De nuevo aislado y desprestigiado: Estados Unidos en América Latina
por Toni Solo (Argenpress)
15 años atrás 16 min lectura
Los últimos asesinatos de dirigentes regionales de la Unificación Democrática en Honduras indica que Honduras podría volver atrás hacia los años siniestros del tiempo de la guerra sucia de Álvarez Martínez, supervisado por John Negroponte. Desde Managua, Robert Callahan, el compinche de Negroponte en su promoción en Honduras en aquel tiempo del Estado de Seguridad Nacional, observa los acontecimientos. El domingo 19 de julio marca el treinta aniversario del triunfo de la Revolución Popular Sandinista sobre la dictadura somocista. Es un buen momento para hacer inventario.
La situación actual en Honduras
Este último fin de semana, en el norte de Honduras, personas desconocidas asesinaron a dos dirigentes regionales de la Unificación Democrática. Las circunstancias de los asesinatos hicieron recordar el tiempo de la guerra sucia en Honduras de los años 1980s. El domingo, el régimen usurpador expulsó del país a dos equipos de periodistas venezolanos. Eso deja a Honduras sin ningún medio internacional comprometido en asegurar una cobertura justa de la masiva resistencia del movimiento popular al golpe de Estado.
Sólo quedan algunas estaciones de radio independientes que siguen trasmitiendo información confiable de lo que pasa – Radio Globo, Radio Progreso y Radio Es-lo-de-menos. Casi todos los medios principales del país pertenecen a los golpistas. El Canal 11 de Jaime Rosenthal intenta mantener una especie de neutralidad.
Radio Globo y Radio Progreso fueron tomados por los militares por un tiempo poco después del golpe. Pero ahora siguen transmitiendo, a pesar del hostigamiento de las fuerzas golpistas de inseguridad. De igual manera, el periódico alternativo el Libertador ha estado bajo vigilancia constante de parte de los militares y la policía. Jhonny José Lagos, su editor, está bajo constante amenaza de ser detenido.
Después de dos semanas, el régimen golpista levantó el toque de queda, pero el estado de excepción queda vigente. Entonces los militares y la policía hacen lo que quieren, libre (¿s?) de debido proceso y de las protecciones legales fundamentales. El Comité de la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras informó la semana pasada que hay por lo menos 400 personas todavía detenidas en el país.
Con los dos asesinatos del fin de semana se eleva a 5 el total de las personas asesinadas por las fuerzas de seguridad, incluyendo el asesinato a sangre fría de Isis Obed Murillo. El padre de Murillo es un activista ambiental del departamento conflictivo de Olancho. Cuando éĺ denunció públicamente el asesinato de su hijo, fue arrestado bajo pretextos falsos y llevado a la cárcel en Olancho.
Aunque se haya levantado formalmente el toque de queda, el ejército y la policía siguen con las detenciones. Casi no ha salido información sobre la gran cantidad de jóvenes, y hasta niños, reclutados forzosamente por los militares en los barrios marginales y comunidades rurales. Varios alcaldes en lugares como Concepción del Norte y Trinidad, en la zona de Santa Bárbara o Tocoa, en el departamento de Atlántida, aparentemente siguen incomunicados. Podría ser que fueran detenidos o quizás estén en la clandestinidad, como parece ser el caso del alcalde de San Pedro Sula, la segunda ciudad del país.
El movimiento popular ha organizado acciones a nivel nacional con protestas bajo el liderazgo de los sindicatos, organizaciones comunitarias de base, centrales de campesinos y otras. El sistema de educación pública está cerrado por una huelga nacional de maestros. Se bloquean las carreteras principales del país para para la actividad comercial y así mantener la presión económica sobre la oligarquía golpista.
Los golpistas emboscaron y expulsaron al Presidente Manuel Zelaya a punta de fusiles para, dijeron, salvaguardar la Constitución. Ahora, en la tercera semana del golpe, los usurpadores mantienen suprimidas las garantías de la misma Constitución que juraron proteger. Radio Globo ha reportado que el-golpista-a-sueldo Roberto Carmona ha visitado Tegucigalpa para reunirse con los golpistas. Billy Joya, antiguo dirigente de los escuadrones de la muerte, ha sido nombrado como asesor del usurpador-en-jefe, Roberto Micheletti.
