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Las elecciones a través del pensamiento crítico

Las elecciones a través del pensamiento crítico
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25 de octubre de 2025

A LAS PUERTAS DE OTRA ELECCION

En poco más de dos semanas, la ciudadanía se verá enfrentada, una vez más, a un proceso eleccionario. En respuesta al ‘interés nacional’ que despierta tal proceso, un grupo de partidos —en supuesta representación de todos los chilenos—, ha establecido, de antemano y con indisimulado regocijo, quiénes van a ser los candidatos o, lo que es igual, por quiénes hay que votar. Quien no concurra, deberá explicar al tribunal esa no concurrencia y, en caso de no hacerlo o no ser convincente, deberá pagar una multa. Votar no es un acto voluntario sino obligatorio. ¿Razones? Sí, las hay. Una, y muy poderosa: quienes van a ser electos deben contar con legitimidad formal y ésta solamente la otorga una elección en la que participan si no todos, al menos una mayoría significativa de los habitantes de la nación.

¿Por qué sucede todo aquello? Una respuesta (cándida, por cierto) nos informa que esa causa radica en la obligación (moral o de responsabilidad cívica) de manifestar, de esa manera, nuestra condición de ciudadanos. Sea. Pero podemos, también, ponernos simplones —como lo hace Milton Friedmann, cuando nos explica la razón por la cual aceptamos el dinero, expresado en billetes, como medio de pago[1]—, y pensar que ello ocurre porque así lo hicieron nuestros padres, nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, pentabuelos, etc. y también así seguirán haciéndolo quienes nos sucedan. Se vota para elegir, porque siempre se ha hecho de esa manera.

Podemos sonreírnos ante semejante raciocinio y, sin embargo, la explicación no es mala: muestra el inmenso poder que tiene la cultura. O, si se quiere, el inmenso poder de las ideas que ha impuesto el sector dominante de una sociedad sobre el conjunto social de la misma. Esa cultura nos obliga a reproducir constantemente tal conducta y considerarla como la única y sacrosanta verdad. Pero veamos algunas otras cosas.

NATURALEZA DE LA VOTACIÓN

La votación se realiza con la finalidad de elegir. Pero el acto de elegir presenta, no obstante, algunos inconvenientes: obliga a los votantes a adoptar una actitud frente a los nombres de los candidatos indicados en la papeleta. Porque elegir candidatos implica pronunciarse sobre sus cualidades y calidades. Y, en consecuencia, preferir a uno de los allí incluidos por estimar que sus aptitudes son superiores a las de los demás. O porque las bondades de los rechazados no seducen. Elegir supone seleccionar. Seleccionar implica rechazar a quienes no cumplan con las exigencias. Lo cual obliga a los candidatos a no escatimar esfuerzos en demostrar que son los mejores. Por lo mismo, los candidatos se verán constreñidos a mostrar, la generalidad de las veces, lo que no son, lo que transforma al acto eleccionario en una representación teatral.  Y, por cierto, en un proceso eminentemente competitivo. Lo que le hace guardar asombrosa correspondencia con la naturaleza del modo de producción capitalista que considera, a la competencia, base sobre la cual ha de edificarse la estructura social.

LA COMPETENCIA COMO FACTOR DINÁMICO DE LA ELECCIÓN

La competencia entre los candidatos, por demostrar que poseen atributos superiores a los demás, es consubstancial al proceso eleccionario. Gana quien convence al electorado ser mejor que los demás. Es una lucha que se libra sólo para imponer intereses individuales. La competencia hace propicio el campo para el despliegue de las capacidades histriónicas. Gana el mejor actor. El que muestra una escoba o el que saca una motosierra; mañana, probablemente, será quien muestre un dron o ‘la madre  de todas las bombas’. Por lo demás, los candidatos compiten por ser actores políticos; por ende, nada mejor que mostrar ser un consumado actor pues éste no tiene por qué ser lo que representa.

EL BENEFICIO DE LA DUDA

Pero, ¿debe ser todo así? ¿Debe la comunidad aceptar esa forma de hacer política? ¿Debemos considerar que todo está bien porque tal ha sido el comportamiento de la sociedad a lo largo de la historia?

Estas reflexiones no son nuestras solamente. Despiertan la curiosidad de muchos analistas. Hace muy poco cavilaba uno de aquellos, sobre el particular:

“[…] los desajustes con la política parecen ser de rango mayor, al nivel de la democracia como hoy se practica, esto es, de la democracia representativa. No habilitarnos a pensar qué está mal con la representación política, es cercenar el análisis ante la evidencia que toca la puerta de la manera que puede, vía estallidos o vía desafección (hoy es esta, la fórmula presente)”[2].

