National Endowment for Democracy (NED) y las nuevas tácticas de subversión en Cuba
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6 años atrás 12 min lectura
U. S. AGENCY FOR INTERNATIONAL DEVELOPMENT (USAID) fue creada en 1961 por una orden ejecutiva del presidente John F. Kennedy con la finalidad de administrar programas federales en el extranjero, principalmente en la esfera económica (asistencia técnica, proyectos de desarrollo, etc.). Aunque se define como independiente, actúa bajo la orientación del Secretario de Estado y sirve de fachada a la CIA en sus operaciones clandestinas. La USAID nace en el contexto de la Guerra Fría, tiene como antecedente cercano al Plan Marshall, y surge como una necesidad de expandir a la esfera civil la asistencia a países extranjeros, que hasta entonces se realizaba principalmente en la esfera militar, debido a la competencia con el campo socialista para atraer como aliados a los países del Tercer Mundo.
Veinte años más tarde, en la década de los ochentas, era ya evidente que para los intereses hegemónicos de Estados Unidos no era suficiente con la implementación de programas de asistencia en las esferas militar y económica, sino que era necesario cubrir todos los frentes en la esfera de la cultura, en el sentido más abarcador de esta palabra. Se crea entonces en 1983, por el presidente Ronald Reagan, la National Edowment for Democracy (NED), que enarbola como banderas la lucha por la democracia, por los derechos humanos, y por el libre mercado, entre otras.
La NED opera en más de 90 países pero nos vamos a limitar al análisis de su actuación en Cuba, sobre todo en los últimos tiempos, y examinaremos sus objetivos más importantes y sus nuevas tácticas de subversión en nuestro país. Debo advertir que la NED no es la única agencia extranjera con injerencia en los asuntos internos de Cuba. Intervienen también otras agencias estadounidenses, europeas y de otros lugares, pero en esta gran orquesta subversiva es la NED la que lleva actualmente la batuta, mientras que la CIA es la dueña de la partitura.
En las dos últimas décadas del siglo XX y sobre todo después del derrumbe del campo socialista, el énfasis estaba puesto en la creación de sectores de la sociedad civil contestatarios de la Revolución, con periodistas independientes (que, por supuesto, no eran periodistas ni independientes), organizaciones no gubernamentales opuestas al gobierno, y dirigentes contrarrevolucionarios a quienes se les apoyaba con amplia cobertura mediática, generosos premios concedidos por instituciones afines, y capacitación en las doctrinas y técnicas modernas de desestabilización. No olvidemos que todas estas acciones tenían y tienen como telón de fondo el bloqueo económico, comercial y financiero más largo de la historia, que permanece constante y sólo sufre cambios para exacerbarse, con la esperanza de provocar eventualmente estallidos sociales internos que sirvan de pretexto para intervenir militarmente en Cuba.
Pero todas estas maniobras fracasaron patéticamente. Ni en esos años, ni en los sesenta años transcurridos, la CIA ha podido fabricar ni un solo opositor o disidente con la capacidad, la credibilidad y el carisma necesarios para convertirse en un dirigente capaz de mover algo más que a un grupúsculo de frustrados. Todos ellos se han caracterizado por su mediocridad, su oportunismo y, especialmente, porque todos han tenido el pecado original de vínculos mercenarios con agencias de Estados Unidos, en un país como Cuba donde el pueblo es fieramente defensor de su soberanía, de su autodeterminación y donde, por tanto, cualquiera que tenga vinculaciones platistas con el extranjero queda totalmente descalificado como dirigente político.
Comenzando el siglo XXI y después de cuatro décadas de fracasos, era ya más que evidente para las agencias de subversión de Estados Unidos que no podían contar ni con micropartidos políticos artificialmente creados, ni con organizaciones fantasmas, ni con disidentes mercenarios, y que era necesario explorar otros métodos en el intento de derrotar a la Revolución Cubana. Uno de ellos, que todavía se utiliza frecuentemente, es el de detectar en los barrios de las ciudades o en los campos, los focos de malestar que se producen en toda sociedad debido a desastres naturales, desabastecimientos temporales, errores o deficiencias administrativas, o por otras causas. Por ejemplo, irregularidades en el suministro de agua potable, pan de mala calidad, viviendas en mal estado, etc. Una vez detectado este foco de malestar se actúa sobre él, por una parte, utilizando agentes mercenarios cuya tarea es alentar y extender el descontento y provocar incidentes con las autoridades y, por otra, empleando a fondo los medios subvencionados por la NED en Estados Unidos y Europa, pero principalmente en Miami, como caja de resonancia que se encarga de distorsionar y sobredimensionar los acontecimientos.
