No creo en el Dios irresponsable que nos tiene reencarnándonos

ni en el Dios que se queda en su Cielo sin comprometerse con el mundo.

No creo en el Dios que desea que nuestra vida sea un valle de lágrimas

ni en el Dios que se codea sólo con los ricos, influyentes, poderosos e intelectuales.

No creo en el Dios que perdona todos los pecados

ni en el Dios que hace vista gorda a las injusticias e iniquidades.

No creo en el Dios cuya mayor gloria es la menor gloria del hombre

ni en el Dios que se busca a sí mismo en sus creaturas.

No creo en el Dios Puritano, para el cual, sólo cuenta lo sexual

ni en el Dios que negocia con nosotros para que nos “ganemos el Cielo”.

No creo en un Dios de muchos Nombres ni de un sólo nombre

ni en un Dios Exclusivista y excluyente que limita el número de sus elegidos.

No creo en el Dios que lo prohíbe todo, incluso celebrar cumpleaños, navidades,

y realizar transfusiones para salvar una vida.

No creo en el Dios que limita el pensamiento de sus creaturas

ni en el Dios que necesita hacernos sentir culpables.

No creo en el Dios que cada cierto tiempo revela nuevos libros sagrados

y al final elige a la nación más poderosa para revelarnos un nuevo libro.

No creo en el Dios que exige venerar imágenes y conceder a cambio favores

ni en el Dios antropomórfico hecho a imagen y semejanza de intereses eclesiales.

No creo en el Dios de quienes lo usan para lucrar con la fe

ni en el Dios de los que explotan a los pobres y abandonan a los marginados.

No creo en el Dios de quienes sólo persiguen sus creencias o sus ideas de Dios

ni el de los que condenan sin ni siquiera juzgar.

No creo en el Dios de los que construyen instituciones y normas de carácter divino

para sustentar sus status y privilegios.

No creo en el Dios de los que se creen en lo correcto, despreciando a los pecadores

ni en el de aquellos ilusamente intachables o santurrones.

No creo en el Dios de quienes esquematizan la fe, la vida y el amor

ni en el de los cuales aman sólo “por” amor a Dios, pero no con el amor gratuito de Dios.

No creo en el Dios de los que siempre están desconfiando de todos

y sobretodo de los que les ofrecen su amor.

No creo en el Dios de aquellos que evitan el mal sin hacer nunca el bien

ni el de quienes usan la Palabra de Dios para fundamentarse en sus conveniencias.

No creo en el Dios de los que ideologizan la fe o espiritualizan una ideología

para no quedar mal con nadie

ni en el Dios de los que promueven una catequesis trasnochada.

No creo en el Dios de los que torturan y matan, y después van a sus cultos

ni en el de los que absolutizan lo secundario de la vida y relativizan lo esencial.

No creo en el Dios de los que se creen elegidos

ni de los que sólo se esfuerzan por tener a todos en sus filas, uniformando la fe.

No creo en el Dios de quienes distribuyen y promueven libros sobre Dios pero no de Dios.

ni creo en el Dios de los que meditan todo el día sin hacer nada en favor del otro.

No creo en el Dios de los que no oran para cambiar ellos mismos, sino para cambiar la voluntad de Dios.

No creo en el Dios de los que necesitan perfeccionarse en virtud de sí mismo

y no por alguien o por una causa.

No creo en el Dios de los que sólo oran para encontrarse con los seres amados al “otro lado”

ni creo en el Dios de los que atacan y se vengan en nombre de Dios.

Yo creo en el Dios que no promete algo, sino que se promete a Sí Mismo;

en el Dios Vivo, Único, Trino y Verdadero que no tiene una propiedad para darnos,

sino que sólo se tiene a Sí Mismo, y que Él Mismo se Regala.

Yo creo en el Dios Comprometido que acompaña a su Creación desde siempre y para siempre,

en el Dios que prefiere a los humildes y abandonados de este mundo.

Yo creo en el Dios que es de Amor Gratuito y de Esperanza,

en el Dios que sale a nuestro encuentro y camina al paso que podamos andar.