La diplomacia regional de Estados Unidos
Esta es la panorámica actual en lo que fue el patio-más-favorecido por John Negroponte, el gerente de los escuadrones de muerte en Honduras en los 1980s. No fue un mero capricho de Condoleezza Rice, Negroponte y sus compinches del régimen Bush, enviar a Robert Callahan, uno de sus más destacados tenientes, como embajador a Managua. Tampoco queda Callahan en aquel puesto debido a pura inercia de parte de la administración de Barack Obama. Callahan es un consejero para tiempos de guerra. Se mandó a Managua para sustituir al peluche Paul Trivelli para desestabilizar mejor el gobierno del FSLN. Si uno considera los currículums de los embajadores estadounidenses en la región, todos, en algún momento, han terminado un curso de estudio en una u otra de las academias militares de su país.
La biografía del Departamento de Estado para Robert Callahan nos informa que él dio clases por dos años en el Colegio Nacional de Guerra en Washington. La nota biográfica de Hugo Llorens nos informa que éste recibió una Maestría de Ciencias en Estudios de Seguridad Nacional del Colegio nacional de Guerra en 1997. Como nota de pie es de interés que Llorens se integró al servicio diplomático desde el banco Chase Manhattan. El embajador estadounidense en Guatemala, Stephen McFarland es graduado del Colegio de Guerra Aérea de su país.
Temporalmente al frente de la embajada de Estados Unidos en El Salvador, en este momento, está Robert Blau como encargado interino. La biografía de Blau dice, “fue anteriormente Director-Diputado de Asuntos Cubanos en la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, después de estar dos años en la Sección de Intereses Estadounidense en La Habana como Consejero para Asuntos Políticos y Económicos. En aquel puesto ganó el Premio por Excelencia James Clement Dunn por motivo de su apoyo a la oposición democrática cubana.”
En cada país de la región, Estados Unidos ha asignado estos clones – altamente experimentados, calificados y profundamente motivados ideológicamente. Cada uno tiene conocimientos exhaustivos de lo que es la desestabilización. Nada de esto es nuevo. Es de conocimiento común en América Latina.
La gente de quién el Presidente Obama depende por asesoría en América Latina comparte características muy parecidas. Arturo Valenzuela, miembro del muy poderoso Consejo por Asuntos Extranjeros, fue Asistente Especial del Presidente para Asuntos de Seguridad Nacional y Director Superior de Asuntos Interamericanos en el Consejo de Seguridad Nacional durante la segunda administración de Bill Clinton. Dan Restrepo, el más importante asesor de Barack Obama en asuntos latinoamericanos, ha sido Director del Programa de las Américas de la importante fábrica de sueños de producción masiva de propaganda y políticas, el Centro para el Progreso Americano.
Una visita al sitio web de esta entidad revela otra línea de producción robótica de realidad virtual, vomitando las variedades de análisis falsos, auto-exculpatorios y vacíos que han sido la marca característica de las esferas más altas de la vida intelectual ortodoxa estadounidense, incluyendo al Presidente Obama. Esta es la misma clase intelectual que cantó tan agresivamente alabando su sistema de consumo capitalista – ahora en la caída estrepitosa más sensacional de los últimos setenta años. Y, ahora que el declive imperial ya no se puede negar, el enjambre de individuos que constituye esta clase estrella podrida, ha empezado asumir un vocabulario de conciliación y de diálogo.
Pero no importa cuánto esfuerzo hacen para llevar de una manera convincente sus máscaras de amabilidad. Su arrogancia, su hubris (¿hibris?), su fanático loco amor para el poder militar se derrama por todos lados. La aspiración de Barack Obama de recuperar para Estados Unidos el liderazgo en América Latina implica no solamente mantener la presencia militar estadounidense en la región, sino de aumentarlo decisivamente. Por ejemplo, en Colombia la administración de Barack Obama está negociando no una base militar, sino cinco más.