En 1998 se publica en Madrid un libro con el título “Nacionalismo y Revolución en Cuba”. El nombre del autor es un pseudónimo, Julián B. Sorel, personaje de ficción de la novela “El Rojo y el Negro” de Sthendal, pero tiene un prólogo firmado por Carlos Alberto Montaner. Con este libro se inicia una serie de publicaciones, principalmente en Madrid y en Miami, en la que los ataques no sólo se dirigen contra la obra revolucionaria y contra sus líderes, sino que van mucho más lejos e intentan minar las bases mismas de nuestra nacionalidad, desvirtuando los hechos históricos de nuestras gestas independentistas y procurando descalificar a nuestros héroes y mártires, incluyendo a José Martí, Ignacio Agramonte y Carlos Manuel de Céspedes. Se trataba de un ataque directo y a fondo a nuestra identidad con el propósito de destruir los cimientos de la nación cubana, los que sirven de raíz a los principios fundacionales de la Revolución. En un ensayo titulado “Cuba, bajo asedio el alma de la Patria”, escrito en aquella época e incluido en mi libro “Por Cuba, desde Miami” (2017), denuncio con nombres y apellidos a los autores de esta canallada. El último libelo de la serie, con el título “El Poscastrismo y otros ensayos contrarrevolucionarios”, fue publicado en 2007, también bajo el pseudónimo de Julián B. Sorel. Esta ofensiva diabólica contra el alma de la Patria terminó sin pena ni gloria porque había caído tan bajo que sólo podía encontrar eco en los que habían perdido hasta el último vestigio de su sentido patrio.
Terminando la primera década del presente siglo, surge el proyecto contrarrevolucionario “Génesis”, dirigido principalmente a la captación de los jóvenes, en particular a jóvenes intelectuales, para convertirlos en líderes oposicionistas. El campo de acción de Génesis, por tanto, estaría principalmente en los predios universitarios y en los círculos de intelectuales y artistas. El proyecto Génesis fracasó también y fue denunciado por Raúl Capote, profesor universitario al que habían escogido para llevarlo a cabo (y que resultó ser el agente Daniel de la Contrainteligencia Cubana), en su libro “Enemigo”, de 2011, en otro libro posterior titulado “La Guerra que se nos hace”, y en numerosos artículos que aparecieron en Razones de Cuba, Cubadebate y otras publicaciones. Génesis fracasó, pero Génesis no ha muerto, pues el enemigo también aprende con sus errores y, tal vez con otro nombre, regresará perfeccionado para intentar de nuevo conquistar el alma de nuestra juventud.
Actualmente, y dirigidos contra Cuba, son más de treinta los proyectos financiados por la NED, con un número aproximadamente igual de organizaciones beneficiadas, y las asignaciones cubren todo el espectro de los frentes culturales: el arte, la política, la religión, la educación, los derechos humanos, los medios de información y comunicación, la legalidad, el sindicalismo, la diplomacia, la captación y formación de líderes, etc., etc. La guerra contra la Revolución en el plano de la cultura no deja nada al azar, es una guerra total. Sin embargo, por suerte para Cuba, la mayor parte de los fondos federales destinados a la subversión no cumplen su cometido porque se pierden en los bolsillos de los aprovechados de la industria del anticastrismo, principalmente en Miami, donde no menos de 9 organizaciones reciben directamente fondos de la NED.
La estrategia de la NED contra Cuba, como puede constatarse al examinar sus proyectos, ha sido y continúa siendo la organización y financiamiento de la contrarrevolución, la fragmentación de la sociedad y la distorsión de la realidad cubana, como acertadamente apunta Raúl Capote en “Enemigo”. Ahora bien, la estrategia se mantiene constante, pero las tácticas han variado no sólo debido al choque con la resistencia de nuestro pueblo sino también por las corrientes modernas del arte y del pensamiento y por el imperativo de la revolución tecnológica característica de nuestra época.
Un empeño recurrente ha sido la captación de jóvenes que incursionan en modalidades del arte contemporáneo, pero las obras de los pocos que han podido captar se caracterizan por el mal gusto y la mediocridad. Entre sus figuras principales se encuentran un rockero fracasado que promociona la pornografía como supuesto derecho del pueblo, un grafitero preso en Miami por delito sexual agravado, una artista de instalaciones y “performances” que se cubrió desnuda con el costillar ensangrentado de una res, y, otros que, recientemente, en una actuación “artística” frente al Capitolio, se embadurnaron el cuerpo y el rostro con excremento humano. No voy a caer en la trampa de pretender enseñar a nadie lo que es y lo que no es arte. Concedamos que sí, que sensu lato se trata de arte, pero seguramente convendrán conmigo que, en cualquier caso, se trata de un arte no sólo feo, sórdido y repugnante sino, además, contrarrevolucionario y, por si fuera poco, mercenario. Soy de los que piensan que el arte genuino tiene por oficio el bien, la verdad y la belleza.
