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Periodista Pascale Bonnefoy sobre Caso Quemados: «Justicia ya no hubo»

Periodista Pascale Bonnefoy sobre Caso Quemados: «Justicia ya no hubo»
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Elisa Montesinos, texto (entrevista realizada junto a Mario Antonio Guzmán y transmitida por la Radio Manuel Rojas) | Publicado: 10.08.2021

Tras dos años de trabajo y 80 entrevistas acaba de publicar «Rodrigo Rojas de Negri, hijo del exilio» (Debate-Penguin Random House), una suerte de biografía en que da cuenta de la vida del joven fotógrafo de principio a fin. Revisa la entrevista completa en el video.

La periodista Pascale Bonnefoy vivió su infancia y adolescencia en Washington. Actualmente se desempeña como corresponsal para The New York Times y profesora en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Anteriormente publicó los libros Terrorismo de estadio y Cazar al cazador. Tras dos años de trabajo y 80 entrevistas acaba de publicar Rodrigo Rojas de Negri, hijo del exilio (Debate-Random House), una suerte de biografía en que da cuenta de su vida de principio a fin.

Pascale ubicaba a Rodrigo de la comunidad latinoamericana y chilena en el exilio en la capital estadounidense de los años 70 y 80. No fueron amigos, pero la cercanía posterior con su madre, Verónica De Negri, la motivó a contar la historia de este joven muy alto y preguntón que sacaba fotos y tenía una necesidad insaciable de saber “de Chile y cualquier cosa del planeta”. A los 19 años vino a reencontrarse con su país, pero el 2 de julio de 1986, día de paro nacional, una patrulla militar lo interceptó y el resto es historia conocida. Andaba con una cámaras, que se perdió.

La cámara pedida

-¿Cómo estos recuerdos de Rodrigo te llevaron a escribir un libro sobre él?

Él simboliza uno de los actos más crueles de la dictadura, o sea quemar vivo a una persona no es cualquier cosa. Es un caso conocido por su brutalidad y también era una manera de retratar la vida de él y de su familia como una oportunidad o una ventana para hablar sobre lo que pasa con los jóvenes en el exilio. Quise enfocarlo desde el punto de vista de su trayectoria de vida más que en el crimen mismo que llega muy al final del libro porque él es conocido en Chile como una de las víctimas emblemáticas entre muy comillas, pero poco se sabe de él lo que estaba haciendo aquí, por qué se vino a Chile, cuál era su historia o sea en realidad no se sabe nada de él. Es una forma de recuperar su vida y hacer un poco reparación por ese lado.

-Al final los que más saben de él son los fotógrafos porque aunque estuvo poco tiempo acá, dos meses, y alcanzó a participar de la AFI, la Asociación de Fotógrafos Independientes, y conoció a varios de ellos. También alcanzó a sacar fotos acá 

Se incorporó a varios ambientes, uno era con fotógrafos independientes luego de un periodo en que pensaban que él podía ser un infiltrado porque nadie lo conocía, andaba con máquinas de buena calidad, solo siempre y nadie sabía para qué sacaba fotos. Tal vez uno de los más cercanos fue Álvaro Hoppe, con quien tuvo una amistad a pesar de la diferencia de edad. Álvaro me decía que Rodrigo rara vez hablaba de su familia, hablaba algo de Estados Unidos y de cómo era el país, pero poco de su propia vida y de su familia. Hizo amistad también con estudiantes de la universidad de Santiago, pero todos coinciden en que era muy callado. Más que hablar de él o de su propia vida hacía preguntas y conversaba de política, temas internacionales, de lo que estaba pasando.

Respecto a las fotos quiero mencionar algo: él sacó muchísimas fotos. Sacaba en blanco y negro y a color, y trajo tres cámaras propias. Sacó veintidós rollos de fotos a color que se los mandó a su mamá en Washington por encomienda y le pidió que se los guardara en el refrigerador mientras él volvía, porque era muy exquisito y perfeccionista, y pensaba que en Chile no los iban a revelar bien. Esos rollos se perdieron porque nunca llegaron, entonces las únicas fotos que conocemos que sacó Rodrigo en Chile son las que estaban en las cámaras que se recuperaron, hay una que se perdió que era la que andaba trayendo el 2 de julio y otras fotos que alcanzó a revelar. Por eso no son tantas las fotos que tiene de Chile.

