Las vacilaciones de don Gabriel
por Cristian Joel Sánchez (Chile)
5 meses atrás 6 min lectura
29 de noviembre de 2023
Siempre resulta difícil escribir desde el ángulo de la crítica cuando ésta debe dirigirse hacia la misma trinchera desde la cual se combate al enemigo. Los más cautos califican estos reproches como exabruptos fuera de lugar, en el mejor de los casos como extemporáneos y hasta imprudentes. Los más apasionados, con mirada ceñuda, le encajan a este tipo de crítica simplemente el epíteto de “puñalada por la espalda”. Pero ¡qué diablos! yo me adjudico el dudoso derecho de expresar lo que pienso, aun a riesgo que hasta mi santa madre salga al baile. Se lo digo de inmediato para que, si no le gusta lo que voy a decir, tenga usted la oportunidad de dejar sólo hasta aquí la lectura de este artículo: nunca me gustó Gabriel Boric. Así de simple. Sin embargo, ello no impidió que anduviera yo por las calles, durante la campaña, agitando una enorme bandera con el nombre de don Gabriel, pues era, gustara o no gustara, el candidato de la izquierda que se alzaba ante el fantasma del neofascismo. Escribí incluso algunas palabras, sobre todo a organismos de chilenos del exterior con los cuales estoy en contacto, instándolos a dejar de lado la amargura de la derrota de Daniel Jadue ante Boric, y a alinearse ahora, cualquiera fueran las reticencias, detrás del abanderado elegido para representar las aspiraciones populares.
Pero insisto: nunca me ha gustado su actitud ambigua y timorata en momentos en que, más que nunca en los últimos cuarenta años, la izquierda necesitaba un líder con el cuero acerado ante la arremetida nacional y mundial de las fuerzas más retrógradas de la Humanidad. A mi juicio, y enójese usted conmigo, Gabriel Boric es lo que en la jerga popular se denomina como “un blandengue”. No es necesario enumerar acá las veces que don Gabriel retrocedió ante los embates de la derecha cuando, tímidamente, esbozó intenciones de cumplir alguna de las promesas con las que adornó su campaña.
Claro, dirán algunos, el pobre no tiene mayoría en el Congreso. Pero eso se sabía desde antes de su intento de llegar a La Moneda. Cabe entonces preguntarse:
¿cuál era la estrategia que pensaba Boric esgrimir para llevar a cabo, sólo a manera de ejemplo, el fin de las AFP, llevar justicia a los deudores del CAE, elaborar una reforma más justa con la redistribución de los impuestos, desmontar el fabuloso negocio de las Isapres que, entre paréntesis, hoy tiemblan, no por temor de don Gabriel, sino porque la Corte Suprema las tiene entre la espada y la pared? ¿Acaso su estrategia era la que hasta ahora ha fracasado, vale decir ceder ante la derecha para recibir algunas migajas que le permitan continuar por el alambre como un avezado equilibrista?
La última gracia que nos ha anunciado hace unos días La Moneda, es que el señor Presidente ha decido asistir a la trasmisión del mando en Argentina el 10 de diciembre, es decir juntarse con lo peor de la ultraderecha mundial, tal como hizo el 19 de noviembre de 2019 cuando apareció sentado junto a lo más selecto de la manada política de Chile, reunida en un contubernio cuyo único objetivo era aplastar el estallido de las masas populares que aún recorría las calles del país. Veremos entonces a don Gabriel compartiendo con los principales invitados de Javier Milei a su ascenso al poder: Bolsonaro, el más importante convidado por el loco trasandino, más los representante de la ultraderecha mundial, la VOX de España, AFD alemana, algún delegado de Trump, o de la ultraderechista Maloni de Italia, o de Marine Le Pen y Macron de la ultraderecha y la derecha francesa, o doña Dina Boluarte, la golpista peruana que ya solicitó también permiso al Congreso para estar en el aquelarre del fascismo ¿Quiénes no estarán? Los más fieles a la lealtad de la izquierda continental, encabezados por el gran Lula que no cede a los embates del fascismo, Andrés Manuel López Obrador que desde México continúa parapetado resistiendo y denunciando los ataques de la reacción continental y mundial, o Gustavo Petro, el colombiano, sólo por nombrar algunos de los que, elegidos por sus pueblos, mantienen la lealtad inclaudicable a las ideas del progresismo.
Cabe, por último, preguntarse
¿cuál es la táctica de Gabriel Boric en su, hasta ahora, deslucido paso por la presidencia del país? ¿Acaso finalizar hasta el último día repartiendo bonos como lo hicieron gobiernos anteriores y que, según decía mi sabia abuelita, son el pan de hoy y el hambre del mañana?
Lo que sí es cierto, y me apresuro a reconocerlo, es que no sólo hay que criticar a este pobre Gabrielito que se metió en las patas de los caballos reaccionarios sin presupuestar lo que le esperaba, sino que hay que proponer un camino que tenga factibilidad de éxito, por duro y arduo que parezca. Ese camino, sigo escribiendo desde mi opinión personal, hace ya mucho que dejó de ser una táctica para convertirse en la estrategia histórica de los pueblos:
la movilización popular, que no necesita de parlamentos ni respeta las leyes coercitivas con las que los poderosos han avasallado siempre a los humillados y ofendidos de la Humanidad.
Incuso hasta un amanuense articulista de derecha reconocía hace poco que las insurrecciones populares han sido el motor de los avances de los pueblos. No llegaba, en todo caso, a reconocer a la violencia como la partera de la historia, como dijera un olvidado pensador popular que hoy sería calificado de “terrorista”.
Nosotros no necesitamos ir tan atrás en la dialéctica social del mundo. Basta con volver la mirada al estallido popular de 2019 para comprobar la manera como la movilización de las masas, de los “populáricos” como los llamaba Violeta Parra, hizo temblar los pantalones de los poderosos, que corrieron a juntarse en un conciliábulo, al que por desgracia, repetimos, se agregó nuestro Gabriel, elaborando ahí una táctica que, justo es decirlo, fue genial, apegada al manoseado “todo tiene que cambiar para que todo siga igual”. No se obtuvo NADA, a pesar de los asesinados, los lisiados de por vida, los presos que aún continúan en las cárceles y las esperanzas pisoteadas por la represión. La derecha, ahora con un paso más adelante transformada en ultrismo, sigue ahí triunfadora hasta con la Constitución que les regalara Pinochet. Por eso, mi querido Presidente Boric, hoy es más válido que nunca aquello de que “los muertos vos matasteis, gozan de buena salud” y son los fantasmas que le agobian sus noches de vacilación sin atreverse a confiar en el pueblo, a pesar de las lecciones de la historia.
-El autor, Cristian Joel Sánchez, es escritor y cronista de Cultura y Política.
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