Estamos en la era digital, de la Informática, del ciberespacio, de la Internet, de las redes sociales y pronto, tal vez antes de que los de mi generación desaparezcan completamente, el mundo de las telecomunicaciones se regirá por la tecnología cuántica. Nuestra defensa exige, por tanto, que nos mantengamos al día y marchemos con lo más avanzado del mundo en el dominio de estas tecnologías.
Me llama la atención, por ejemplo, que en el último presupuesto de la NED se asignan cifras sustanciales en dólares para promover el cine independiente en Cuba. Ya sabemos lo que esto significa, un cine que en el mejor de los casos no sería crítico sino hipercrítico de la realidad cubana y el apoyo que recibiría de agencias extranjeras estaría en proporción directa de su eficacia en la distorsión de esta realidad. A la asignación de la NED se sumó posteriormente la convocatoria de la artista plástica disidente Tania Bruguera a un concurso de cortometrajes con el mismo objetivo de la NED, y anunció que con este fin destinaría la cantidad de 15,000 CUC.
¿A qué se debe este interés en promover el cortometraje en Cuba? –Hasta hace muy pocos años el costo de producción de un libro, de una pieza musical, de una pintura, o de una escultura, era muchísimo menor que la producción de una película, aunque fuese un cortometraje y, por consiguiente, hacía posible la existencia de muchos más productores en el campo de la música, de las artes visuales o de la literatura que en el campo de la cinematografía. El costo promedio de una película en Estados Unidos era de once millones de dólares y sumando el “marketing’ y otros gastos se elevaba a más de cincuenta millones. Sin embargo, un poeta, por ejemplo, sólo necesitaba de un papel y un lápiz, y en el caso de los repentistas campesinos ni siquiera eso. Podía haber 10,000 poetas por cada Santiago Alvarez, o por cada Isabel Santos. Sin embargo, con el advenimiento de la era digital la situación ha cambiado radicalmente. No es difícil adquirir una cámara de video, sobre todo si un agente de la NED la trae gratis del extranjero, e incluso se pueden realizar videos con cámaras digitales y teléfonos celulares. Más importante aún, estos videos se pueden subir instantaneamente a Youtube y a las redes sociales o enviarse a organizaciones subvencionadas por la NED para insertarlos o promoverlos en los circuitos de exhibición comerciales y no comerciales.
El abaratamiento de las nuevas tecnologías digitales ha gestado una revolución en el mundo del cortometraje, género que se presta para el aprendizaje autodidacta porque en él no existen cánones establecidos. El cortometraje es uno de los formatos que mejor se adapta a su difusión en los portales de Internet y en los programas de televisión. La creación en 2005 del sitio web Youtube, perfeccionado posteriormente, permite el acceso fácil y rápido a videos musicales y de diversa índole.
Pero lo que lo hace más atractivo para los objetivos de la NED es la capacidad del cortometraje para la reproducción de valores e ideologías, en especial el que ofrece una interpretación visual de un tema musical, o videoclip, que es, con mucho, el formato audiovisual más consumido por la juventud en todo el mundo.
Ahora bien, si el abaratamiento de los medios tecnológicos permite que prácticamente cualquier persona pueda producir un cortometraje, este género, por otra parte, exige cada vez mayor creatividad y mayor destreza profesional en la selección de los planos, los movimientos de cámara, la iluminación, y otras consideraciones técnicas. El desafío, por consiguiente, no está solamente en el número de personas realizando videos y subiéndolos o “colgándolos” en las redes sociales, sino en la calidad de lo que se produce. Un buen ejemplo de lo que debemos hacer y estamos haciendo es el recién estrenado videoclip de Luna Manzanares e Israel Rojas, titulado “Una mujer”, excelente desde todos los puntos de vista, y en el cual se enaltece a la mujer en su función más noble y más sagrada, la maternidad. Formemos pues, ¡sabemos hacerlo!, a los mejores productores, a los mejores realizadores, a los mejores actores, a los mejores guionistas, a los mejores técnicos de iluminación y de sonido, a los mejores cineastas del mundo.
¿Cómo responderemos a este nuevo desafío? Estoy seguro de que lo haremos perfeccionando lo que hemos hecho siempre, es decir, confiando en nuestra juventud, dotándola de toda la capacitación y recursos tecnológicos que necesita para librar esta batalla y ganarla, porque todo lo demás le sobra: talento, patriotismo, conciencia crítica y firmeza revolucionaria.
La industria cultural es el medio que intenta utilizar el enemigo como agente transmisor de su cosmovisión e ideología, para imponer su forma de vivir y de pensar, y para ejercer su control sobre el corazón y la mente de los jóvenes.
Nuestra respuesta depende, en definitiva, de la calidad de los valores que estemos sosteniendo y de nuestra capacidad y voluntad para transmitir estos valores.
– Este texto es versión de la conferencia ofrecida por el Dr. Salvador Capote, en Miami, en el local de la Alianza Martiana, el domingo 20 de enero de 2019.
*Fuente: AlaiNet
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