A 100 años de su asesinato: Zapata, más que un símbolo de resistencia
por Fernando Guzmán / Alhelí Rivera (México)
6 años atrás 9 min lectura
Zapata, el héroe que fue coherente con sus ideales revolucionarios y “nunca transó” con el gobierno de Carranza, a cien años de su asesinato, sigue vivo, y seguirá cabalgando mientras haya pobreza en México.
Seguirá también presente en el discurso público del partido en el Poder. Antaño lo fue de los gobiernos posrevolucionarios priista, hoy lo es también de la Cuarta Transformación.
Del panteón nacional, es quizá el héroe de la Patria más socorrido. Es, para el maestro Edwin Alcántara, el gran héroe del agrarismo que fue integrado a la mitología oficial para ayudar a legitimar a la Revolución mexicana como elemento esencial del régimen.
En su centenario luctuoso también forma parte del discurso de la 4T. Declarar 2019 año de Zapata “busca legitimar los cambios que se están dando en la actual administración”, sostiene el investigador del Instituto de Investigaciones Bibliográficas.
No solo gobiernos en turno se han apropiado de su figura y sus ideales, sino también movimientos sociales urbanos, como el estudiantil, así como rurales y “armados” como el del EZLN.
Unos y otros, dice el historiador Alcántara, lo utilizan como símbolo para legitimar acciones de gobierno o abanderar una causa. Lo adoptan y transforman de acuerdo a los propósitos de su lucha, como la defensa de tierra.
El EZLN, por ejemplo, asume premisas zapatistas sobre la condición humana, la propiedad de la tierra y las decisiones de gobierno. “Mandar obedeciendo” se inspira en el zapatismo que hunde sus raíces en los consejos de ancianos indígenas que compartían las decisiones. Esa forma de autogobierno, donde se toman decisiones colectivas, o la elección democrática de representantes, son herencia zapatista.
¿Un dandy rural?
Zapata y el zapatismo no son como nos lo pintan en el discurso público. Tampoco en las películas. El personaje histórico tiene claroscuros, como matices el movimiento. Por eso, hay que desmitificar una serie de ideas convencionales o imágenes construidas por el discurso público.
Alcántara, periodista y escritor, dice del Zapata de carne y hueso: No era de cuna muy humilde. Su papá tenía pequeñas propiedades y vendía caballos. El joven Emiliano fue arriero, campesino, caballerango, caporal… tenía mucho carisma. Fue un personaje muy querido por la población de Anenecuilco, Morelos. Antes de que estallara la Revolución, en 1909 ya era secretario de un consejo defensor de la tierra en Morelos.
Mujeriego y muy enamorado, le gustaban “tipo criollas o mestizas”. No tenía reparo en mezclarse con las de “las clases altas a las que combatía”. Tuvo nueve parejas (su último amor fue la joven bella Esperanza) y dos esposas oficiales. La segunda, Josefa Espejo, era de familia rica, porfiriana.
Ambos estaban muy enamorados. Pero era un amor prohibido porque Zapata, para los papás de ella, era “un revolucionario, revoltoso, sin oficio ni beneficio”.
Se las ingeniaban para cartearse. Se cuenta que Zapata le envía misivas que llevaban la corriente del río y que Josefa recogía metros adelante para que no los vieran juntos. Ante la insistencia del Caudillo del Sur, los padres consintieron el matrimonio. Madero y su esposa Sara fueron sus padrinos de boda.
A diferencia de un festivo y hablantín Villa, Zapata era callado, prudente, reservado. Alto y rosado aquél, éste era bajito y delgado. En su primer encuentro, el clic no fue inmediato, permanecieron un buen rato sin hablarse. Y fueron sus subalternos quienes los indujeron a que hablaran de sus propuestas.
Cuando en 1915 toman la Ciudad de México, Zapata no quiso sentarse en la silla presidencial. Tímido, no le gustaban los actos públicos. Incluso en una comida, se le ve reservado. Y a Villa, más a gusto.
A diferencia del Centauro del Norte, “muy autoritario”, Zapata era de carácter “un poquito dulce”, más melancólico por momentos, con mucha simpatía, y se hacía querer por su forma afable de relacionarse.
Conocedor de caballos, les gustaban los de buena raza. Como también el atavío de charro. En días festivos, se le veía vestido de blanco, con espuelas brillantes y chaqueta con botonadura de plata. Recién en Nexos, Héctor Aguilar Camín califica a Zapata de dandy rural.
Mestizaje y divisiones
Fuentes históricas y libros sobre Zapata indican que el zapatismo no fue un movimiento unificado ni invariablemente campesino e indígena.
Historiadores como Felipe Ávila han encontrado que el ejército zapatista estaba formado no solo por campesinos e indígenas “deprimidos económicamente”, sino también por arrendatarios de tierra “con una posición económica no tan desfavorable”, anota Alcántara.
Había también “mestizaje de sangre negra” en campesinos y peones que al sumarse a la causa de Zapata dejaron los cañaverales de azúcar del sur de Morelos.
Hubo también divisiones en la División del Sur. Jhon Womack, el gran biógrafo de Zapata, sostiene que no siempre estuvieron de acuerdo intelectuales zapatistas y el Estado Mayor de Zapata en algunos planteamientos cuando participaron en la convención revolucionaria de Aguascalientes.
Según Alcántara, hay que considerar esos claroscuros para entender mejor el zapatismo como bandera de lucha del agrarismo y como un fenómeno con valor simbólico de resistencia, ahora como entonces, cuando lo mataron y se empezó a forjar su leyenda.