Si recurrimos a la ‘sabiduría’ de Milton Friedmann deberíamos forzosamente concluir que sí, que es la mejor, porque así lo hicieron nuestros antepasados y así deberán hacerlo nuestros hijos en el futuro. Punto. Y exigirle, perentoriamente, a quien ose poner en duda esa idea, nos ilustre acerca de la suya. Lo cual no es sino una insensatez porque a la obligación de pensar anteponemos el deseo de resolver en forma autoritaria un tema que nos resulta molesto. Evitamos así formularnos preguntas que nos dejan un sabor amargo pues desconocemos sus respuestas. En el fondo, sin querer, optamos por defender un conservantismo que el propio desarrollo de las fuerzas productivas ya ha comenzado a poner en fuga. Y es que la incógnita acerca de las bondades del sistema que conocemos siguen vigentes en nuestra cabeza. Nos aferramos a ellas. Por eso, pregunta el mismo analista:

“Pero, ¿hay alternativas que no sean totalitarias, plebiscitarias o autoritarias a la deficiente lógica de representación de la democracia tal y como la conocemos? Es una buena pregunta que conviene no clausurar tan rápidamente, sino dejarla abierta por un tiempo, el tiempo que demanda una interrogación sincera que no se engaña a sí misma”[3].

LA DUDA METÓDICA

Nuestras primeras enseñanzas en filosofía, nos legaron, como verdad inobjetable, que el primero en establecer lo que se llamó ‘duda metódica’, fue el filósofo francés René Descartes. Pero, si bien Descartes, en su ‘Discurso sobre el método’ propuso el ‘Pienso, luego existo’, también en la antigüedad hizo una afirmación parecida Sócrates al establecer como fórmula su mayéutica y aquella aseveración básica del ‘Sólo sé que nada sé’. Y muchos otros. Porque la duda es una de las bases que dan sustento a la ciencia o, si se quiere, su punto de partida.

Hoy, la duda socrática (cartesiana) pareciera ir de la mano de lo que se ha dado en llamar ‘pensamiento crítico’ que encuentra sus raíces en los escritos de Hegel, Kant y, para los efectos sociales, en Marx[4].

El pensamiento crítico pareciera ser la base del desarrollo del saber. Porque, a la par que lo hace la ciencia, antes de establecer hipótesis, pone en duda determinadas ‘verdades’ y no las acepta en tanto éstas no se sometan a su inclemente y exhaustivo examen.

QUÉ ES EL PENSAMIENTO CRITICO

Podemos empezar diciendo que ‘pensamiento crítico’

“Es la capacidad manifestada por el ser humano para analizar y evaluar la información existente respecto a un tema determinado intentando establecer la veracidad de dicha información y alcanzar una idea justificada al respecto ignorando posibles sesgos externos”[5].

Personalmente, me atrevería a decir que ‘pensamiento crítico’ no es sino el retorno a los fundamentos de la filosofía, al reencuentro con sus orígenes, la vuelta al principio ancestral de conocer el por qué de los acontecimientos. El ‘pensamiento crítico’ es, si somos generosos, la filosofía intrínseca. Nos coloca frente a nosotros mismos. Porque, si de las elecciones se trata, debe poner, en tela de juicio, y a fondo, la democracia representativa misma. En consecuencia, no sólo sus candidatos, sus elecciones sino, también, el funcionamiento de sus instituciones y autoridades y, lo más importante, la conducta misma de los ciudadanos.

EVOLUCION DEL PENSAMIENTO CRÍTICO EN LOS PROCESOS ELECCIONARIOS

Contrariamente a lo que podríamos suponer, los escasos artículos que se pronuncian sobre el pensamiento crítico y las elecciones parten del supuesto que es necesario votar. No nos extrañemos una vez más: las nuevas vías que ensayamos ya las han domesticado, para su uso particular, los sectores dominantes de la sociedad. No por otro motivo lo son. El pensamiento crítico también se encuentra limitado por la acción inmediata de quienes asumen la representación política de los sectores dominantes. Veamos un ejemplo:

“Pensar críticamente es imprescindible para cuidar la democracia”[6].

¿La democracia? ¿Es que, acaso, no se puede poner en tela de juicio la propia democracia? ¿O es que ella es, precisamente, una verdad inconmovible?

Fue acerca de este hecho que nos quiso prevenir otro analista al calificar este fenómeno como ‘la deriva reaccionaria del pensamiento crítico’. Así, nos señala:

“Por medio de una inversión de sentido, pensar críticamente significa hoy no pensar y aceptar sin protesta alguna todo lo que los grandes organismos de gobernanza mundial ordenen en nombre de un hipotético bien común”[7].

Coincidimos con tal razonamiento. Aquello no es pensamiento crítico porque parte, precisamente, de lo que se pone en duda y cuyas bondades es necesario fundamentar. Pero esta forma de manipular una técnica, que se pretende imponer para exacerbar la creatividad, no cesa:

“Una democracia sana depende de la capacidad de sus ciudadanos para procesar información compleja y tomar decisiones informadas sobre temas y candidatos. En otras palabras, la democracia exige pensamiento crítico”[8].

