Sebastián Piñera, el Robin Hood de la Bolsa de Comercio
El tema de los ofrecimiento del candidato de la derecha no me sorprende en absoluto: sólo los muy ignorantes desconocen que los reaccionarios siempre utilizan el populismo para enganchar a los muchos yanaconas – indios serviles- que, por desgracia, hay bastante entre los ciudadanos. Es demasiado fácil regalar $40.000 como bono para hacer cree al “rotaje” en la imagen del millonario, Sebastián Piñera, “generoso en grado superlativo, capaz, como San Martín, de regalarle su capa al necesitado, acostarse en la cama de un “atorrante” en el Hogar de Cristo. Parece que uno de sus asesores de comunicación le dijo a Sebastián que le faltaba corazón y, como es un narcisista y mete pata, completamente incapaz de generar empatía con el prójimo, se pasó al otro extremo: no sólo ofreció esa suma de dinero –que por lo demás sale del bolsillo de todos los chilenos- sino que también asegura que, en cuatro años, inventará un millón de empleos, es decir muchos más de los que ahora están desempleados – como para ofrecerle trabajo a algunos cesantes del Continente, lo que sería un gesto brillante y latinoamericanista.
Sebastián Piñera sigue a un filósofo, que más vale no recordar, cuya única idea consistía en que “todo hombre tiene su precio”, razón por la cual nunca he podido entender que algún “ingenuo”, como San Alberto Hurtado creyera que la vida no sólo es amasar dinero, sino que una consagración auténtica al servicio de los pobres, que aún en el Chile de hoy son masacrados por personas irresponsables, por ejemplo, en el Hospital de Talca, o estudian en precarias escuelas municipales – todavía con letras y números- siendo condenados a la deserción escolar, la marginalidad, la droga y la cárcel.
Es demasiado fácil engañar a los ciudadanos con ofertas, con sabor a cohecho, que no implican ningún riesgo para el candidato. Esta situación me recuerda lo que ocurría en la república plutocrática (1891-1925) en que los oligarcas temían que, por medio del sufragio universal, los pobres – que eran la mayoría- se tomaran el poder; ¡cómo podría ser que un roto ignorante votara igual que un caballero!, por consiguiente, habría que buscar un correctivo para hacer anodino el sufragio universal: nada más expedito que el cohecho; al fin y al cabo, los obreros, peones y los pobladores necesitan dinero para comer, y los candidatos pueden procurárselo aun cuando sea solamente el día de las elecciones.
El candidato Enrique Zañartu Prieto, un liberal balmacedista, planteaba lo siguiente:
“¡Atención! ¡Atención! El mayor de los regalos nunca visto en Chile. ¡Una vaca lechera con cría al pie, de toro fino! Además de la gratificación que se repartirá a todos los electores que voten por el Sr. Zañartu se les dará un boleto para tener derecho a entrar en una rifa de una vaca lechera con cría al pie, de toro fino, que se tirará inmediatamente después de la elección, y al que le toque el número premiado puede llevársela en el acto, dando su contramarca, pues estará desde temprano en el pueblo a la vista de los electores. Además si el Sr. Zañartu saca mayor número de votos que los otros candidatos, estos mismos números servirán para una rifa de una yunta de bueyes que se tirará los primeros días de junio, para una vez verificada la elección de electores de Presidente. Nota: los que no voten por Zañartu no tendrán derecho al número para la rifa…Los comisionados han tomado las medidas necesarias para el buen cumplimiento al depositar los votos a favor del Sr. Zañartu. ¡Viva don Enrique Zañartu! ¿Viva Balamaceda! ¡Como un solo hombre a votar por Zañartu! (Heisse, tomo II:229, cit. por Portales, 2004: 141).
Era tanta la corrupción de la república plutocrática, a cusa del cohecho, que Manuel Rivas Vicuña, en su Historia parlamentaria relataba que los electores de un Distrito determinado se indignaban cuando los candidatos se coludían para no competir – en buen chileno, se repartían los sillones -. Que los lectores no se extrañen: lo mismo ocurrió en la circunscripción de Valdivia, donde Allamand y Frei se repartieron los cargos de senador, en un convenio de designación, que dejó marcando ocupado a los electores. Sigo sosteniendo que la plutocracia actual de castas no se diferencia de la de comienzos del siglo XX.
El Sr. Zañartu y los diputados y senadores que eran elegidos en base al cohecho al menos que aportar de su peculio para comprar la conciencia de los corderos – muchos de ellos eran peones de sus haciendas -. En esos tiempos se empleaba la encerrona, que consistía en reunir los “carneros” en las secretarías de los candidatos; se les daba una empanada y la mitad de un billete o un zapato; no faltaba el matón que, en la cola para votar, golpeaba al primero para escarmiento de los cohechados que lo seguían.
En la democracia actual, claro, es un poco distinto: ya no es necesario entregar la mitad de billete o rifar una vaca, aunque se ha sabido de algún candidato – muy reciente- que regalaba anteojos y algún dinero para reemplazar sus zapatos rotos. Ahora es más fácil ofrecer el dinero fiscal, aun cuando falten meses para la primera vuelta – es como repartir el ajuar de la abuela, o sea el botín, antes de su muerte; incluso, los legionarios romanos eran un poco más caballeros: esperaban conquistar la ciudad para violarse a las vírgenes.
Por suerte, gracias a “nuestra excelente Presidenta”, como decía un suplementero amigo mío, los corderos están tomando conciencia de su dignidad, y no se vuelven locos de admiración y de servilismo porque un hombre se ha hecho rico en base a la audacia especulativa. Por suerte, cada día hay menos yanaconas y más guerreros mapuches, que no se venden por $40.000 que, además les pertenece.
Como los cuentos al revés, Sebastián Piñera pretende ser el Robin Hood, no robándole a los ricos para dárselo a los pobres – como dice la leyenda- sino engañándolos con el reparto del dinero de propiedad de los ciudadanos. Algo así como El Tartufo, que terminaba haciendo creer a la familia estafada que le estaba haciendo un bien.
25/08/09
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