2025: ¿Un segundo Renacimiento o el caos?
por Pepe Escobar (Desde Moscú)
2 días atrás 8 min lectura
FLORENCIA – Es una deslumbrante mañana de invierno toscano, y me encuentro en el interior de la legendaria iglesia dominica de Santa Maria Novella, fundada a principios del siglo XIII y consagrada definitivamente en 1420, en un lugar muy especial de la Historia del Arte: justo delante de uno de los frescos monocromos pintados en 1447-1448 por el maestro de la perspectiva Paolo Uccello, que representa el Diluvio Universal.
Es como si Paolo Uccello nos estuviera representando a nosotros, en nuestros tiempos difíciles. Así que, inspirándome en la superestrella neoplatónica Marsilio Ficino -inmortalizado con una elegante túnica roja por Ghirlandaio en la Cappella Tornabuoni-, he intentado hacer un viaje al futuro e imaginar quién y qué incluiría Paolo Uccello en su descripción de nuestro diluvio actual.
Empecemos por lo positivo. 2024 fue el Año de los BRICS, y el mérito de todos los logros recayó en la incansable labor de la presidencia rusa.
2024 fue también el Año del Eje de la Resistencia -hasta los golpes en serie sufridos durante los últimos meses, un serio desafío que impulsará su rejuvenecimiento.
Y 2024 fue el año que definió los lineamientos del final de la guerra por poderes en Ucrania: lo que queda por ver es hasta qué punto el «orden internacional basado en normas» quedará enterrado en la tierra negra de Novorossiya.
Pasemos ahora a las auspiciosas perspectivas que nos aguardan. 2025 será el año de la consolidación de China como la principal fuerza geoeconómica del planeta.
Será el año en que la batalla definitoria del siglo XXI -Eurasia contra la OTAN- se agudizará en un abanico de vectores impredecibles.
Y será el año del avance de los corredores de conectividad entrelazados, el factor definitorio de la integración de Eurasia.
No es casualidad que Irán ocupe un lugar central en esta conectividad entrelazada, desde el estrecho de Ormuz (por el que transita diariamente al menos el 23% del petróleo mundial) hasta el puerto de Chabahar, que une Asia Occidental con Asia Meridional.
Los corredores de conectividad a vigilar son el regreso de una de las principales sagas de Pipelineistán, el oleoducto Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India (TAPI), de 1.800 km de longitud; el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC), que une a tres BRICS (Rusia-Irán-India) y a varios socios aspirantes a BRICS; el Corredor Económico China-Pakistán (CECP), el proyecto insignia de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI); y por último, pero no por ello menos importante, la Ruta Marítima Septentrional (o Ruta de la Seda Septentrional, como la llaman los chinos), que avanza rápidamente y que acabará convirtiéndose en la alternativa más barata y rápida al canal de Suez.
Pocos días antes del inicio de Trump 2.0 en Washington, Rusia e Irán firmarán por fin oficialmente en Moscú un acuerdo de asociación estratégica global, que lleva más de dos años gestándose: una vez más, un acuerdo clave entre dos de los principales BRICS, con inmensas repercusiones en cascada en términos de integración de Eurasia.
Un canal de negociación completamente sellado
Dmitri Trenin, respetado miembro del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Rusia, tiene la que hasta ahora es la hoja de ruta más realista para un final aceptable de la guerra por poderes en Ucrania.
«Aceptable» ni siquiera empieza a describirlo, porque desde el punto de vista de las “élites” políticas occidentales colectivas que apostaron la granja y el banco en esta guerra, nada es aceptable excepto la derrota estratégica de Rusia, que nunca ocurrirá.
Tal como están las cosas, el presidente Putin está conteniendo de hecho a los sectores de élite en Moscú que están a favor no sólo de cortar la cabeza de la serpiente sino también el cuerpo.
Trump, por su parte, tiene menos de cero incentivos para verse arrastrado a un nuevo atolladero; deje eso a los despistados chihuahuas europeos.
Así que un posible impulso hacia un tambaleante acuerdo de «paz» también conviene a la Mayoría Global – por no hablar de China, que entiende cómo la guerra es mala para los negocios (al menos si no estás en el tinglado armamentístico).
En lo que se refiere a una siempre posible escalada «existencial», aún no estamos fuera de peligro; pero todavía quedan tres semanas para algún gran golpe alimentado por el terror, como en una falsa bandera.
Los dos primeros meses de 2025 serán absolutamente decisivos, a la hora de esbozar un posible compromiso.
Elena Panina, de RUSSTRAT, ha ofrecido una evaluación estratégica concisa y aleccionadora de lo que puede resultar.
