Chile. Prólogo al libro Canción de Entresiglos del revolucionario Guillermo Rodríguez
por Andrés Figueroa Cornejo (Chile)
8 años atrás 5 min lectura
¿Quieres saber cómo se agrupan los átomos rebeldes? La libertad y su legión. La convicción, la idea en acción y con sentido, la trama profunda e insurgente. La dinámica amorosa abriéndose brecha en medio de la noche. Las traiciones y sus ejecutores; la ejecución brillante contra los traidores.
Canción de Entresiglos es un guión cinematográfico, un fresco de época, una narración prendida del realismo social, una novela de tesis e historicidad relampagueante, la escalada esperanzadora y el espanto y los fuegos.
Como existe la literatura de los pocos que mandan, también existe la letra dura y la centella de las y los tantos convocados a desintegrar la infamia. Toda opresión organiza su desenlace. Toda opresión en Chile y más allá, adquiere formas nuevas, y formas nuevas adquiere su resistencia y promesa de superación.
Las palabras reunidas por Guillermo Rodríguez toman fuerte el corazón y la cabeza hermana de su corazón. Le hablan a usted, a los de antes que no se han ido, a quienes enhebran tercamente y ahora lo único que ofrece sentido al amor, a la vida y a la muerte: el combate viejo frente a la sumisión.
No se trata sólo de un relato de historias cruzadas que convergen rítmicamente; de un libro de preguntas actualizadas o respuestas redescubiertas. Si la verdad es la realidad y la realidad es dialéctica y concreta, entonces Canción de Entresiglos es una versión realista, verdadera, de las y los protagonistas sin nombre que, como un destello en las sombras, sabotean el orden del poder. Con incertidumbre, dudas que arden, críticas y autocríticas. ¿Puede ser de otro modo desde que la primera persona, esa conciencia remota de la humanidad en la noche de los tiempos se plantó inéditamente frente al primer amo de la comunidad y balbuceó un No?
El último medio siglo de Chile, de pueblos combinados, de mestizaje, transita mediante personajes sometidos a transformaciones dolorosas y felices, complejas, abruptas, cruciales.
Ante todo, la mujer. Independientemente de su generación, la mujer. Espuma y armadura; sabiduría y audacia; vanguardia, cumbre y regazo. Decisiva y decidora. Palabra y acto. Potencia práctica resuelta en libertadora.
Sin embargo, en las páginas venideras no hay caricaturas. No existen estereotipos ni maquetas. Los acontecimientos funcionan justificando plenamente las acciones de los personajes, y los personajes se conducen estructurando coherentemente los acontecimientos. Adoptando la forma de una obra musical clásica, los movimientos del relato están formulados secuencialmente como Preludio, Tocata, Intermezzo, Sonata y Fuga. A ratos parece una trama fílmica, la propuesta óptima para un largometraje.
Quien no esté familiarizado con el mundo de la historia reciente de la izquierda chilena, es posible que pierda algunos guiños directos respecto de hechos y sujetos provenientes de la realidad política. Guillermo Rodríguez no es únicamente un conocedor y actor exhaustivo de la política chilena, y en particular, de la izquierda revolucionaria, sus rupturas, interdictos, debacles, patologías y valores. Sabe bien del comportamiento de la minoría enemiga de los intereses organizados de los pueblos. Esto es, sabe muy bien que el poder es capaz de recurrir a todos los medios a su alcance, precautoriamente o como reacción ante las iniciativas populares, para intentar aniquilar a la disidencia consecuente o latente. Aquí se funde realidad y ficción de manera pedagógica. Las lecciones son claras para las y los luchadores sociales: jamás subestimar al enemigo y, a la vez, en los asuntos de este mundo no hay destino, determinismos de ninguna especie, ni fórmulas, ni imposibles. Asimismo, y venido de la propia historia política chilena, no será la cuadratura institucional impuesta por la opresión el lugar privilegiado donde los pueblos librarán sus luchas estratégicas. Pero ello no significa la condena de los empeños insurrectos a una suerte de resistencia eterna.
Junto a la convicción antipatriarcal, el ecosocialismo, el internacionalismo de los de abajo, la crítica al relato posmoderno y a los manuales atemporales de cómo hacer revoluciones; la novela integra virtuosamente la voluntad independentista del pueblo nación mapuche.
