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La decepción política tiene apellidos: Lagos Escobar

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Ricardo Lagos y su compinche, Agustín Edwards

La administración de Ricardo Lagos (2000-2006) es recordada hoy –en todos los sectores de la izquierda criolla– como un gobierno que privilegió las grandes fortunas, los mega empresarios, las transnacionales y los intereses de los EEUU por sobre los chilenos.

Todo bajo la mirada cómplice del socialismo organizado en murga partidista, sabedor de que la derecha había cooptado al “faraón” Lagos Escobar años atrás, en 1989, cuando “la Concertación se bajó los pantalones”. Lagos fue uno de los artífices del contubernio que, mediante un plebiscito trucho, cimentó la fascistoide Constitución de 1980.

Pese a ello, muchos chilenos se resistieron a aceptar la verdad sobre Ricardo Lagos. Demasiados optaron por mantenerlo arropado con capa de emperador y corona de monarca, rechazando la verdad que tenían ante sus ojos: se trataba de “míster” Lagos, político hábil que en su momento confundió a la gente con un discurso de izquierda académica, pero cuyas acciones borraban con el codo lo escrito con su mano. Lagos apuntaló, férreamente, el sistema que ahonda más y más la brecha entre ricos y pobres.

Nuestro ‘faraón’ es un tipo al que le cuesta permanecer más de un semestre fuera del ámbito político y público. Necesita, –su ego necesita–, aparecer en gloria y majestad lenguajeando propuestas aplaudidas por El Mercurio. Ventear comentarios banales y críticas cínicas a quienes no se inspiran de sus luces.

La defensa a ultranza del empresariado, y el irrespeto al medio ambiente en beneficio de los inversionistas, explicar tal actitud. Además, de paso, asesina la idea socialista.

Cuando dejó La Moneda –acompañado del “el amor de los empresarios”– Ricardo Lagos Escobar se dedicó a dar conferencias y seminarios bien pagados. No es extraño, visto que contribuye a apuntalar el sistema neoliberal y a derribar cualquier política que luche contra la pobreza utilizando recursos fiscales. Aprovechando el envión, Ricardo lanza bombas de racimo contra la izquierda latinoamericana.

Hace un par de años, la extrema derecha venezolana reunió –a título oneroso– a los ex Presidentes de España, Brasil y Chile, –todos ‘socialdemócratas’–, Felipe González, Fernando Henrique Cardoso y Ricardo Lagos, a objeto de que “narrasen” sus experiencias presidenciales.

Ante empresarios y representantes de las cúpulas económicas de la llamada Mesa de Unidad Democrática (MUD), opositora entonces al Presidente Chávez y hoy adversaria feroz de Nicolás Maduro, los ex Presidentes “se soltaron” amarras y se mostraron en toda su desnudez neoliberal y pro norteamericana.

Lagos comenzó su exposición intentando mostrar el supuesto aislamiento de Venezuela, y puso a Chile como ejemplo obviando lo esencial: que según la OCDE nuestro país exhibe la mayor desigualdad de distribución de la riqueza en América Latina.

Buen soldado de quienes le pagan, Lagos alabó la economía chilena aduciendo que “el 95% de la maquinaria económica chilena está en manos de capitales extranjeros y funciona bajo los parámetros del Tratado de Libre Comercio (TLC)” (sic). Aplausos apoteósicos de la concurrencia.

Nuestro tartufo ex progresista opinó que los recursos del Estado no deben ser dirigidos a la inversión social. “Hay que seguir pagando impuestos, pero los recursos no pueden ser para pagar gastos corrientes”, afirmó el ex mandatario, quien agregó: “El proteccionismo no es viable”. En resumen, Lagos unió su voz a las de González y Cardoso para aconsejarle a la derecha venezolana reducir drásticamente la inversión social y aplicar la conocida receta de la “disciplina fiscal”.

Hoy, a fines del segundo mandato de Michelle Bachelet, el ‘faraón’ se luce ante decenas de inversionistas y empresarios, en la Conferencia RIPE de periodismo económico iberoamericano (organizada por Diario Financiero, SURA, ENERSIS y otras firmas), criticando duramente la gestión económica de la actual mandataria. El momento de los orgasmos empresariales llegó cuando Lagos afirmó que en Chile “todo lo que pueda ser concesionado, debe ser concesionado”.

Imagino la decepción del mega empresariado, de la banca y de Felipe González (que vino a entronizarlo candidato) cuando un amplio sector de la Concertación le obligó a bajar la candidatura con la que pretendía regresar a La Moneda. En las encuestas de opinión –truchas como son– no logró superar un 2% de intenciones de voto.

Duro golpe para quien es considerado un “estadista” por la derecha y, particularmente, por los principales megamillonarios criollos. Sin embargo, la mayor sorpresa se produjo hace pocos días. Ella tiene que ver con el cobijo que Ricardo Lagos le dispensa a determinados grupos que han logrado escabullir la justicia y la condena pública por delitos cometidos en los años de dictadura.

Su indesmayable e hipócrita defensa del secreto del informe Valech (que él mismo impuso durante su gobierno), provocó una ola de justificadas protestas. Proteger a los criminales no vende. Desde su jupiteriana altura Lagos alegó sentirse “injuriado”. El Mercurio, una vez más, difundió sus lloros.

Mi amigo y coterráneo Luis Gálvez Aravena, ex preso político residente en Suecia, escribe: «Nunca, de verdad, nunca, se nos dijo o insinuó siquiera que esto sería guardado celosamente 50 años. No hubiéramos entendido, como no lo entendemos ahora, la razón ética del secretismo.»

Gálvez no es el único: a las críticas del secretismo manifestadas por muchos ex presos políticos (entre ellos la valiente abogada Carmen Hertz), se unió hace unos días la carta pública a Ricardo Lagos de la Presidente Nacional de la UNExPP de Chile (“Unión de Ex Prisioneros Políticos de Chile”), Nelly Cárcamo, quien expresa:

“Señor Lagos, no venga con este tipo de patrañas, para justificar lo injustificable, ni use a otras personas nobles y otros hechos de la historia, que no son comparables. Basta de querer reírse de la inteligencia de los sobrevivientes de la prisión política y de la tortura y de todos los chilenos. Nos falta gravemente el respeto.

Si los archivos de la Vicaría fueron cuidados con tanta valentía era para preservar la integridad y la vida de todos aquellos que los habían entregado (…) Ud., con el artículo 15 de la Ley 19.992, busca proteger a criminales de lesa humanidad, a los torturadores, evitando que éstos sean juzgados, por los graves delitos cometidos, considerados delitos de lesa humanidad”.

Una vez más, nuestro inefable ‘estadista’ abandona a los débiles para proteger a sus victimarios. Y como Lagos puede caminar y masticar chicle a la vez, profundiza al mismo tiempo la trinchera que ocupa en defensa del neoliberalismo.

©2017 Politika | diarioelect.politika@gmail.com

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