03 de julio de 2021
La peste que el murciélago desató entre los chinos, desde la nauseabunda proliferación de su cocina promiscua, ha devenido, tras el forzoso encierro de las grandes urbes, en beneficios impensados para la vida intelectual. Uno de ellos, el que a mí y a otros asiduos atañe, es una resurrección de los libros y del vicio impune que traen consigo: la lectura.
El tiempo de afanes cotidianos, de horas de transporte esfumadas para acceder a oficinas y reparticiones públicas, constriñendo el espacio cada vez más reducido del lector contemporáneo, obligado a ejercer oficios pedestres de subsistencia, se amplía de pronto como efecto real, para no abandonarse al desasosiego de esa amenaza aún no desvelada por la anónima ciencia del tercer milenio, sus investigadores y sus burócratas de la muerte.
Desde los anaqueles, se han desempolvado títulos que esperaban su turno impreciso, para hacer escuchar sus voces clausuradas temporalmente. Otros han llegado, llegan, por el correo ordinario o por el envío diligente de autores afectuosos o interesados en reseñas críticas; otros brotan desde la feracidad de las producciones electrónicas y sus formatos cada vez más amables…
Ya sé, amiga lectora, amigo lector, que nada reemplaza al objeto libro en su naturaleza originaria de papel encuadernado y oloroso, pero el ebook y su aparato Kindle ofrecen ventajas comparativas en la conjunción espacio, tiempo y precio.
Así, el Diario de un Escritor, de Dostoyevski, en versión íntegra, cuesta cincuenta mil pesos; en formato digital, seis o siete dólares, la décima parte, y no ocupa el espacio físico que amplifica el acopio de años de compras compulsivas, cuyo hábito suele dañar relaciones conyugales y expectativas de satisfacer otras necesidades.
Adquirí las obras completas de Fernando Pessoa, El Canon Occidental, de Harold Bloom, Memorias, de Simone de Beauvoir, Notas y Dietarios, de Josep Pla. Este autor catalán me fue recomendado, a comienzos de los 80, por Luis Sánchez Latorre, Filebo, lector formidable y universal, capaz de mantener un ritmo de lectura de seis, siete u ocho horas diarias; también me recomendó a Julio Camba, ese incisivo periodista español de la primera mitad del siglo XX, de acerada pluma y fino humor, desconocido entre sus pares y plumíferos de Chile.
Ambos, Pla y Camba, padecieron una suerte de censura silenciosa en la España post franquista, debido a sus simpatías por el régimen del caudillo gallego; algo semejante le ocurrió a Borges entre los sectores progresistas de Latinoamérica, debido a su proclividad por dictadores entorchados. Pero el placer de leerlos va más allá de ideologías y partidismo.
En lo que va de este año y algunos meses, he leído interesantes libros sobre Irlanda, la patria de Wilde, de Shaw y de Joyce, textos de viaje de Javier Reverte y de Heinrich Böll, género o subgénero, si ustedes quieren, que me atrae mucho ahora, junto a diarios, memorias y ensayos; van quedando algo relegados los cuentos y las novelas, aunque leí hace poco los relatos de ese fino especialista que es Luis Alberto Tamayo, los alucinantes microcuentos de Lilian Elphik. También la novela breve, o nivola, como diría Unamuno, El viejo que subió un peldaño, de Jorge Calvo, uno de nuestros mejores narradores actuales; Unquén, el que espera, novela de Sergio Infante Reñasco, texto que me sorprendió por su capacidad de relacionar y fundir, en atrapante narración, diversos lenguajes de la tribu, rescatando sus identidades desde el lejano exilio. A ambos les debo una crónica para Cine y Literatura.
Si Irlanda cautiva, al igual que Galicia, tratándose de naciones desangradas por el drama de la emigración, ese cáncer social brotado de la pobreza ancestral del minifundio y del caciquismo colonizador, extendido en todos los continentes, en versión más acabada y exterminadora, por la expoliación capitalista, hay otra patria en donde se cometió uno de los más atroces genocidios de la Historia; me refiero a Armenia, víctima de un holocausto a manos de los turcos, bajo su agonizante imperio, en el año 1915, ha poco más de un siglo, cuya triste fecha conmemorativa es el 24 de abril (un día después del aniversario internacional del Libro), que coincide con las matanzas de armenios en Constantinopla. Luego de leer El Genocidio Armenio, de Matt Clayton, libro mal escrito, titubeante, lleno de lugares comunes, aunque de precisa información histórica, pasé a La Memoria de Ararat, un libro reportaje del catalán Xavier Moret, interesante y fluido, aunque sin mayor vuelo estético, semejante a otros muchos de su clase que se editan hoy por cientos.
El tercero me compensó con creces: Livro dos Sussurros, del escritor armenio Varujan Vosganian; lo leí en la versión portuguesa de Kindle, pues no se ofrece en castellano y en inglés me costaría mucho leerlo. Es una suerte de novela autobiográfica, entrañable, memoriosa hasta el más hondo sentido poético. Los susurros tienen para el autor y adquieren, en la complicidad de ambos agentes del fenómeno lectivo, diversas connotaciones, nacidas de la imperiosa necesidad de hablar en sordina, de bajar la voz y pronunciarlo todo en la cautela del secreto, debido al miedo de una sociedad en trance permanente de aniquilación y sojuzgamiento.
