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Pueblo, Economía y Política

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22 de Julio, 2020

Las ciencias duras en el mundo como la Matemática, la Química y la Física, han demostrado cada vez ser más blandas.  Esto se debe a que a medida que avanza el conocimiento de la realidad de la materia, se hacen descubrimientos que ponen en jaque todas las fórmulas anteriores y nos revelan mundos infinitamente más complicados.

Con la Economía y a Política pasa lo mismo. Se han creado teorías sobre su funcionamiento, pero a medida que existe más información detallada y a diferentes escalas y en diferentes entornos, las viejas teorías parecen no dar cuenta de los fenómenos.

Además sus campos se confunden dentro del manejo político de la sociedad.

Por ejemplo aquí en Chile hemos sido presos de los economistas, sus teorías, y por qué no decirlo, sus teologías desde 1973 en adelante.

Las Teologías son los dogmas absorbidos a rajatabla de ciertas técnicas y comportamientos económicos que  cuando enfrentan situaciones cambiantes en la sociedad, no sirven.

Y una de estas situaciones cambiantes es una pandemia expresada en un pueblo pobre, endeudado hasta el cogote que no tiene ahorros para sobrevivir, con un sistema económico semi paralizado, cuyo pilar fundamental es el comercio, y donde el Estado por algún interés no bien clarificado, ha dejado de ser el líder y conductor de la nación, descuidando absolutamente  los deberes sociales propios de un Estado, con fronteras y que paga impuestos.

Y esto viene sucediendo desde que este Estado interrumpió su camino democrático en 1973 y moros y cristianos por igual dinamitaron las bases donde se habría podido reconstruir de otra forma.

Y los triunfadores impusieron una Teología Político Económica basada en ciertos supuestos, que siendo mal pensada más parecen ser deseos y creencias personales de una clase de Economistas y Políticos muy arrogantes y ambiciosos, no de glorias patrias, sino de riquezas y poder personales.

Así el menjunje no virtuoso entre Política y Economía ha llevado a un descrédito de ambas disciplinas, ya que fueron usadas para el enriquecimiento personal apoderándose de la maquinaria de un Estado.

Y el pueblo influido por la propaganda que proviene desde el mundo entero sobre los semidioses que se hacen ricos, aprende un nuevo decálogo de comportamiento, y aunque tengan reservas usan la democracia para encumbrar a millonarios sin preguntarse si son aptos para el puesto, ya que los millonarios hacen dinero para ellos y juegan a la ruleta con las aspiraciones del prójimo, en este caso los votantes.

La globalización impuesta en pasadas décadas, nos dejó plenamente expuestos a todo lo que viniera de afuera.  Muchos bienes de consumo baratos que liquidaron a las industrias y los empleos nacionales, mucha información a través de la TV  para ser absorbida por todas las personas sin preparación ninguna para asimilarla en forma positiva, mucha movilidad internacional de las personas trayendo enfermedades siendo una muestra la actual pandemia de un cierto Corona Virus, llamado Covid-19, miembro de una familia de Coronas que ha estado conviviendo con nosotros por décadas, pero para el cual no teníamos una vacuna específica y resultó ser peligrosamente contagioso.

Junto con esta pandemia, las señales del agotamiento y contracción del modelo económico globalizado estaban llegando a nuestra economía y a nuestra información diaria.  Ya antes de la pandemia el Producto Bruto de algunos estados considerados líderes mundiales se estaba encogiendo.  Los grandes estados estaban entrando en guerras subterráneas porque no el viento precisamente, sino las corporaciones se habían llevado la producción a países más pobres con salarios más bajos, dejando sin trabajo a su población.

Lo mismo que le fue pasando a Chile  durante  los últimos 47 años dejándolo sin industrias, les pasó ahora a los países imperiales del mundo.  Y los pobres de antaño se industrializaron e inundaron con sus productos el globo terráqueo.

Cosa que no hicimos nosotros, al convertirnos en mercaderes y no preparar a nuestro pueblo para fabricar algo más que paquetes financieros.

La reacción actual de los antiguos imperios, es declarar la guerra económica, mandar al diablo la globalización y darle de comer a su población mediante la recuperación de sus industrias.

De modo que la ola vino de vuelta y nos revolcó.  Aunque en Chile la industria había desaparecido que rato y ya teníamos un consumo basado en la deuda bancaria y en el reciclamiento de la pobreza a través de servicios.

La profusión de mercaderías nos daba la impresión que éramos ricos, y considerábamos que endeudarnos con la banca era buen negocio e ignoramos las advertencias de que buen negocio es prestar plata, no lo contrario.

La cosa era desestabilizante, ya que somos un país frágil, pero con nuestras fronteras abiertas de par en par, el covid-19 se nos instaló trayéndonos la reclusión, el miedo y la paralización de nuestro precario sistema económico.

Lo sucedido implica que el gobierno a cargo de la conducción del Estado, en un régimen presidencial, tome las riendas del gran problema.