Continuidad de las políticas en que se debe creer
El golpe en Honduras hace bien claro que a los seis meses de la administración del Presidente Obama el patrón de desestabilización de parte del gobierno estadounidense, tan obvio bajo el régimen de George Bush, sigue igual de feroz y sucio como antes aunque, posiblemente, con mayores posibilidades de poder negarlo oficialmente. Como candidato presidencial antes de noviembre 2008, Barack Obama insistió que como Presidente él recuperaría el liderazgo – léase dominio – de Estados Unidos en el continente.
Aquella bola de nieve no sobrevivió ni dos microsegundos en el infierno del golpe de Estado en Honduras. La verdad fue que los países del ALBA asumieron el liderazgo del continente. La reacción instantánea de Venezuela, Cuba y Nicaragua hizo aparecer a Hillary Clinton y Barack Obama como los fraudes de doble cara que son.
El gobierno estadounidense insiste en preferir su propia propaganda que reconocer los hechos. Su política en América Latina se basa en una confección de realidad virtual – reproducida mecánicamente innumerables veces por los medios corporativos internacionales – dónde los gobiernos de Estados Unidos están comprometidos a promover la democracia. Si uno puede lograr escapar de la jaula mental de aquella propaganda del Departamento de Estado, aunque sea por un momento, se descubre que esta política de “promoción de la democracia” ocupa las herramientas de la intervención neocolonial para alimentar las fuerzas anti-democráticas en toda América Latina.
Uno ve esta realidad en el caso de los separatistas asesinos de Bolivia, en las oligarquías amargadas de Venezuela, Ecuador o Perú y también en sus contrapartes golpistas de América Central. En México y en Colombia, la ayuda militar estadounidense apoya regímenes altamente corruptos y comprometidos con la represión generalizada y salvaje de los pueblos indígenas, de defensores de derechos humanos, sindicalistas y dirigentes de las organizaciones comunitarias. La credibilidad de Estados Unidos entre las grandes mayorías en América Latina está por el suelo.
La idea-timo clave que acompaña la falsa “promoción de democracia” de los gobiernos estadounidenses es otro mito sin credibilidad, la prosperidad derivada del mercado libre. La realidad innegable ahora es que el capitalismo corporativo ha destruido la economía. Ha creado el desempleo masivo y un estancamiento recalcitrante. Las dos van a durar quizás por una década o más. La misma clase intelectual que supervisaba esa catástrofe hasta ahora, todavía, aun en medio del colapso categórico de su sistema, sigue proclamando a América Latina los beneficios milagrosos de la prosperidad del mercado libre.
El corolario falso de la idea evidentemente absurda que el gobierno estadounidense promueva la democracia es que sus opositores, como Venezuela, por supuesto hagan lo contrario. Entonces el gobierno de Venezuela y sus aliados son proyectados como malévolos o a lo mejor cómicamente ineptos que actúan para negar la libertad y la prosperidad a los pueblos de la región. Por supuesto, la mirada más breve de los hechos muestra la absoluta deshonestidad de aquella propaganda.
La maquinaria de deuda y ayuda de Estados Unidos y sus aliados en América Latina ha fallado completamente en suministrar la seguridad energética y alimentaria, en reducir significativamente el analfabetismo, garantizar una atención adecuada de salud o de mejorar radicalmente el acceso al crédito para las mayorías excluidas. En cambio, sólo desde 2004, en cinco años, Venezuela, Cuba y sus aliados han logrado cambios dramáticos en todas esas áreas. Por ejemplo, en junio UNESCO confirmó que Nicaragua ahora es libre de analfabetismo. Sin embargo, todavía, fraudes deshonestos como Barack Obama, Hillary Clinton, Dan Restrepo, Thomas Shannon, y Arturo Valenzuela siguen repitiendo su propaganda totalmente inverosímil.
