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Etiqueta: edmundo moure

Cultura, Opinión

La hidra que se fagocita a sí misma

El gran capital siempre ha utilizado las divisiones en el seno de las clases trabajadoras en modo muy maquiavélico. ‘Dividir para reinar’ es su lema. De cara a las grandes decisiones que debe tomar el país, los poderes fácticos apuestan a la confusión y a la fragmentación. Ya lo han logrado en los partidos progresistas, cuyos parlamentarios nunca le trabajaron un día a nadie y temen perder el curul…

Cultura

Mi triste Santiago

Pasada la rúa Moneda, donde se alza la Casa otrora derribada por bandidos con aviones y sin moros, enfilo por la diagonal Nueva York hacia uno de los últimos bares dignos que te quedan, con ancha barra color caoba, donde el vino derramado da un lustre más perdurable que todos los pergaminos y barnices –los que a ti te faltan, Nueva Extremadura-, porque tus amantes fundadores eran unos desarrapados, con más prontuario que todos los inmigrantes del siglo XXI que nos recuerdan a diario, en las grescas por apoderarse de tus calles, la miseria humana y la impotencia de sus dioses hechos de cartón piedra.

Cultura

El silencioso consuelo de los libros

La peste que el murciélago desató entre los chinos, desde la nauseabunda proliferación de su cocina promiscua, ha devenido, tras el forzoso encierro de las grandes urbes, en beneficios impensados para la vida intelectual. Uno de ellos, el que a mí y a otros asiduos atañe, es una resurrección de los libros y del vicio impune que traen consigo: la lectura.

Cultura

El niño aventurero de Quemchi

“Mi infancia lejana se desarrolló entre dos islas del archipiélago de Chiloé, en la costa oriental de la isla grande y frente a la de Caucahué, que en huilliche quiere decir ‘lugar de grandes gaviotas’. Entre las dos islas pasa el canal de Caucahué, formando un ángulo obtuso, en cuyo vértice está el puerto de Quemchi, que tenía poco más de quinientos habitantes cuando yo nací.»
Francisco Coloane

Cultura

Entre cuchufletas y maromas

Ah… la lucha por los premios… Hay quien vive en función de alguno de ellos. Tal parece que «sin», un escritor no existe. Y con el Premio Nacional de Literatura apenas come. Más de algún escritor, para obtener un premio, está dispuesto a perder algunas ‘plumas’… Clemenceau decía del amor que lo mejor es cuando uno va subiendo la escalera… En materia de premios lo mejor también es la previa…

Opinión

Chile. El blindaje de los intocables

Mi indignada crítica a Cristián Warnken, a través de la cual interpreto a miles de chilenos, como queda en evidencia, -(siento pudor por estos guarismos elevados que hieren mi modestia), estriba en dos hechos, tan desafortunados como conocidos: uno, la entrevista edulcorada y sensiblera a Jaime Mañalich, Ministro de Salud (debiera ser Salubridad) del nefasto gobierno de Sebastián Piñera. El doctor Mañalich es responsable directo, junto a su mandante y amigo íntimo, del desastre humano, social y sanitario que estamos viviendo desde hace cien días.

Opinión

Sombrero en mano, mirando al suelo

Así como el peón debía dirigirse al patrón o al capataz, como su representante en el reino de este mundo, con el sombrero o la gorra en la mano y los ojos clavados en el piso, hay quienes siguen preconizando esta forma de comportamiento con quien posea algún atributo de autoridad, desde el conserje del edificio hasta el presidente de la república.

Opinión

Carta abierta a Cristián Warnken

…están los tiernos de corazón, dispuestos a entender y entenderse con «buenos» y «malos», porque todos somos – o seríamos – hijos de ese Dios que parece no acudir a tiempo a ninguna catástrofe, telúrica o humana (Auschwitz, Treblinka, Ucrania, etc.); y están – quizá los peores – los acomodaticios y amarillos, que desde sus púlpitos, tarimas, nichos o podios, pontifican, sonríen, se golpean el pecho o dejan deslizar, por sus dedos satisfechos y propositivos, las cuentas de su camándula contemporizadora. Estos parecen haber encontrado el perfecto equilibrio de la verdad, ¿no es cierto, Warnken?

Opinión

La metáfora infame

En este país isleño del fin del mundo -más evidente aún en una metrópoli como Santiago del Nuevo Extremo-, existen diversos ámbitos exentos de real convivencia; lenguajes y modos de vivir diametralmente opuestos, ligados apenas por un mero intercambio de transacciones y servicios, en donde los vínculos impersonales se limitan a intereses utilitarios, regidos por el código inamovible que funciona de mayor a menor, en pirámide similar a la estructura de la Iglesia y de la Milicia.

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