Tratándose del empleo de una eficiente forma de analizar como lo es el pensamiento crítico, no puede aceptarse que se la emplee casuísticamente y no como una forma general de hacer los análisis: para esta metodología, nada está previamente acordado, nada está determinado y todo puede ser examinado desde sus inicios. Como lo es la propia ‘democracia’. Porque, ¿no fue esta democracia lo que hizo posible el ‘fascismo’? ¿No fue esta democracia lo que dio el mando de una nación al ‘nazismo’? ¿No fue en su nombre que se arrojaron dos bombas atómicas sobre poblaciones inermes y un enemigo ya derrotado? No olvidemos, tampoco, que Trump ascendió gracias a la democracia, al igual que Milei, Noboa, Netanyahu, Bolsonaro, Macron y todos los líderes europeos que buscan hoy, desesperadamente, desatar una Tercera Guerra Mundial. Todos ellos acérrimos defensores de la democracia que, por supuesto, no ha de ser sino la sumisión global, el triunfo del pensamiento único.

RECUPERANDO LA NATURALEZA DE LA CRITICA

La crítica (el pensamiento crítico) es el instrumento de análisis por excelencia. No puede ser subordinado a limitación o condición alguna. Y jamás debe ser desechado. Invita a reflexionar, a hacer uso de la mente, a elaborar ideas o propuestas y a discutirlas entre quienes están interesados en ellas. Invita, en suma, a ser seres humanos, pensantes, conscientes de sí mismos y de su propia naturaleza.

Vamos a enfrentar una nueva elección. Por supuesto. Pero esta vez lo haremos premunidos de un instrumento de análisis, de esa nueva arma que es el pensamiento crítico.

Entonces, no vamos a devanarnos los sesos únicamente intentando determinar por cuál candidato hemos de marcar las preferencias sino vamos a poner en duda si acaso votar es o no el sistema más idóneo para la sociedad que nos gustaría existiera, si acaso existen o no alternativas a aquello y cuáles serían éstas, si la ‘voluntad colectiva’ que se busca representar es una ficción nuestra o nos fue impuesta por el sector dominante de la sociedad; si, de existir  esa voluntad, es esa la única manera de cómo habría de expresarse o no, en fin.

Dilucidada esa incógnita y encontrada una respuesta a la misma, la tarea parecerá fácil. Las nuevas ideas se harán posibles, se presentarán como una forma de establecer de mejor manera el funcionamiento de la organización social.

Ilustremos todo ello con un ejemplo actual. Cuando se nos señala que hubo un error (o lo que sea) en el cálculo de las cuentas de la luz y se busca culpables, cuando se pregunta si acaso será o no devuelto el dinero cobrado en exceso, si eso fue o no una acción dolosa, etc. ¿no sería, acaso, mejor aplicar el pensamiento crítico y pensar en una sociedad que no toleraría que un servicio básico —como lo es la electricidad siga en manos de privados—, con todo lo que eso significa en materia de costos para el Estado? Porque la electricidad no solamente es un negocio que, al haber sido entregado a manos de particulares (¡¡¡Cuatro actividades!!! Cuatro áreas: generación, transmisión, distribución y comercialización) genera cuantiosas ganancias para quienes ejercen esas actividades. Pero no contentos con ello, nuestros brillantes legisladores las han declarado servicio estratégico, por lo que su protección ahora está encargada a los institutos armados… Con el consabido costo adicional para el bolsillo de todos los chilenos…

Como este caso, por desgracia, hay muchos otros que se prolongan en el tiempo sin ser penalizados. Y en el olvido…

Discutir esos temas, debatir sus alcances, es parte del pensamiento crítico. En consecuencia, no es tarea de una persona o de un iluminado; tampoco de un grupo. Es tarea de un colectivo, de ese conjunto de seres humanos que marcha en busca de su futuro, de la comunidad que se hace consciente a cada momento, que cavila acerca de sí misma y de su propio destino y que se busca desesperadamente mientras reescribe su historia.

Santiago, octubre de 2025

Notas:

[1] Véase la obra de Milton Friedmann ‘Paradojas del dinero’, en cuyas primeras páginas sostiene su autor, precisamente, que el estadounidense acepta el billete de dólar porque así se ha hecho siempre.

[2] Camargo Brito, Ricardo: “Déficits intelectuales:  a propósito del 18/10/2019”, Radio Universidad de Chile, 18 de octubre de 2025. La negrita es del original.

[3] Camargo Brito, Ricardo: “Déficits intelectuales:  a propósito del 18/10/2019”, Radio Universidad de Chile, 18 de octubre de 2025.

[4] Se pueden agregar muchos más, por ejemplo, Platón y Aristóteles, Bacon (Francis), Kant, que dijo ‘Atrévete a pensar por ti mismo’; Sruart Mill, Dewey, en fin.

[5] Castillero Mimenza, Oscar: “Qué es el pensamiento crítico y cómo desarrollarlo”. Revista ‘Psicología y mente’, 21 de septiembre de 2025

[6] Pezoa, Alvaro: “Pensamiento crítico y democracia”. ‘La Tercera’, 22 de septiembre de 2025.

[7] Souto Alcalde, David: “¿Ha ganado ‘el pensamiento crítico’ las elecciones?” ‘Voz Populi’, 11 de agosto de 2023

[8] Redacción: “Pensamiento crítico para futuros votantes”, Thinkings maps, 15 de octubre de 2024.

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