Facebook, el mayor poder arbitrario en el mundo
por Esteban Valenti (Uruguay)
4 años atrás 8 min lectura
15 de septiembre de 2020
Se perfectamente que Facebook me castigará una vez más por publicar este tipo de notas, mucho más porque lo hago de manera explícita. Son de lo peor que le ha tocado al mundo en materia de comunicación, el sinónimo de la arbitrariedad y la prepotencia, escudada detrás de algoritmos. Una porquería que sufrimos todos. La inmensa mayoría en silencio.
Esperé que me sucediera varias veces, para comprobarlo, cuestionarlo, le envié mensajes a direcciones inútiles que nunca contestan. Lo pensé varias veces, porque levantar la voz contra estos monstruos es arriesgar mucho, pero al final y a esta altura de mi vida y cuando además hay tanto idiota en el mundo «tecnológico» y «periodístico» que se asombran porque este es para mí un «problema» cuando antes nos preocupábamos nada menos que de la revolución. Por eso decidí salir de las redes y dedicarle una nota entera. Y de no detenerme en eso, voy a seguir esta batalla cueste lo que cueste y con los pocos medios que tengo a mi alcance.
Vayamos a los hechos: Facebook manipula y determina las cifras de circulación por su red de cada uno de sus usuarios, de acuerdo a su voluntad. Censura de manera escandalosa y sin explicaciones. Sanciona y levanta sanciones cuando y como le da la gana. En ese año 2020 ya lo hizo con UYPRESS al menos 5 veces. Le enviamos los correspondientes reclamos.
Se cubren censurando o limitando mensajes de personajes destacados, por ejemplo el presidente de los Estados Unidos Donald Trump, cuando da opiniones sobre la cura para el Covid 19.
En nuestro caso, me tomé el trabajo de leer el supuesto código de conducta que se les exige a sus usuarios-siervos feudales. No encontré un solo caso en que hayamos violado las «tablas sagradas» del monte Facebook y su mentor. No publicamos casi notas policiales, ni que hablar de «color» o que tengan relación con temas sexuales etc. No lo hacemos por su «código» ridículo, sino porque no está entre nuestras prioridades ni estilo. No les importa absolutamente nada, de la noche a la mañana te bajan el pulgar y te pueden reducir la circulación al 30%, al 40% y hasta el 60% de la media diaria. Y un día deciden volver abruptamente a la «normalidad» Facebook sin ninguna explicación. Y todos callados.
Lo he comprobado, hablando con varios portales en diversos países y se confesaron víctimas de los mismos ataques y arbitrariedades. Como esas prácticas no afectan a Facebook y sus dueños en un céntimo, sobre todo en la bolsa de Nueva York, no les importa absolutamente nada. Ellos siguen gobernando arbitrariamente una parte fundamental del mundo digital global.
El impacto que estas prácticas de censura y manipulación en el funcionamiento de muchas, muchas, muchas empresas puede ser catastrófico. Por ello funciona el silencio, se callan.
Facebook que tiene miles de millones de usuarios y siervos feudales que trabajamos gratis para ellos, aportando el principal valor de su negocio: la información, es decir alimentando sus gigantescas bases de datos sobre orientaciones políticas, gustos en los consumos materiales y culturales, estilos de vidas y datos personales que serán utilizados para su venta a las agencias de publicidad o asociaciones de agencias, grandes empresas, partidos políticos, gobiernos y todo tipo de usuarios, son los responsables de esa manera de la mayor arbitrariedad en el uso de esas gigantescas bases de datos. Nuestros perfiles personales, comerciales, religiosos, empresariales, políticos, culturales, médicos, etc. etc.
Nadie se atreve a inmiscuirse con esa empresa que comenzó a construirse en febrero del 2004, en Cambridge, Massachusetts, por un equipo encabezado por Mark Zuckerberg y cuyas oficinas centrales están hoy en Menlo Park, California, Estados Unidos. En el año 2019 tuvieron ingresos por 70.700.000.000 de dólares (más de 70 mil millones de dólares), el PBI de todo el Uruguay fue de 62.900 mil millones en el 2018… Nosotros somos menos de 3.450.000 habitantes (2018) y ellos tienen 52,534 empleados al 30 de junio de 2020.
Hay muchas empresas transnacionales que tienen más personal, más ingresos anuales aunque valen mucho menos en la bolsa y sus dueños ni figuran entre los más ricos del planeta, pero eso no es lo más grave e importante, lo peor de los peor es que Facebook es la cumbre de un sistema que se adueñó de una parte del negocio y de la existencia de la gran mayoría de las empresas y de las personas de todo el mundo. Y que lentamente todos lo hemos aceptado, incluso cuando son parte de la manipulación de nuestra voluntad política y por lo tanto de nuestra libertad.