Lo que Trump anhela esencialmente, como una hamburguesa basura de McDonald’s, es parecer el Macho Alfa definitivo. Así que la estrategia de negociación táctica de Putin no se centrará en socavar la actuación de tipo duro de Trump. El problema es cómo lograrlo sin socavar el poder de estrella pop de Trump -y sin añadir más combustible a la pira belicista de la OTAN-.
Putin mantiene una serie de cartas de triunfo cerca de su pecho – en relación con Europa, los británicos, China, la propia Ucrania y el Sur Global en su conjunto.
La determinación de las esferas de influencia formará parte de un posible acuerdo. La cuestión es que no deben filtrarse detalles concretos, y deben mantenerse impermeables a la inteligencia occidental.
Eso significa, como señala Panina, que Trump necesita un canal de negociación con Putin completamente sellado, que ni siquiera el MI6 pueda descifrar.
Una tarea difícil, ya que los privilegiados silos Zio-con en todo el Estado Profundo están mareados con las últimas victorias psicopatológicas del Antiguo Testamento en el Líbano y Siria, y la forma en que debilitaron a Teherán. Sin embargo, eso no significa que el vínculo Irán-Rusia-China-BRICS esté en peligro.
La dinámica está fijada; hay que andarse con cuidado
Putin y el Consejo de Seguridad deben estar preparados para poner en marcha un juego diplomático bastante complejo y escalonado, pues saben que la trifecta de demócratas, británicos y Bankova derrotados y supremamente enfadados ejercerán la máxima presión sobre Trump y lo convertirán en «enemigo de América» o alguna chorrada similar.
Moscú no aceptará ninguna tregua ni congelación: solo una solución real.
Si eso no funciona, la guerra continuará en el campo de batalla, y Moscú no tiene problemas con eso – o con una mayor escalada. La humillación final del Imperio del Caos será entonces total.
Mientras tanto, la Guerra Fría 2.0 entre China y Estados Unidos avanzará más en la esfera pop que en el fondo. Los analistas chinos más agudos saben que la verdadera competición no es por ideología -como en la Guerra Fría original- sino por tecnología, desde la IA hasta la mejora de las cadenas de suministro sin fisuras.
Además, Trump 2.0, al menos en principio, no tiene ningún interés en desencadenar una guerra por poderes -al estilo de Ucrania- contra China en Taiwán y el mar de la China Meridional. China tiene muchos más recursos geoeconómicos que Rusia.
Así que no es exactamente intrigante que Trump esté flotando la idea de un G2 entre los EE.UU. y China. La masa del Estado Profundo lo verá como la plaga definitiva y lo combatirá hasta la muerte. Lo que ya es seguro es que, suponiendo que esto salga adelante, los caniches europeos se quedarán ahogados en un sucio pantano.
Pues bien, las «élites» políticas que nombran a especímenes descerebrados como la Medusa von der Lying y la chiflada estonia como máximos representantes de la UE; que inician una guerra contra su proveedor de energía más importante; que apoyan plenamente un genocidio retransmitido 24/7 a todo el planeta; que están obsesionadas con erradicar la cultura que las ha definido; y que en el mejor de los casos sólo defienden de boquilla la democracia y la libertad de expresión, estas «élites» sí merecen revolcarse en la inmundicia.
Sobre la tragedia siria, el hecho es que Putin sabe quién es el verdadero enemigo; ciertamente no un grupo de mercenarios salafistas yihadistas que cortan cabezas. Y el sultán de Ankara tampoco es el enemigo; desde la perspectiva de Moscú, a pesar de todos sus elevados sueños de sustituir «Asia Central» por «Turquestán» en los libros de texto de Turquía, es un actor geoeconómico e incluso geopolítico menor.
Parafraseando al inestimable Michael Hudson -quizás nuestro Marsilio Ficino vestido por Paolo Uccello de escritor con una elegante túnica roja- es como si en esta coyuntura previa al diluvio las élites estadounidenses dijeran: «La única solución es la guerra total con Rusia y China»; Rusia dijera: «Esperamos que haya paz en Ucrania y Asia Occidental»; y China dijera: «Queremos la paz, no la guerra».
Esto puede no ser suficiente para alcanzar un compromiso, cualquier compromiso. Así que la dinámica está establecida: la clase dominante estadounidense seguirá imponiendo instancias de caos mientras que Rusia, China y los BRICS seguirán probando en el «laboratorio de los BRICS» modelos de desdolarización, montajes alternativos al FMI y al Banco Mundial, y eventualmente incluso una alternativa a la OTAN.
Una cornucopia de anarquía y Guerra del Terror por un lado; realismo frío y coordinado por el otro. Prepárate para todo. Desde la Florencia del Renacimiento, una de las -pocas- cumbres de la humanidad, ahora viva en la memoria, pisa con cuidado este 2025 lleno de llamas.
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