Como clase política sus homólogos en la economía doméstica han traicionado el futuro bienestar del pueblo de los Estados Unidos por muchos años en adelante. Aquella clase y sus representantes son iguales de falsos y torcidos en la política extranjera. No importa dónde se metan, se equivocan constantemente porque parten de premisas obtusas, torpes y equivocadas. En América Latina se ha demostrado la idiotez de aquellas premisas una vez tras vez. El ejemplo más contundente es la adhesión de 20 países con más de 110 millones de habitantes a las iniciativas de Petrocaribe y el ALBA impulsados por Venezuela en base a una agenda de solidaridad e integración soberana.
En cuanto a la izquierda neocolonial norteamericana, sobre Nicaragua e Irán ellos repitieron la falsa línea imperialista, alegando masivo fraude electoral. Con respecto a Honduras, han dejado caer el tema del golpe igual de rápido que los principales medios corporativos. En la práctica, a un nivel fundamental, la izquierda norteamericana es casi completamente irrelevante para los esfuerzos de las mayorías empobrecidas en América Latina de realizar cambios decisivos.
América Central – falsificando los hechos
Muchos escritores han notado el contraste chocante entre la bulla mediática-política alrededor del asesinato de una joven mujer en Terán y la indiferencia total al asesinato de Isis Obed Murillo en Tegucigalpa. Uno podría hacer el contraste también entre el reportaje de abusos de derechos humanos en Irán y la falta de reportaje habitual de los asesinatos y violaciones cometidos por las fuerzas de los gobiernos de México y de Colombia. Para muchas personas en América Latina, la yuxtaposición de los hechos en Irán con los acontecimientos en Honduras ha sido muy convincente y totalmente desfavorable, tanto al gobierno de Estados Unidos como a los medios corporativos en general. Los reportajes distorsionados y parciales de CNN probablemente abrieron los ojos para mucha gente que antes no reflexionaban sobre lo que miraron en aquel canal.
En Estados Unidos y sus países aliados, casi todo el comentario sobre el golpe en Honduras, de todas partes del espectro político, giró alrededor de dos términos impuestos por los poderosos intereses que apoyan el golpe. Primero, casi todo el comentario describió al Presidente Manuel Zelaya como “izquierdista”. Segundo, casi todo el comentario insistió sobre el tema irrelevante de la re-elección como si fuera algún tipo de explicación congruente del golpe.
Veremos. Manuel Zelaya jamás ha hablado de nacionalizar los medios de producción en Honduras. Sería totalmente tendencioso describir a él como socialista. Cuando Manuel Zelaya necesitaba apoyo para manejar los graves problemas de seguridad energética de Honduras fue el primero a pedir apoyo al gobierno de George W. Bush. Bush desinfló toda esperanza de una respuesta útil. El caso del Presidente Manuel Zelaya es otro más en que la política extranjera incompetente de Estados Unidos busca un cliché exculpatorio para justificar su fracaso.
La trayectoria de Manuel Zelaya, en términos de política pública desde su tiempo como un funcionario gubernamental con responsabilidad en la reconstrucción después de Huracán Mitch, ha sido de buscar cómo mejorar las condiciones de la mayoría empobrecida de su país. EL caso de Manuel Zelaya demuestra que ahora hemos alcanzado un punto en que una amplia gama de opinión, desde la derecha hasta la izquierda, piensa que acciones comprometidas para reducir la pobreza son de izquierda. Garantizar los derechos fundamentales a la salud y la educación ahora es de izquierda.
Asegurar el acceso a créditos baratos para las mayorías empobrecidas ahora es de izquierda. Preocuparse por cómo estimular la producción agrícola de pequeños y medianos productores ahora es de izquierda. Garantizar la seguridad energética y alimentaria ahora es de izquierda. Sin embargo, ni una de aquellas políticas estaría fuera de lugar en cualquier programa de gobierno en Norte América o Europa.
El tipo de lógica que refleje de una manera tan inútil el adjetivo “izquierdista”, como si fuera aplicable a un político como Manuel Zelaya, ahueca las palabras. Las convierte en cascarones vacíos. Aquellos cascarones se ocupan por timadores como Barack Obama para confundir su público. Un uso tan corrupto del lenguaje reduce las posibilidades de comprensión a unas avenidas de miras estrechas, cuidadosa, nítida y engañosamente arregladas por los progenitores de la propaganda mediática corporativa, como los funcionarios del Centro para el Progreso Americano.