-¿Qué fue lo más difícil respecto a las entrevistas?

No creo que haya sido con Verónica porque ella ha dado tantas entrevistas también, pero sí fueron muy largas, muy frecuentes. Yo quería hacerlo de manera narrativa, estilo crónica, entonces también le pregunté muchos detalles. El hermano Pablo ha dado muy pocas entrevistas y creo que se abrió bastante, incluso tal vez fue algo novedoso para su mamá leerlo. Eso fue yo creo más difícil. Para los entrevistados era difícil, entonces la carga emocional de la entrevista era pesada, por eso agradezco tanto y aprecio que hayan aceptado porque es complicado hablar, es complicado recordar y algunas personas me rechazaron una entrevista por que no querían pasar por ese dolor.

«Justicia que tarda 35 años no es justicia»

-Del papá biológico tú mencionas que él trató de cobrar la indemnización aunque no había visto nunca a Rodrigo, ¿cómo es eso? 

Él no figuró nunca en la vida de Rodrigo, nunca estuvo presente en absoluto y no sabía nada de él. De hecho cuando quemaron a Rodrigo él vivía en España y Verónica no tenía idea, o sea una ausencia total. Cuando Verónica el año 2013 presentó una querella criminal a través de la Agrupación de ejecutados políticos y ahí lo tomó el juez Mario Carroza, a esa querella se fueron sumando Carmen Gloria Quintana, la USACH, el programa de derechos humanos del gobierno y ahí se sumó también Ramón Rojas en la querella y también en la demanda civil por indemnización. Entonces el ministro al condenar el año 2019 yo no sé cuál fue su criterio porque él sabe, me imagino, perfectamente bien que Ramón Rojas Ruiz- Tagle no tuvo ningún rol en la vida de su hijo pero no sé si por ley estaba obligado a entregar una indemnización igual a ambos padres biológicos. Entonces fijó una indemnización tanto a Verónica como a él que aún no se entrega. Lo que más me llamó la atención de la demanda civil de Ramón Rojas –yo lo lo había leído así que lo detecté de inmediato lo pude chequear–, es que incorporó todo el relato de vida de Rodrigo de un reportaje periodístico publicado un poco antes, completo, textual, corte y pega (ríe). Eso lo encontré increíble

En el libro haces un enjuiciamiento, dices que «la justicia que tarda 35 años no es justicia»

Si la justicia tiene que ser efectiva, oportuna y proporcional, en el caso de Rodrigo no se cumple ninguno de esos requisitos, porque ya no fue oportuna. Las magras condenas de diez años a tres personas de más de una veintena que participaron –bueno, hubo los otros condenados pero en libertad– eso ya tampoco es proporcional al crimen. El ministro Mario Carroza recientemente pudo descubrir la verdad y que se impliquen condenas, él recibió el caso el 2013 y no se lo puede responsabilizar por todo lo que pasó previo al 2013, pero luego se ha sabido todo con lujo de detalles: quiénes son los responsables, quién hizo qué, de qué manera, todo plenamente identificado. Entonces eso no tiene explicación ni justificación alguna.

Dos conscriptos son los únicos dos que han hablado retazos de lo que sucedió ese día, pero tampoco coinciden. Ellos admiten al menos lo que pasó, la responsabilidad de los militares, pero yo no sé si es porque eran conscriptos de dieciocho años… O sea, pensemos en que presenciaron un evento traumático y hablan 35 después, algo pasa ¿no? Me da pena que todos estos temas de derechos humanos de la época dictatorial quedan bastante en el olvido, hay mucha gente que dice «ya, hasta cuando» sin reconocer que las repercusiones y el impacto hacia las familias siguen hasta hoy día y a las generaciones que les siguen o sea los padres, los hijos, los nietos. Eso se perpetúa hasta el día de hoy, o sea no es algo tan del pasado. Las consecuencias siguen. Justicia ya no hubo, pero hay que darles algún tipo de cierre a las familias con una verdad real que se difunda, que se eduque y que el tema de derechos humanos sea parte del currículum escolar y de las clases de historia.

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