Y también el mito. Ya muerto, después de la celada en que fue asesinado por Guajardo y sus huestes en la hacienda de Chinameca, se le lee-ve vivo y cabalgar, no solo en novelas como en Tierra, de Gregorio Lopez y Fuentes, sino también en las zonas rurales de Morelos.
Asesinado Zapata vive
-No es el mismo Zapata vivo, que asesinado. ¿Cuándo nace el mito?
Al parecer el mismo día que lo matan, pese a que periódicos de la época pregonaban “Zapata ha muerto, el zapatismo ha muerto” y a que el mismo 10 de abril de 1919 su cadáver fue exhibido en Cuautla como un trofeo de cacería, para dar fe que había fallecido el Caudillo del Sur.
Sin embargo, agrega Alcántara, ese mismo día florecen las especulaciones: si tenía el lunar en el pecho, la cicatriz en la pierna, si sí era su rostro… Se dudaba. Zapata era tan astuto que no había podido caer en la trampa, era la creencia popular.
Por eso, días después se publicaron detalles de la confabulación y se arma un discurso gráfico con fotografías de Zapata muerto, del sepelio, de sus familiares e incluso de los asesinos Jesús Guajardo y Pablo González. En una foto muy famosa aparece Zapata en brazos de un grupo de jóvenes que miran hacia la cámara.
Todo esto se publica “como un acta de defunción” de Zapata, pero también es una campaña periodística en consonancia con el constitucionalismo ya como régimen encabezado por Carranza.
La intención de la prensa y el gobierno, que se ven como reconstructores de la vida económica y social de México, es mostrar que se ha vuelto a la normalidad y que la paz pública ha vuelto al país.
Coherente, nunca transó
-El hubiera no existe, pero ¿qué tal si no asesinan a Zapata?
Es un tipo de pregunta que se planeta José Emilio Pacheco en sus “Historias de la vida irreal”, donde imagina episodios históricos diferentes.
Como Villa en 1920, pese a estar semi retirado en su hacienda de Canutillo, y Zapata en 1919, con un movimiento zapatista fragmentado, representaban una amenaza.
La entrevista con Regino Hernandez Llergo, donde Villa habla de la sucesión presidencial y su posible participación como candidato o apoyando a otro, provocó su muerte. Zapata, que era un peligro potencial, tarde que temprano iba a tener un fin semejante.
Si no Jesús Guajardo y Pablo González, otros asesinarían a Zapata, que no renunció a sus premisas fundamentales, mantuvo claro sus propósitos y nunca quiso transar con el gobierno de Carranza. Fue bastante coherente con su lucha, misma que desde tiempos virreinales libraban los campesinos de la región sur: luchaban por la devolución de las tierra a sus propietarios originales. Por eso el Plan de Ayala pugnaba por la expropiación y la fragmentación de haciendas para el reparto agrario.
Eso era un obstáculo para la pacificación del país y ya no encajaba en las expectativas de un gobierno que necesitaba legitimarse a nivel nacional e internacional. Que quería dejar claro que la fase armada de la Revolución había llegado a su fin.
Un ideal que mueve
–Un bandera fue La tierra es de quien la trabaja. ¿Quién trabaja la tierra y de quién es ahora en México?
Que la tierra sea propiedad colectiva es un ideal zapatista sin cabida en la estructura jurídica mexicana actual, y por eso sigue siendo motor de muchas organizaciones y alimentando movimientos de lucha.
Que los apoyos que a través de la Sader (Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural) para los pequeños propietarios rurales se desvíen o no se asignen con un criterio de equidad, hace que la atención al campo siga siendo una tarea pendiente.
Que en el gobierno actual tenga planes para lograr la autosuficiencia alimentaria, es un anhelo que en la práctica tendrá muchas dificultades.
El perdón y las deudas
–En esta época de perdones, ¿quién debe pedir perdón por el asesinato de Zapata y lo que representa el zapatismo?
Los gobiernos mexicanos, no importa de que partido o color sean, tienen deudas históricas, quizá más marcadas con la población indígena, la de mayor pobreza, que sigue siendo excluida de los programas sociales.
El perdón es deseable y es una premisa que a nivel de derechos humanos es necesaria. El problema es que se convierta también en algo políticamente redituable.
Más que hacer un uso político de la memoria histórica, es deseable un debate histórico y documentado sobre la Conquista, para que sea un acto de verdadera reconciliación y no motivo de disputadas que polaricen la opinión publica y al país, sostiene el investigador de la UNAM.
-Más que pedir perdón, ¿no será mejor empezar por honrar los Acuerdos de San Andrés?
Es una demanda social de la región, una deuda con las comunidades indígenas, que tendría que ser revisada por el actual gobierno.
Los grupos zapatistas han logrado articular nuevas formas de organización social, como los llamados Caracoles, que son gobiernos de mayor participación comunitaria en las decisiones. Luis Villoro, el gran filosofo, pugnó porque se revisara la experiencia de este tipo de organización social.
-Físicamente muerto, Zapata vive, ¿seguirá viviendo?
En la mentalidad colectiva es uno de los héroes con mayor presencia. De los héroes del panteón o la mitología nacional, es el que se ha usado y reutilizado de muchas maneras. Seguirá presente en los movimientos sociales, rurales y urbanos. En tanto haya motivos de lucha, como población indígena marginada, comunidades rurales en pobreza, Zapata seguirá vigente.
*Fuente: UNAMglobal
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