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Elecciones en Italia: De la retórica anti-inmigración a la violencia

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Le parole sono pietre, titula la novela de Carlo Levi. La metáfora, entrada luego en el amplio diccionario italiano de aforismos, captura la relación entre el decir y el actuar, y nos advierte de los efectos tangibles del discurso, sobretodo de aquellos negativos. Una advertencia que parece haber sido del todo olvidada en la campaña electoral italiana.

En su último informe, Amnistía Internacional ha denunciado el clima de odio, racismo y xenofobia reflejado en el discurso de los partidos políticos italianos. La campaña  se ha centrado en gran parte en el tema de la inmigración. La seguridad y la llamada crisis de los refugiados han sido los temas principales. El argumentario político italiano no difiere mucho del que se oye en otros países al acercarse las elecciones: la urgencia de cerrar las fronteras para protegerse de la invasión, las dudas sobre la posibilidad de integrarlos a todos y la necesidad de mayor control y seguridad como garantía para evitar una supuesta fractura social.

A pesar de ciertas variaciones, que van desde la llamada en defensa de la “raza blanca” por parte de la extrema derecha a las posiciones securitarias del centro-izquierda, los principales partidos italianos comparten una actitud de miedo y un discurso de aversión a la inmigración.

Los datos desmienten tanto alarmismo: el estudio del Migration Policy Centre, entre otros,  demuestra la contribución de los extranjeros a la economía y el sistema de bienestar italianos; las llegadas por mar disminuyeron en 2017 según datos de Frontex; la población extranjera se ha mantenido al rededor del 8% en los últimos cinco años, y su ligero aumento –unas 100 mil personas entre 2014 y 2017– ha coincidido con una disminución del crimen según los datos del instituto nacional de estadística (Istat). ¿Por qué entonces, en un país herido económicamente, frustrado por la corrupción y condenado por la desigualdad y la creciente pobreza, el debate político se preocupa principalmente por protegerse de la inmigración? ¿Por qué se ha hablado tanto y tan mal de la inmigración en estos últimos meses de campaña? Hay varias razones.

La primera de ellas se refiere al ascenso electoral de la Liga Norte, que ha pasado del 4% en 2013 al 13-14% pronosticado para este año. A partir de la segunda mitad de los 90 la Liga ha abandonado la idea de crear nuevas fronteras entre el norte y el resto del país, para perseguir la defensa de aquellas existentes, reales e imaginarias, prometiendo “inmigración-cero” y la defensa de la identidad italiana. El retorno de la retórica anti-inmigración no se debe solamente al discurso de la Liga per se, sino también al efecto que éste ha tenido sobre los otros partidos. El mayor peso de la Lega, tanto en términos absolutos como en la lógica de las posibles coaliciones, ha “atraído” a otras fuerzas políticas hacia posiciones más restrictivas respecto a la inmigración. El comentario de Matteo Renzi sobre el ataque de Macerata, en el que un militante fascista abrió fuego contra extranjeros hiriendo a seis de ellos, es emblemático en este sentido: “Ante todo está Italia, la defensa de Italia y los italianos. Y aquellos que los defienden son las fuerzas de seguridad, no pistoleros locos”. Renzi no aborda la realidad del problema –las pulsiones fascistas contra el “otro” – sino que se alinea con la lectura del problema hecha por el líder de la Lega, quien unas horas antes había justificado el ataque por la emergencia-inmigración. La atracción ejercida por los partidos de extrema derecha sobre las otras fuerzas políticas es una dinámica generalizada en el contexto europeo: If you can’t Beat them, Join them.

Dicho esto, si se habla tanto y tan mal de la inmigración en Italia no es solamente por culpa de la Liga, también es el resultado de cálculos estratégicos de los otros partidos. Atacar a los inmigrantes o, al menos, hacer alarde de una actitud dura e intransigente hacia ellos es bastante conveniente en términos electorales. Primero porque gran parte de la población inmigrada está excluida del electorado, es decir un chivo expiatorio perfecto en el marketing de la política. En segundo lugar, porque los otros, aquellos que disfrutan del derecho al voto –los italianos– se muestran especialmente asustados por la inmigración. Históricamente, la opinión pública italiana ha sido adversa a los extranjeros y a la diversidad, hoy se estima que una línea dura contra los inmigrantes podría valer hasta el 30% en término de votos. Los partidos políticos lo saben bien y hacen sus cuentas al respecto.

