Al cara o sello se definirá la crisis económica-financiera mundial
por Mario Briones R. (Chile)
3 años atrás 8 min lectura
La apreciación panorámica del mundo actual nos muestra que éste seguirá sufriendo los problemas del año 2021, tal vez agravados, ya sea por las fallas en la cadena de suministros, la rebeldía que se extiende en todos los continentes, los disturbios, los cambios de poder y por una inflación que está apretando como siempre a los más pobres en beneficios de los más ricos. Todo puede derivar en un frenazo, si se ven obligados a subir las tasas en un breve tiempo, como el máximo cercano al 20% de aumento en las tasas ocurrido en abril de 1980, que también logró “incendiar” la banca chilena.
La información de la FED señala en las actas de la última reunión de Diciembre del 2021, que está preparada para controlar la inflación, disminuyendo las compras de deudas, cuyo efecto fue un aumento de los intereses en los bonos soberanos americanos, que se irradiaron a los bonos españoles, franceses, etc. No obstante lo anterior, la FED no parece querer actuar con rapidez.
Otro problema importante ha sido la velocidad de contagio de la pandemia con la actual variante ómicron. Se está afectando la economía real de EE. UU., Europa y otras partes del mundo, debido a la cantidad de hospitalizaciones que se están recibiendo en los centros de salud, en especial, por la población que no acepta vacunarse. El principal factor que agrega el COVID 19 son las ausencias aleatorias de trabajadores en los más diversos ámbitos laborales, afectando la sincronización de la economía y su productividad. Pero hay algo más, cambió la forma en que ven el trabajo y la necesidad de trabajar, incluidas muchas personas que se han cansado y se han jubilado. Nuevamente nos encontramos con una pérdida de credibilidad en el modelo neoliberal.
Podemos considerar a lo menos tres factores importantes que están surgiendo de la geopolítica global. La presión militar de Rusia sobre Ucrania en respuesta a la tensión de la OTAN y EE UU., que apoyan a Ucrania y también lo que ocurre en Kazajstán, un país rico en petróleo, gas y minerales que Rusia no dejará fuera de su área de influencia.
El segundo aspecto, es un reordenamiento geopolítico que está enfriando la guerra fría chino- estadounidense por la tensión militar sobre Taiwán y del Mar de China Meridional. El tercer factor es Irán y su acelerado programa de enriquecimiento de uranio para mejorar su capacidad nuclear como país, lo que mantiene en alerta a Israel, formulando planes para responder militarmente en contra de Irán.
No es raro que una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación acelerada, pueda generar un efecto importante y considerable a mediano y corto plazo. Por ejemplo, el retraso de los aviones, la desincronización productiva o extractiva, etc. Según los científicos, podemos hablar de sistemas caóticos o “dinámicos no lineales”. La teoría del caos y el efecto mariposa dice, “El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo». Es una buena forma para ayudar a entender algo tan complejo como el mundo en que vivimos (un sistema caótico flexible), que es impredecible.
La economía mundial se ha convertido en un sistema caótico impredecible que irradia gran incertidumbre en las personas, que solo alcanzamos a ver una parte minúscula de la crisis económica financiera mundial, cuyo potencial puede desarticular un PIB de casi US$ 100 billones, lo que está siendo contenido (hasta ahora) principalmente por la FED y los demás bancos centrales.
La causa principal de la incertidumbre que inquieta al mundo proviene del modelo económico neoliberal, cuyo objetivo por décadas, ha sido concentrar la riqueza argumentando que el “mercado es quien asigna mejor los recursos”. Una concepción como esa ha significado condenar a la humanidad a un destino incierto. La desconexión de las decisiones para invertir donde están las necesidades básicas de la población, se han canalizado preferentemente en satisfacer el ego de los intereses personales, de clanes o la simple búsqueda de una avaricia brutal de los grupos groseramente ricos, a base de rentabilizar casi la totalidad de las actividades humanas.
La convulsión de una buena parte del mundo no solo tiene raíces en la extrema miseria a la que ha sido sometida la población, también es una condena a los grandes grupos que se apoderaron de la industria farmacéutica, quienes deciden donde invertir y donde no, para formular productos químicos destinado a mejorar la salud de las personas, siempre y cuando rinda utilidades. Las enormes ganancias obtenidas sobre la base de un “producto estrella”, se parece mucho al modelo de negocios de los celulares, cada seis meses o un año, caen en obsolescencia respecto a los modelos anteriores. Ha sido tan fuerte el descredito que una parte de la población que ya no cree en las vacunas contra el Covid 19, porque algunos creen estar siendo intervenidas químicamente por las poderosas corporaciones farmacéuticas que saltan a los primeros lugares por sus enormes utilidades de miles de millones de dólares logrados rentabilizando la salud humana.