Una obra que ofrece preguntas es mucho más actual y eficaz que otra que arriesga las mismas respuestas que no nos han permitido emanciparnos.
Ante la transformación del ser en tener, y del tener en parecer; ante la espectacularización de la mercancía y su topografía y ordenamiento monumentalizado, ante las nuevas y las viejas formas de la alienación y del disciplinamiento social, la novela de Guillermo postula un ‘otro lugar’; un tiempo-espacio donde la lucha social y sus individualidades sí, efectivamente, le salen al paso a la continuidad pasiva de la reproducción de las relaciones sociales capitalistas.
Frente al miedo a la libertad anclada en la república del silencio mediante las estrategias del poder producidas premeditadamente por la falsa consciencia, por la comodidad del embotamiento fatalista y contemplativo, por la naturalización incuestionable del enlace amo / esclavo, Canción de Entresiglos rebate, recrea las posibilidades de su derrumbe, nos dice en distintos momentos que la vida está en otra parte.
Contra toda ilusión, el relato no fetichiza a la juventud como el sujeto puro y exclusivo que superará las opresiones realmente existentes. Las generaciones diversas se condicionan mutuamente para la transformación necesaria. La hebra contradictoria de la historia se desenvuelve, colaborándose tras un objetivo que demanda el concurso del devenir ampliado de todo un pueblo.
Aquí me quedo. Con las y los de abajo y sus intereses reprimidos por los pocos que mandan. Con las debilidades nuestras y con nuestras luces. Con la incertidumbre y las preguntas por resolver en la práctica que se vuelve teoría y nuevamente práctica. Aquí me quedo. En la risa con sentido y en el dolor profundo que el combate cotidiano frente al capital provoca que un día sea distinto que el otro. Aquí me quedo. Tan lejos de la institucionalidad y sus ficciones, y tan cerca de la promesa de la creación de las fuerzas propias blindadas con proyecto y proyección, con ejército rebelde, mestizo y popular, con la imaginación política que jamás se resigna a un orden de cosas cuyos límites ya muestran hace tanto su dentadura podrida e inhumana y que hoy por hoy, sin exageraciones apocalípticas, amenaza por segundo la supervivencia de las especies y del planeta.
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Un refugiado es un refugiado
Un niño es un niño y el miedo es el miedo
Destierro es destierro
Y una hipocresía es una hipocresía
No hay signo, no hay bando
No hay ideología ni misterio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
Un daño es un daño, del verbo dañar
Todos los daños son daños centrales
Un niño es un niño
No existen los daños colaterales
No hay meta, no hay causa
Ningún motivo, ningún premio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
El fin es un punto por siempre distante
Una cambiante ficción
Un ciclón a merced de una hoja
Una paradoja como la de Zenón
Donde algo parece que se va acercando
Y siempre se escapa, siempre se esconde
Siempre a la misma exacta distancia
De un mismo horizonte (mismo horizonte)
El dedo que aprieta el gatillo
Debería saber esto
No hay tuyos ni suyos ni míos
Si son niños, son nuestros (todos los niños son nuestros)
Ni patria ni credo hay
Ni diferencias de criterio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
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Un niño es un niño y el miedo es el miedo
Destierro es destierro
Y una hipocresía es una hipocresía
No hay signo, no hay bando
No hay ideología ni misterio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
Un daño es un daño, del verbo dañar
Todos los daños son daños centrales
Un niño es un niño
No existen los daños colaterales
No hay meta, no hay causa
Ningún motivo, ningún premio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
El fin es un punto por siempre distante
Una cambiante ficción
Un ciclón a merced de una hoja
Una paradoja como la de Zenón
Donde algo parece que se va acercando
Y siempre se escapa, siempre se esconde
Siempre a la misma exacta distancia
De un mismo horizonte (mismo horizonte)
El dedo que aprieta el gatillo
Debería saber esto
No hay tuyos ni suyos ni míos
Si son niños, son nuestros (todos los niños son nuestros)
Ni patria ni credo hay
Ni diferencias de criterio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
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Que justifique cualquier medio
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