Finalmente, no se puede descuidar el papel de los medios de comunicación. La inmigración siempre ha sido un fetiche para los medios italianos, que difícilmente la han representado de manera objetiva. Distorsionados y estereotipados, los relatos mediáticos de la inmigración han estado siempre atrapados en las noticias de crónica negra y articulados sobre el tema de la seguridad, como ilustran Marco Binotto, Marco Bruno y Valeria Lai en su última publicación. Estas dinámicas se colocan dentro de un marco más amplio de complicidad entre las arenas informativa y política italianas. El programa electoral firmado por Silvio Berlusconi en directo en el primer canal nacional, hace unos días, es solamente el más reciente y evidente testimonio de esa relación viciada. La hipersensibilidad del oído mediático para la voz política ha contribuido de manera clave a amplificar el discurso del miedo y la emergencia.

Es probable que el discurso anti-inmigración haya procurado audiencia a los medios y que asegure votos a algunos partidos este domingo. Sin embargo, tiene efectos colaterales peligrosos como la distorsión perceptiva y la legitimación de acciones violentas. El hecho que más de la mitad de los italianos crea que haya el doble o el triple de inmigrantes de los que realmente viven en el país es indicativo del primero efecto (estudio Demos and PI).  El ataque de Macerata dice mucho del segundo efecto: el atacante “quería enviar un mensaje para contrastar la excesiva presencia de inmigrantes en Italia”.

De palabras están hechas nuestras ideas y la realidad como la percibimos. Las palabras inspiran y legitiman nuestra acción. Hay que usarlas con responsabilidad. La campaña electoral en Italia y un ataque como el de Macerata nos advierten del vicio que se crea en la relación entre discurso, percepción y acción. Las palabras se convierten en piedras. 02/2018

Francesco Pasetti –Iinvestigador del CIDOB*

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*El CIDOB es un think tank independiente y plural con sede en Barcelona, dedicado al estudio, la investigación y el análisis de temas internacionales. Creado en 1973 como Centro de Documentación Internacional de Barcelona, desde 1979 es una fundación privada.   Francesco Pasetti es investigador del área de migraciones del CIDOB y profesor adjunto en la Universidad Pompeu Fabra.

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Anexo:

Elecciones en Italia: ¿La hora del populismo?

Bernd Riegert – Deutsche Welle

Los electores italianos darán previsiblemente su voto el próximo domingo a partidos populistas. Los sondeos anuncian que no habrá una clara mayoría para formar Gobierno. ¿Qué sucederá entonces? Informa Bernd Riegert.

Según los sondeos, Italia está a las puertas de una abrumadora victoria de los populistas de derechas e izquierdas en las elecciones parlamentarias del próximo domingo, 4 de marzo de 2018. La formación política más fuerte será probablemente, con un 30 por ciento de los votos, el Movimiento Cinco Estrellas, un partido protesta de tendencia izquierdista fundado hace nueve años por el comediante Beppe Grillo. Ahora está dirigido por Luigi di Maio, de 31 años y sin formación académica concluida. Los Cinco Estrellas se presentan como un movimiento contra el “establishment”. Hacen promesas sociales, son escépticos hacia la Unión Europea y ven con ojos críticos la acogida de refugiados y migrantes en Italia. ”Creo que nuestra fuerza política será la más votada y podremos formar Gobierno”, dijo Luigi di Maio a DW. “El resto de países europeos se darán cuenta de que el verdadero peligro son Le Pen y la AfD, la Alternativa para Alemania. Nosotros no somos como ellos, somos de izquierdas. Luchamos contra Salvini y la Liga Norte”.

Según Luigi di Maio, los populistas de derechas de la Liga Norte y su xenófobo candidato Matteo Salvini son los grandes oponentes del Movimiento Cinco Estrellas. Salvini, que se presenta con el eslogan “Italia primero”, tiene una alianza con el partido conservador “Forza Italia”, de Silvio Berlusconi, y con los neofascistas, los “Hermanos de Italia”. Esta alianza de partidos populistas de derechas será, previsiblemente, con un 38 por ciento, la fuerza más poderosa del nuevo Parlamento, pero sin llegar a la mayoría absoluta. En tercera posición quedarían los socialdemócratas, que han gobernado hasta ahora y que obtendrían solo un 22 por ciento de los votos.