Primero, bajo la feroz bota otomana; recién terminada la segunda guerra mundial, el sometimiento al poder soviético, en virtud de constituir enclave estratégico de la geopolítica mundial, sobre todo en ese periodo aciago de los dos mayores conflictos planetarios, cuando se enfrentaban las potencias rectoras del planeta, repartiéndose la esfera humana como una torta de cumpleaños.
Nacida en la encrucijada de Oriente y Occidente, como el primer estado-nación que abrazó el cristianismo, en el siglo IV, Armenia ha padecido casi dos milenios de vasallaje, que parecieron interrumpirse a partir de 1991, con la declaración de su -¿definitiva?- independencia, aun cuando no ha desaparecido la amenaza de sus dos vecinos beligerantes: Turquía y Azerbaiyán, ambos estados musulmanes.
Vosganian ha sido capaz, en Livro dos Sussurros, al modo de García Márquez con Cien Años de Soledad, de crear una gran novela-poema, quizá realzada, en este caso, por su traducción portuguesa. Pocas lenguas poseen esa enorme potencialidad poética que ostenta el idioma de Camoens, Pessoa y Saramago. El lector no deja de agradecerlo, mientras goza las páginas del libro, en procura de otros susurros, de otras tierras y de nuevos viajes al corazón de las palabras. Echa en falta no saber armenio, idioma antiguo y poderoso, muy cercano a la lengua de la divinidad, según sus hablantes que lo conservan, pese a numerosos intentos de exterminio, con la heroica voluntad de los pueblos que no se rinden al vasallaje cultural.
Quizá por primera vez, aunque seamos ya muy viejos, hemos experimentado la fruición de la lectura despojada del ansia de los libros que están a la espera de ser abiertos, tras el turno otrora anhelante de desflorar sus palabras en la perspectiva de futuros placeres y expectativas de conocimiento. Así nos recomendaron Borges y Cortázar, desde sus distintas experiencias creativas y estéticas.
¿Cuánto llevamos leído? Mucho; tal vez poco, si miramos las inmensas bibliotecas, si atendemos a las múltiples incitaciones con que nos bombardean a diario. Apenas son unas cuantas líneas de la biblioteca infinita. Hemos deletreado el tiempo traducido en páginas y su medida permanece en la forma amada del libro. De manera que la última puerta que vamos a cerrar, según Borges, será la página postrera, vuelta en el pliegue de su ala de pergamino. Ojalá sea propicia también la última palabra pronunciada.
*Fuente: Politika
Artículos Relacionados
«Yo te nombro libertad»
por Estela Ortiz (Chile)
9 años atrás 1 min lectura
“El canto era su excusa para difundir la cultura mapuche”
por Gloria Guerrero (Argentina)
14 años atrás 10 min lectura
Educación para la democracia. El niño, único privilegiado
por Salvador Allende Gossens (Chile)
14 años atrás 28 min lectura
Gaza: Los indicios señalan que Israel utiliza de forma continuada la hambruna para perpetrar su genocidio contra la población palestina
por Amnistía Internacional (Chile)
1 día atrás
03 de julio de 2025
“Hay una crisis de leche en Gaza en general. Además, observamos que las madres recientes, como no comen adecuadamente o a causa del pánico, el trauma y la ansiedad, no pueden amamantar. Conseguir leche maternizada normal es una auténtica lucha. Pero si tu bebé tiene alergias, es casi imposible encontrar fórmulas especiales en ningún hospital de Gaza. Para los bebés, la imposibilidad de conseguir leche maternizada especial puede ser una condena a muerte”.
El triunfo de Zohran Mamdani, del Socialismo Democrático de América (DSA), ¿próximo alcalde de NYC?
por La Base (España)
3 días atrás
01 de julio de 2025
En el programa de hoy, 30/6/2025, Irene Zugasti y Manu Levin analizan la victoria en las primarias demócratas para la Ciudad de Nueva York del socialista pro palestino Zohran Mamdani. ¿Una nueva izquierda surge en EEUU? Con la participación de la editora Zoe Alexandra (Peoples Dispatch).
Gaza: Los indicios señalan que Israel utiliza de forma continuada la hambruna para perpetrar su genocidio contra la población palestina
por Amnistía Internacional (Chile)
1 día atrás
03 de julio de 2025
“Hay una crisis de leche en Gaza en general. Además, observamos que las madres recientes, como no comen adecuadamente o a causa del pánico, el trauma y la ansiedad, no pueden amamantar. Conseguir leche maternizada normal es una auténtica lucha. Pero si tu bebé tiene alergias, es casi imposible encontrar fórmulas especiales en ningún hospital de Gaza. Para los bebés, la imposibilidad de conseguir leche maternizada especial puede ser una condena a muerte”.
El hambre que derrota al lenguaje
por Husam Maaruf (Gaza, Palestina)
4 días atrás
30 de junio de 2025
«Esto no es una retirada de la escritura. Es una parálisis total.
Ya no tengo los medios para expresarme.
Ya no tengo el cuerpo para sentarme.
Ya no tengo la mente para formar una frase completa.
Tengo miedo de morir antes de poder escribir mi propia muerte.»