Indultados. Fue/es muy dura la derrota
por Pablo Varas (Chile)
7 años atrás 4 min lectura
Las deudas de los crímenes cometidos por los militares en la historia de Chile siempre han quedado en la impunidad.
Algo sucede para que los uniformados que dan las órdenes, y los que aprietan el gatillo no les pase nada, que puedan seguir existiendo tranquilos; que luego de haber matado a tantos indefensos les sale barato, posiblemente porque la vida de sus enemigos no vale nada, así se lo enseñan y por eso ejercen su vocación de criminales.
Desde los tiempos de la Escuela Santa María de Iquique cada muerto pasa a ser una historia que se cuenta y se repite una y otra vez. La Coruña, Ranquil, José María Caro, Puerto Montt. Así se ha escrito y algunos la han olvidado o no quieren cargar esa memoria por ser de otros tiempos.
Una declaración de la autoridad que acusa a los agredidos de ser los violentos y la respuesta está en la defensa de la paz. Los familiares viajan al cementerio y en las paredes del sindicato una foto en blanco y negro recuerda a los compañeros asesinados. Un final anunciado pero que refleja la valentía que nace de la desesperanza, el sufrimiento y el hambre, de eso no más, del hambre y del frio.
Fue muy dura la derrota canta Ismael Serrano, y se mantiene,
Siguen los derrotados recibiendo los golpes que el modelo y todas sus instituciones insisten agresivamente para justificar sus crímenes, para insistir que todo lo sucedido fue necesario, que era la única alternativa que tenía el alma de la patria que clamaba a gritos balas en la calle para calmar las justas reivindicaciones. Como olvidar esos primeros años cuando Eduardo Frei y un desfile de parlamentarios salieron por el mundo a justificar el asalto a la Moneda. La derecha no salió, con el gato democristiano se podían sacar las castañas.
Hubo un traicionero abandono. Están vivos los traidores.
Todo lo que sucedió en Derechos Humanos desde marzo de 1990 fue un largo listado de traiciones. Esa larga fila de rendidos y vendidos con las banderas de nunca más entregar las puertas de un proyecto justo y nuevo a millones de esperanzados. Todo fue negociado, todo pactado y en ese listado estaba como construir la impunidad, como se sentaron las bases para que el tiempo fuera dejando a criminales tranquilos con sus ropas militares, sus sueldos de clase dominante, con sus galones ganados practicando la tortura y asesinando mujeres embarazadas.
Se insiste que nada cambió desde marzo de 1990.
Toda la estructura pinochetista continuó paseándose por años en el binominalismo junto a los poderes fácticos que hasta ahora se mantienen intactos. Allí está el sistema de AFP/ISAPRES/CAE. El modelo económico sigue dando los frutos esperados para el 1% más rico de Chile. La desigualdad es la cotidiana realidad de la patria y los tribunales de justicia liberan militares llenando de asesinos las calles del Santiago ensangrentado. Seguimos caminando con las manos en alto y blancos móviles acusados de haber sido los responsables del quiebre institucional.
Extremadamente difícil es batallar contra las Fuerzas Armadas por su accionar criminal fundamentalmente al contar estas con el apoyo incondicional de la clase política que actúa de manera transversal. La obsecuencia de los Ministros de Defensa Nacional, la actitudes pusilánimes de los presidente elegidos, testigos de la existencia de ingeniosos carteles/cofradías para robar y defraudar con dinero que todos los chilenos. Toda una escuela de robos iniciada por el mismo Pinochet, sus familiares y cercanos.
Ese perverso pacto/traición concertación/ffaa para alargar eternamente los miles de procesos en los tribunales, donde el no poder llegar a las condenas se debe fundamentalmente a la negación sistemática de los militares para cooperar. Los uniformados saben que pueden declarar lo que sus abogados le aconsejan para salvar su precaria existencia.
Ninguno de ellos fue torturado en largas sesiones que duraban semanas y meses. Krassnoff Marchenko debería haber recibido la misma medicina, torturar con agua hirviendo y lanzarlos luego vivos al mar, pero verlo llorar, pidiendo clemencia en algo ayuda para mantener la visión que ellos siempre se ha sostenido… son cobardes.
Se debe dejar constancia que los que no están, esos hombres y mujeres arrebatados en tiempos de dolor y sombra, fue por haber sostenido que era posible ganar la batalla de la dignidad en un proyecto que tarde o temprano se volverá a intentar, con otros hombres que no eludan ni olvidan su pasado como sucede en las nueva generaciones que se pasean ufanos y vanidosos, exigiendo muestras de haber quemado el pasado y subir al carro de las nuevas ideas que ellos llegaron a vender.
Presenciar la liberación bajo formato jurídico de uniformados criminales, constituye un golpe violento a la memoria y el dolor de familiares, amigos y más cercanos. Deja al descubierto esa derrota que nos cuesta aceptarla y que se resiste tozuda por tener los vencidos, razón de la historia.
Maltrata la memoria una y otra vez al no poder alterarse el oprobio, la criminalidades y la traición.
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