No se prevén coaliciones

Los tres grupos, los Cinco Estrellas, la lista populista de derechas y los socialdemócratas, han descartado llegar a acuerdos de coalición. El gran misterio es cómo se va a formar Gobierno. “Las complejas leyes electorales italianas no son de gran ayuda para responder a esa pregunta”, dice a DW Lutz Klinkhammer, experto en Italia. “Las fuerzas podrían bloquearse mutuamente en el Parlamento”, continúa Klinkhammer, que es director adjunto del Museo Histórico Alemán de Roma. “Eso podría acabar derivando en un Gobierno interino que tratará rápidamente de llevar al país a nuevas elecciones”.

Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, ya ha advertido que hay que prepararse para “el peor de los escenarios posibles”, es decir, un Parlamento sin capacidad operativa. Sus palabras han hecho subir el precio de refinanciación de la desbordante deuda fiscal italiana. Los mercados están nerviosos y el sistema inestable, porque la economía italiana crece lentamente y el sector bancario es sensible a las crisis políticas. Pero durante la campaña electoral apenas se habló de cómo hacer frente a la deuda fiscal de más del 130 por ciento del Producto Interno Bruto del país. “Todos prometen cosas, pero nadie tiene una receta”, dice al respecto el profesor de Economía Ruggero Bertelli en conversación con Deutsche Welle.

Italia, la consolidación de los populistas

El regreso del defraudador de impuestos

Para el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, ya octogenario, esta elección podría suponer su gran regreso a la política. En realidad, Berlusconi ya no puede ocupar ningún cargo político, porque fue condenado por defraudar impuestos. Sin embargo, es el cabeza de la lista conservadora, liderada por su partido “Forza Italia”. Los escándalos del pasado parecen no hacer mella en el multimillonario empresario. “Parte del Gobierno y algunas instituciones me han atacado con mentiras. Pero la gente se da cuenta de que todas esas habladurías sobre orgías y fiestas con prostitutas y demás solo eran mentiras interesadas con el fin de neutralizar a un adversario político”, dijo Berlusconi durante una entrevista televisiva.

Los electores parecen creer este papel de víctima del siempre sonriente candidato y su partido será, según las encuestas, el más votado de la derecha. A Berlusconi parecen no asustarle las alianzas con los neofascistas y los populistas de derechas y está convencido de que un primer ministro escogido por él estará al frente del próximo Gobierno italiano. Berlusconi promete alivios fiscales y puestos de trabajo para los jóvenes. Pero no explica cómo piensa hacerlo.

Los problemas de Italia van a continuar

Leoluca Orlando, alcalde de Palermo, mira con escepticismo el gran apoyo que presumiblemente recibirán los partidos populistas de izquierda y derecha. “Las elecciones se decidirán en el sur de Italia, más pobre”, opina Orlando. Su partido, el liberal de izquierdas “Italia de los Valores” tiene “muy pocas posibilidades”, dice a DW en Palermo.

“Creo que todos los populistas son vulnerables ante un riesgo que yo denominaría ‘mafia’. Los populistas no tienen experiencia en cuestiones de gobierno. Pueden recibir influencias muy negativas”, dice el alcalde de esta ciudad siciliana, que ha luchado toda su vida contra la mafia. No llega a decir que Berlusconi es un mafioso, sino que “la cultura de Berlusconi es justo lo que la mafia necesita”.

Tras las elecciones del próximo domingo, Italia no se sumirá en el caos y su economía no colapsará. El país seguirá siendo la tercera economía de la eurozona. “Eso no cambiará tras los comicios”, dice Lutz Klinkhammer. “Los problemas que tiene el país son a medio y largo plazo. Es una cuestión de inversiones. Y, sobre todo, de que no hay perspectivas para las jóvenes generaciones y muchos, precisamente los más preparados, se marchan al extranjero”.

*Fuente: Other News


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