El neoliberalismo no tiene respuestas ni soluciones para las gravísimas consecuencias que puedan derivar si la economía colapsa. Vivimos en una mezcla de pandemia, pobreza, rebeldía, violencia y una geopolítica global que facilita la ocurrencia de nuevas guerras. La política monetaria formulada por el modelo económico en vigencia ha reforzado durante décadas el individualismo, la competencia y el exitismo que promueve el hedonismo centrado en las relaciones entre individuos, que solo mide el éxito del dinero que posee cada cual.
Cada puesto de trabajo que es eliminado por un robot ya sea porque se cambia una línea de ensamblaje, por otra de mayor capacidad digitalizada que aumenta la productividad, provoca un cambio en alguna parte del mundo globalizado. El consumidor se enfrenta a grandes esfuerzos para financiar el mayor precio en la adquisición de servicios o para reponer aquellos artefactos que ya no funcionan debido a que los anteriores cumplieron el tiempo de la obsolescencia programada. Cada tensión que se genera en las personas, por sutil que sea, se van trasladando a toda la sociedad.
A pesar de la crisis que conocemos, se sigue aplicando la norma, “el mercado es el mejor asignador de los recursos”, un círculo vicioso que décadas después nos ha permitido comprobar que, la acumulación de fuertes tensiones en las personas, produce estallidos sociales, como ocurrió en Chile y en otras partes del mundo, como consecuencia de los desequilibrios de la equidad para distribuir la riqueza. Sin embargo, falta aún la ruptura económica y financiera que llegará, no dude eso, sólo falta ponerle fecha, porque el modelo neoliberal ya no funciona y tenemos una deuda descomunal que es impagable. Sólo subiendo a un 2% las tasas en EE UU., los intereses sobre la deuda que deberá pagar se estiman en US$ 950.000 mil millones anuales.
Tanto en Estados Unidos, Europa e incluso en Chile, los cambios en las personas son significativos, para indicar que es inviable regresar a “la normalidad” en el trabajo, en los mismos términos anteriores a la pandemia. Los cambios en el mercado laboral, provocados por la pandemia, están aflorando a la superficie, con millones de personas que no desean regresar a sus antiguos trabajos, para ser contratados en las mismas condiciones abusivas anteriores, además de un virus que seguirá mutando para regresar con nuevas olas de infección, afectando a una población reacia a creer en la demagogia de políticos que mienten para encerrarlos sin ingresos para sobrevivir, mientras ellos viven con sueldos millonarios garantizado con los impuestos que paga la población.
La inflación está en la fase de cambios relativos. Las empresas con demanda inelástica a los precios asumen inicialmente los aumentos con cargo a sus utilidades, pero eso dura un tiempo corto, inevitablemente traspasan el costo al consumidor. Lo que debe quedar muy en claro es que, en definitiva, no se trata de cambios en los costos, sino de cuanto se desvaloriza la moneda por la gran impresión de billetes. Es la moneda la que pierde valor. Entre los principales economistas neoliberales está Milton Friedman, quién dijo, «La inflación es en todo lugar y en todo momento un fenómeno monetario». La inflación estadounidense del 7% es la más alta desde la década de 1980, y esta crisis es de responsabilidad de las autoridades políticas y financieras.
Globalmente entre el 33% y el 50% de los déficits gubernamentales han sido monetizados por los principales bancos centrales, como el BCE que ha monetizado más de la mitad de toda la deuda pública emitida en la zona euro. Monetizar significa emitir deuda pública que se financia imprimiendo billetes. “La cantidad de M1 (dinero efectivo) desde febrero de 2020, pasó de US$ 4 billones, un nivel de por si alto, a casi US$ 20 billones en septiembre. Esa es una inflación M1 promedio anualizada del 230%. Es simplemente una degradación de la moneda, que aún no ha tenido un impacto total en los precios”.
El refrán, “si me lo quitas me matas, si me lo dejas me muero”, parece ser un buen refrán, como el cara o sello para explicar cómo terminará la economía mundial. Las poderosas autoridades políticas y financieras deberán determinar si podrán controlar los desequilibrios monetarios actuales, subiendo las tasas, lo cual significa recesión, o tal vez estanflación. O, pueden seguir favoreciendo una vez más a los más ricos, aunque les estalle el sistema en sus manos con una caída en bolsa y del dólar que puede ser de un 40% o más.
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