¿Puede haber algo más arbitrario, más antidemocrático que un puñado de pocas decenas de personas, elegidas por ellas mismas en base a las acciones que disponen de una empresa y puedan manejar las vidas, los consumos, la comunicación en definitiva la vida de miles de millones de personas?
¿Hay algo más repudiable que presentándose con esa cara de angelitos «sabiondos» cuyo único mérito es haber creado una empresita a desde un garaje en sus casas se hayan transformado en los árbitros de una parte de los destinos mundiales y nos utilicen a todos como usuarios-siervos, y además lo hagan en forma gratuita? Peor aún, les paguemos para que manejen nuestras vidas a su gusto.
Publiqué un par de Twitter de protesta la semana pasada, y recibí varios mensajes confirmando que a muchos otras personas les sucedía exactamente lo mismo. Pero no veo que entre los movimientos sociales que existen en el mundo se levanten voces potentes y autorizadas contra estos corsarios y asaltantes arbitrarios de la privacidad y la libertad de miles de millones de sus usuarios.
Siempre estará a mano el argumento de que nadie nos impone utilizar su genialidad, es una opción persona o comercial. Y es falso, asquerosamente falso. Ellos crearon y se deglutieron toda posibilidad de otras opciones. Construyeron un caminito que se transformó en casi la única carretera y los puentes y túneles de esas dimensiones por las que hay que transitar para conectarse. Y eso lo hicieron sin gastar un dólar o un peso en el tendido de un cable para un sistema propio de comunicaciones. Fue y sigue siendo un mecanismo de esclavitud comercial y cultural. Son ellos o no hay nadie más y si surge un competidor se lo compran.
Y más crecen y más imprescindibles y arbitrarios se vuelven. Esa es su fortaleza inexorable.
En su marcha incontenible, han chocado con naciones, con la Unión Europea, con todo y todos y solo han tenido que pagar una multa que representa una mísera parte de sus ganancias. Usar la plata que nosotros les generamos transformada en información, en bigdata para pagar una milésima parte de sus correrías. Y mientras tanto su sistema sigue agrediendo a millones todos los días.
Lo peor de todo es que sus usuarios, entre los que me cuento, no decimos ni pio. Nos callamos y aceptamos que Facebook tiene la inexorabilidad de la rotación de la Tierra.
Estoy acumulando méritos para que se concentren en mí. Esta nota será leída por sus sistemas de control matemático implacable, sin que nadie intervenga y para que no les venga remordimiento alguno, la borrarán de toda su red y las anexas y lo mismo le sucederá a todos los que quieran sumarse. ¿Para qué, si es inútil? Es luchar contra un poder total, absoluto.
Luego, el medio emisor de este mensaje será colocado en el Index y no necesitarán ni siquiera juntar maderas y brea para la hoguera, un simple mensaje electrónico nos quemará en la lista de los herejes. Porque ellos han construido la peor de las religiones, la que no tiene dios, ni un libro sagrado, ni una moral, solo una historia de 16 años y que cuenta con más fieles y devotos que cualquiera de las grandes religiones monoteístas con varios milenios de existencia.
Una religión que ni siquiera levantó un solo templo como aporte arquitectónico al acervo cultural de la humanidad. Sus templos son pequeñas ventanitas planas de vidrio, distribuidas en miles de millones de bolsillos, de portafolios, de casas, de oficinas. Pero lo peor es su credo, vacío de toda imaginación, limitado a un horizonte miserable y hueco. Una religión que todos practicamos sin siquiera saberlo.
Una religión-negocio que transformó el trabajo y la generación de valor, en los mismos principios de los señores feudales, en solo 16 años del siglo XXI. Siempre queda la posibilidad de protestar, de tratar de levantar una voz en el desierto, aunque para la inmensa mayoría no sea otra cosa que un gesto de desesperación y para otros algo mucho peor, un alarido de envidia, porque su verdadero templo supremo no está en Wall Street, ni en California, ni en nuestros aparatitos electrónicos, está dentro de nuestros cerebros cada día más pobres y prisioneros. Mientras exultamos de la inteligencia de esos genios.
* El autor, Esteban Valenti, es escritor y periodista, director de la Agencia Uruguaya de Noticias UYPRESS y del semanario digital BITÁCORA de Montevideo. Coordinador General de IPS en la dirección general de Roma entre 1979 y 1984.
*Fuente: OtherNews
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