Aguila roja: “La comarca de la felicidad”
por Javier Cortines (España)
10 años atrás 5 min lectura
El capítulo cien de la serie “Águila Roja” titulado “La Comarca de la Felicidad”[2] fue tocado por la magia de la alquimia y se convirtió en una maravillosa parábola de hadas y tiranos, -al estilo de los clásicos inmortales del siglo XIX-, en el que se hizo una dura crítica al poder, al recorte de libertades y al desmantelamiento del estado del bienestar.
La Comarca de la Felicidad – que surge de un cuento que narra Sátur, el criado y escudero de Águila Roja- está gobernada por un rey que tiene tres hijos: Jorge I, Jorge II y Jorge III. Los tres príncipes duermen en la misma cama y su vida transcurre en una idílica armonía hasta que fallece su padre, cuya cabeza aparece dentro de una tarta, a modo de regalo de Roscón de Reyes, que ha hecho el cocinero de palacio.
Aunque la corona corresponde al primogénito, Jorge I, el segundo en la línea de sucesión, Jorge II, sufre “el síndrome del César” y da “un golpe de trono”. El usurpador descubre que para gobernar es imprescindible crear leyes represivas e imponer el miedo, pues no hay nada tan eficaz como ese sentimiento para subyugar a los pueblos.
Antes de ese cambio histórico, en la Comarca de la Felicidad no existían leyes ni la propiedad privada, las mujeres eran superiores a los hombres, nadie sabía lo que era el dinero, cada uno tomaba lo que necesitaba, las doncellas engalanaban sus largas trenzas con flores multicolores, y las vacas, que eran de color rosa, daban leche de fresa.
El más pequeño de los tres príncipes, Jorge III, había inventado un barril con cuchillas en su interior que trituraba la fruta. Al accionarse un mecanismo, el tonel se convertía en una enorme batidora y se podía hacer todo tipo de jugos: de piña, mango, naranja, etc. Ese genial joven daba saltos de alegría con el descubrimiento de los zumos.
Tras el golpe, el usurpador obliga a una hermosa Julieta, (que está enamorada de su Romeo), a casarse con él. Crea, por primera vez, los impuestos, que son duros e injustos. Forma una temible policía, vestida de negro, cuyo objetivo es matar a los insumisos. Prohíbe reuniones de más de dos personas y decreta que el hombre es superior a la mujer. Luego pone precio a todas las cosas y manda acuñar la primera moneda, “el jorge”, con su propia efigie, y todo lo necesario para vivir debe comprarse con “jorges”.
Los rebeldes son torturados dentro de la máquina que había inventado Jorge III para hacer zumos. Una de sus víctimas, Romeo, es martirizado dentro del barril por exigir que le devuelvan a su Julieta. Las vacas poco a poco van perdiendo su color rosado y adquieren un tono oscuro. Ahora sólo producen una leche negra y amarga que los lacayos del nuevo rey dicen que es buena para hacer yogur del alquitrán.
Las flores que adornaban las calles y casas se marchitan y sus restos son sepultados por la nieve, el frío muerde los huesos, callan los juglares y una espesa sombra cubre la Comarca de la Infelicidad. Algunos sabios se retiran del mundo para escribir lo que ocurre, -a modo de memoria histórica-, para que las generaciones venideras no olviden cómo llegó el tirano y cómo desapareció la sociedad de la libertad y el bienestar social.
Mientras tanto, el miedo se extiende por toda la comarca y la avaricia se propaga como la peste. Todos quieren tener “jorges”, montones de “jorges” y, por primera vez en mucho, muchísimo tiempo, hay seres que viven con la única obsesión de acumular montañas de “jorges”. Los más débiles mueren todos los días de hambre y frío. Nadie sabe por qué, pero los rostros de los humanos son cada vez más feos y desagradables.
Un día Jorge III se pierde en un bosque y, cuando estalla la lluvia en un cielo despiadado, encuentra cobijo en una cueva donde vive un eremita de largas barbas, quien, tras mostrarle un sillón del siglo XXI, “le enseña el futuro”: “una caja cuadrada”: ¡Un televisor!
– ¡Increíble! exclama el príncipe ¿Qué es esa cosa? ¿Un oráculo?
-¡Qué va¡ ¡Qué va! – le responde el ermitaño-, es algo mucho mejor que un oráculo. Ese aparato funciona con un mando a distancia y lo manejo sin levantarme del sofá. Cuando aprietas un botón, sale gente que no para de hablar. Te lo dicen todo, incluso antes de que se lo preguntes. Es un millón de veces mejor que el oráculo de Delfos. ¿No es maravilloso que piensen por nosotros? ¡Que no tengamos que pensar!
– ¡Ah! – suspira sorprendido Jorge III-, pero ¿Estás seguro de que eso es bueno?
El eremita se limita a sonreír y luego muestra al príncipe un traje, que no es otro que el que utiliza el héroe de la serie de TV1. Jorge III, que en “la vida real” es el mismo Águila Roja, se viste como un ninja, combate al tirano, elimina las leyes, “los jorges”, las fuerzas represivas, etc. Las vacas vuelven a ser rosas y vuelven a dar leche de fresas.
Toda esta historia se desarrolla durante una fábula parábola que cuenta Sátur (que inconscientemente se otorga el papel del tirano Jorge II) a un niño oriental, hijo del emperador de China, que ha caído en un pozo. El objetivo es que se mantenga despierto y agarrado a un saliente hasta que sea rescatado con una soga por su amo, Águila Roja.
En “la vida real”, el eremita es el rey Felipe IV; el príncipe Jorge I, es el cardenal Mendoza; la Julieta es la Marquesa de Santillana; su Romeo, el comisario de la Villa. La serie se desarrolla en el Madrid del Siglo de Oro, en torno al año 1660.
Y vuelve a cantar Quiquiriquí el Noble Gallo Beneventado para recordarnos, ahora que se acercan las elecciones del 20D, que es bueno echarle coraje para que no gobiernen Fobos y a Deimos[3], pues, como dice el maestro Eduardo Galeano, añorando Valentía y Libertad, vivimos, por desgracia, en una época en la que el Miedo Manda.
Notas
[1] Transmitido por TV1 el pasado jueves, 19 de noviembre.
[2] Transmitido por TV1 el pasado jueves, 19 de noviembre.
[3] En la mitología griega Fobos y Deimos son la personificación del Pánico y del Terror. Ambos son hijos de Ares, el dios de la guerra.
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