Desde el punto de vista económico social y político, lo primero es reguardar a la población.  Sin población o con ella enferma, no hay economía ni nada.  De modo que las soluciones económicas tienen que ser prioritariamente aquellas que le proporcionen comida y energía a las personas, ya que sin comunicación ni contacto ya sea por teléfono o internet, no se pueden hacer transacciones en tiempo de pandemia y reclusión.

Un obispo brasileño dijo una vez que no hay nada más absoluto que Dios y el hambre.  Y que al primero no lo conocíamos bien, pero el segundo era de todos conocido.

Los economistas tienen que pensar en poner dinero en las manos de los consumidores para que siga circulando y moviendo las transacciones llegando a los productores básicos nacionales de alimento.  Esa cadena no nos puede fallar, y estos productores tienen que seguir trabajando.

Hay casi un millón de pobladores rurales que tienen menos de 5 Há y que producen un porcentaje grande de lo que comemos, y hay que resguardar que planten y cosechen, sin mezquinarles la ayuda.

Hay productores de fruta que exportan y dan empleo a las poblaciones rurales en  sus faenas durante todo el año, moviendo esa economía hormiga que salva a los pueblos en tiempos de escasez.

Hay millones que trabajan en ferias libres y que hacen el flete desde el campo a las grandes ciudades, que tienen el % mayoritario del consumo.  A esos hay que ayudar sin mezquinar.

Hay millones de hogares sin sueldo ni ahorros para comprar. A esos hay que ayudar con dinero, porque todo lo que gasten echa a correr la Economía, y finamente llega a las fuerzas de la producción.

Aquí entran los economistas  a decir de donde proviene el dinero, y los políticos a revisar sus dogmas teológicos.  Y aquí es donde se puede atascar el flujo.

Los políticos tienen que tener antenas para darse cuenta de la temperatura de las emociones del pueblo y no pueden aferrarse a normas recalcitrantes producto de sus creencias, que tal cual la palabra lo dice son creencias, no verdades ni científicamente constatadas, ni revelaciones de Dios y no es el momento de pelearse.

La política tiene que manejar las diversas soluciones dentro de las emociones humanas y la economía tiene que ser capaz de dar el abanico de soluciones  y no convertirse en defensores de intereses personales creando pánicos.

Yo recomendaría estimular un blanqueo de capitales, para que los chilenos que quieren seguir residiendo en este país traigan sus dineros de paraísos fiscales y compren bonos de la deuda chilena. Pero tiene que ser rápido. Los préstamos tienen que poder llegar a todos, ya que hay franjas que están quedando desprotegidas.

Y no es primera vez que se hace, ni la última.

Lo de las AFP le va a dar muy poco dinero a las personas que lo necesitan para comer.  Pero igual este dinero va a parar a la demanda de comida y al bolsillo de los agricultores para que siga la producción, a los pequeños feriantes, y los comercios hormiga.

No es la peor elección del mundo y no da para hacer un escándalo espantoso que llena de miedo a las personas.

Un buen economista es el que tiene bien claro cómo se mueve la economía particular donde está trabajando, y no está atado a ninguna solución con tintes de dogma ni a generalizaciones estadísticas, ya que la economía de detalle es importante.

Y un político es el que lidera las soluciones más rápidas y pertinentes y solo está atado por el bienestar del pueblo al que representa con rapidez en el corto,  prudencia en el mediano y con sabiduría en el  largo plazo, aunque como dijo un gran economista un poco fatalista “en el Largo Plazo todos estaremos muertos”.

Pero nuestros hijos y nietos queremos que estén vivos, y necesitamos economistas y políticos que tomen en cuenta este hecho

Y yo añado que con enfermedad y hambruna, ese largo plazo puede ser más corto de lo que creíamos.

Y a propósito de esto último, hay que darse cuenta que en este año de Conflictos Sociales y Pandemia, si logramos tomar cierto ritmo en la economía, el panorama externo va a estar cambiado.  Así tendrán que surgir nuevos emprendimientos de acuerdo a una economía que se acostumbró a trabajar on line, y que exige para comunicarse en forma adecuada contar con todos los implementos de Internet , en forma barata al alcance de todos, para dinamizar la economía de todos los grupos.  Y también la educación tiene que estar dirigida al manejo de esas tecnologías.

Esto no tiene que ser un privilegio, sino una necesidad para salir del agujero negro en que podemos caer.

Necesitamos un Estado moderno, organizado en forma moderna, y con gobernantes  con gran capacidad de liderazgo, de organización y de visión del futuro, que vea a todo el país como una gran organización donde cada unidad tiene cabida.

Así el esfuerzo tiene que provenir del conjunto, basándose en las organizaciones existentes, formando una amplia red, no una pirámide llena de desigualdades como ha sido hasta ahora y carcomida por la falta de solidaridad y de pensamiento y trabajo colectivo y un exceso de individualismo.

Los individuos son necesarios para no caer en la monotonía y chatura del pensamiento, pero la acción tiene que ser con la colaboración de todos.

Solo así nos manejaremos en el tipo de sociedad que se nos viene por todos lados.

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