A pesar de la retórica eufórica usada por Manuel Zelaya, de vez en cuando, para alentar o quizás para seducir una parte de su audiencia nacional, en la práctica sus decisiones han sido de un nacionalista céntrico-quizás-socialdemócrata muy parecido a Ramón Villeda Morales, otro presidente hondureño reformista derrocado por un golpe de Estado en 1963. Si uno ubica al Presidente Manuel Zelaya en una perspectiva que incluye su propia biografía política y, además, la historia relevante de los últimos cincuenta años, que se le describa como “izquierdista” se parece a la barata, poco seria etiqueta desechable que es.
De igual manera, el tema de la reelección siempre ha sido completamente incongruente. Si el Presidente Zelaya quisiera participar en otra elección presidencial, lo más pronto que lo podría hacer será en 2013, aun si una posible futura Asamblea Constituyente hubiera logrado cambiar las normas electorales correspondientes. Sin embargo, la gran mayoría de escritores han insistido en tratar el tema de la reelección como si fuera un motivo del golpe, más allá de un pretexto descarado, transparentemente deshonesto.
Fue la combinación de aquellos dos términos en el sentido de “izquierdista busca reelección” que ha permitido a los medios corporativos y muchos medios supuestamente progresistas de minimizar la importancia del golpe en Honduras. Se logró de esa manera – entre otras – disfrazar la ferocidad y profundidad de la ruptura de las normas democráticas en Honduras. Lo que ha sido un tremendo choque moral y emocional para la mayoría de la gente en América Latina se ve con mucho mayor tranquilidad desde afuera. En los medios corporativos los golpistas han hecho casi aceptable su idiótico argumento que una consulta no vinculante podría ser anti-democrática – una estupidez pasmosa.
La administración de Barack Obama ha quedado atrás en la reacción continental de las mayorías que rechazan los términos falsos de los medios corporativos y sus acompañantes progresistas. El motivo por qué han quedado atrás es que el gobierno estadounidense apoya los objetivos de los golpistas. Esos objetivos son varios e interconectados.
Uno es de impedir la participación democrática de la mayoría empobrecida en la toma de decisiones que afectan sus oportunidades de tener una vida mejor. Su participación acabaría con el dominio completo de los recursos de Honduras por su oligarquía corrupta. Permitiría la redistribución necesaria de recursos a favor de las mayorías. Otro objetivo del golpe es de defender la ocupación militar del país que es una absoluta necesidad que acompaña la toma feudal del país por su oligarquía tiránica.
Los fines desconocidos por sus comienzos
Anoche, Manuel Zelaya dio un ultimátum a los golpistas. Al hacer eso desenmascaró el juego desleal de Barack Obama e Hillary Clinton con respecto a la farsa del diálogo mediado por el Presidente Oscar Arias en Costa Rica. Las actividades del domingo 19 de julio en Managua podrían incluir declaraciones muy importantes para el futuro de América Central. Como Fidel escribió en el título de su reciente reflexión – o muere el golpe o mueren las constituciones. Como otros han observado, no hace sentido tener elecciones nacionales si se puede instalar gobiernos de facto así no más.
Desde su inicio hasta su termino, todavía a ser decidido, el golpe de Estado en Honduras se ha mostrado un momento definitivo e histórico. La condena lenta y tibia de parte del gobierno estadounidense apenas esconde su apoyo para los objetivos del golpe. Han sido los gobiernos del ALBA que han galvanizado los demás gobiernos de la región para tomar medidas contundentes contra los golpistas en Honduras. Dentro del país el golpe ha provocado una resistencia no vista desde la gran huelga de 1954. Sea cual fuere el resultado de los acontecimientos en Honduras, si el Presidente Obama no rectifica su política actual, lo más probable es que Estados Unidos vaya a terminar aún más aislado y con todavía menos prestigio que en el tiempo de George W. Bush.
* Fuente: Argenpress
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