Yo creo en el Dios Único pero no solitario,

en el Dios Trinidad de Tres Personas Divinas en Comunidad Eterna y Feliz,

donde lo que el Padre da al Hijo es Él Mismo y lo que el Hijo da al Padre es Él Mismo,

y en donde dicha entrega completa, eterna y perfecta es el Espíritu Santo

que es el Amor o el “nosotros” del Padre y del Hijo en Persona,

donde si uno de ellos Tres faltase el otro no podría existir; …Dios Mismo no podría existir;

porque si Dios en su propia realidad no tiene la experiencia del darse por completo

no podría darse a Sí Mismo a cada uno de nosotros.

Yo creo en el Dios que no perdona todos los pecados,

porque no perdona el pecado contra el Espíritu Santo (cfr. Mt.12,31).

Yo creo en el Dios que sufre con nosotros y por nosotros

en el Dios todopoderoso que todo lo puede soportar, que puede sufrir y morir.

Yo creo en el Dios Crucificado cuya salvación no va al margen del dolor,

sino a través de él para extirparlo de raíz.

Yo creo en el Dios sufriente y siervo que hace la experiencia de nuestra necesidad;

en el Dios que no sólo es Causa de lo creado, sino Sentido de todo lo que existe.

Yo creo en el Dios que no ha sido sólo alma de nuestra evolución,

sino de muchas otras formas de existencia y civilizaciones en el universo;

en el Dios que opta por la periferia y que en consecuencia eligió nuestro mundo para encarnarse.

Yo creo en el Dios que nunca nos somete a pruebas, pero que opera si tiene que sanar o salvar,

en el Dios que nunca castiga, sino que nos ayuda a transformar nuestra vida.

Yo creo en el Dios que no espera que cambiemos para amarnos,

sino que nos ama sin condiciones para que cambiemos.

Yo creo en el Dios que es como un Padre Todocariñoso que nos cuida y ama con la ternura de una mamá,

en el Dios que no nos ama para que seamos buenos, sino que nos ama gratuitamente porque sí.

Yo creo en el Dios que sufre el barro de la vida y un abandono real en la Cruz,

en el Dios Solidario con la causa de los crucificados de este mundo.

Yo creo en el Dios que no ha creado el mal ni al demonio como demonio,

creo en el Dios que muere en una cruz para estar por encima de cualquier negación posible.

Yo creo en el Dios que lleva la cuenta de nuestras levantadas y sopesa nuestro esfuerzo,

no nuestras caídas;

creo en el Dios que no nos juzgará por los pecados que cometimos,

sino por el bien consciente y real que pudimos haber hecho en nuestra historia y no lo hicimos.

Yo creo en el Dios que es digno de ser amado sin la necesidad del Cielo

y de ser respetado sin la necesidad del infierno.

Yo creo en el Dios que se siente fracasado cuando alguien se condena;

en el Dios que se la juega entero por rescatarnos del abismo,

y que baja hasta las profundidades

respetando absolutamente nuestra decisión de confiar y tomar su mano.

Yo creo en el Dios respetuoso que no entra a patadas en nuestras vidas;

en el Dios para el cual, la libertad es algo serio que Él toma en serio.

Yo creo en el Dios que se hace Hombre para que el hombre llegue a Dios;

en el Dios cuya única condición para amarnos es dejarnos amar por Él sin condiciones.

Yo creo en el Dios que no soporta la injusticia al inocente, indefenso o abandonado;

creo en el Dios que no crucifica ni diviniza el dolor del pobre, con la Cruz.

Yo creo en el Dios revelado en el original bíblico,

en el Dios que no se deja manipular por la religión, ideologías y creencias.

Yo creo en el Dios Eterno, no infinito;en el Dios Vivo y Presente que está gratuitamente conmigo y que ama a cada uno como si fuera el único.

Yo creo en el Dios cuya única medida de amor es amarnos sin medida;

en el Dios que opta preferencialmente por los más despreciados de la sociedad.

Yo creo en el Dios que no calza con nuestras conveniencias, expectativas y proyecciones :  porque no es una sola Persona; porque se Da a Sí Mismo; porque decide encarnarse antes de la creación del universo o de los universos; porque nace de una Virgen; porque vive pobre; porque comparte con pecadores; porque se deja matar y crucificar; porque cuando todo parece negarlo, resucita; porque no tiene una fecha para el Juicio, sino la muerte que nos presenta ante su Presencia; porque da sentido hasta al sin-sentido…porque es de Gratuidad.

Yo creo en el Dios que ante la muerte de mi ser más amado, ha dicho “Yo Soy la Resurrección y la Vida, quien cree en Mí aunque muera vivirá”;

en el Dios  del cual lo más importante no es su doctrina ni su moral, sino Él Mismo.

Yo creo en el Dios que no se deja manipular por instituciones eclesiales

ni da privilegios materiales y sociales sólo a algunos.

Yo creo en el Dios que nos ha llamado a esta única existencia y no a varias vidas;

creo en el Dios que toma en serio mi propia vida y nos promete la Suya.

Yo creo en el Dios Justo que hace justicia,

en el Dios que aunque a veces demora en responder, lo hace por una gran razón

y dicha razón es por una gran bendición.

Yo creo en el Dios que no es totalmente todopoderoso,

porque no puede crear otro eterno ni cometer el mal ni engañarse ni negarse a Sí Mismo,

pues, lo haría en cuanto Dios, es decir, de manera absoluta.

Yo creo en el Dios que muchas veces no nos salva de la enfermedad,

pero siempre nos salva en la enfermedad, en el dolor y en la muerte.

Yo creo en el Dios Eterno que es Presente Perpetuo,

que me rescata y me resucita cuando sea mi hora,

porque su dimensión no es el espacio-tiempo, sino la eternidad

donde por su Voluntad todo le es simultáneamente presente.

Yo creo en el Dios que no me deja “durmiendo” o encarcelado

o en una sala de espera durante miles de años,

sino que nos resucita al morir cuando hemos optado fundamentalmente por Él en nuestra vida,

ya que sólo Él es Presente Perpetuo y Alguien para siempre.

Yo creo en el Dios cuyos caminos no son los nuestros;

en el Dios amante del pecador pero no del pecado; en el Dios que es Eterno porque es Gratuidad;

que es Perfecto y Bueno porque al ser Gratuito no quiere excluir a nadie de su corazón;

que es Todopoderoso porque puede asumir lo totalmente contrario a Él y dejarse crucificar

para negar su negación máxima, resultando un sí a la vida produciendo resurrección.

Yo creo en el Dios que está guiando a su Pueblo e insiste en hacerlo,

a pesar de que su Pueblo no lo escuche ni siga;

en el Dios cuyo objetivo es luchar contra las cruces de la historia

y que dignifica sólo el dolor y la Cruz cuando es consecuencia de esa lucha.

Yo creo en el Dios que está más allá de todo lo que existe, pero que no se queda siempre lejano;

en el Dios que está en todo lo que existe para que exista, porque sólo Él da la existencia,

pero que no se queda encerrado en la materia.

Yo creo en el Dios que actúa por todo lo que existe porque no es un motor inmóvil,

sino que su Ser es Dinámico y Absoluto porque siempre se da a Sí Mismo en cuanto Dios.

Yo creo en el Dios al cual puedo amar más que a mi madre fallecida, más que a mi padre muerto,

y a él y a ella, más que a mí mismo;

porque creo en Dios como  el fin, no como el medio para restablecer un pasado feliz.

Yo creo en el Dios que me ha permitido ser padre de un hijo con deficiencia, pero maravillosamente inocente, tierno y puro.

Yo creo en el Dios tan Lindo, que me hizo conocer alguna vez a esa hermosa y especial mujer que amé y fuimos una sola carne,

de ese Dios que me ayuda a extender las fronteras de mi yo al máximo, para el crecimiento del ser amado.

Yo creo en el Dios que para hacernos feliz suma placer más significado.

Yo creo en el Dios amante del ser humano y de la contradicción específicamente humana;

en el Dios que me hace extraer incluso de mis acciones pecadoras y de las tragedias, una gota de sentido.

Yo creo en el Dios por el cual amo y me desvivo,

por quien he llegado a ser alguien que ama y piensa,

por el Dios que me hace llorar con su perdón y olvido

por quien doy mi vida entera y mi libertad;

a quien agradezco haberme creado a pesar de mis desdichas y pecados.

Yo creo en el Dios que me lleva en sus brazos cuando sufro

en el Dios al cual, nunca amaré tanto como quisiera.

Yo creo en el Dios que me acepta tal cual soy: un niño-grande y un hombre-niño;

en el Dios al cual daré mi mano en mi abismo

y de su Mano, para siempre entraré en su Luz Eterna

como un crío.                          

– El autor es teólogo

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