Permanencia del legado andino en la música latinoamericana
por Alex Ibarra (Chile)
8 años atrás 10 min lectura
Alex Ibarra conversa con el músico argentino Tukuta Gordillo
Texto Alex Ibarra Peña.
A Tukuta Gordillo
Tu ku ta tu ku ta
como el sonido de un tren de antes
que permanece ausente
a pesar de los tratados del Mercosur.
¿Cuántas veces has sentido tuyo el olvido de tu pueblo?
Una identidad no desconoce nunca el origen que le pertenece.
Hermano coya sigue el camino que recorres al ritmo de los sikuris
que te celebran en fiestas del retorno al saber de nuestros abuelos.
Entrevista a Tukuta Gordillo (T.G) Músico argentino. Realizada por Alex Ibarra Peña (A.I) Colectivo de Pensamiento Crítico palabra encapuchada.
A.I: Parto agradeciendo la hospitalidad que nos brindaron esos días en Tilcara. Tienes un sentido de pertenencia fuerte con la quebrada y con el Río Grande, esta zona de la Argentina con una definición de rasgos culturales que podríamos considerar como bolivianos. ¿Es boliviana esta zona de Argentina? ¿Sientes personalmente esa identidad andina?
T.G: Soy hijo de bolivianos y por parte de padre descendiente de peruanos. Nací en el pueblo de Maimará en la Quebrada de Humahuaca, Jujuy, por donde el Río Grande parte al medio la Quebrada y se alimenta de los pequeños cauces que bajan del altiplano boliviano y la puna de Jujuy. Esa fue la ruta principal desde el tiempo pre-incaico para unir el Altiplano con los Valles de Jujuy, Salta y Tucumán, la ruta más importante de la inmigración interna en los Andes desde nuestra antigüedad andina. En tiempos de la independencia todos los pueblos quebradeños fueron los principales actores de la resistencia contra el español, pero al terminar la guerra independentista sufrieron la imposición de fronteras que no los representaban y violaban la unidad histórica y geográfica de esos territorios. Lo que quiero decir es que a nosotros, que venimos de linajes andinos, nos pusieron a mirar hacia la Pampa húmeda y al Puerto de Buenos Aires, adonde no tenemos, ni racial, ni civilizacional, ni musicalmente nada que ver. Mi provincia, Jujuy, y la provincia de Salta son un pedazo de Bolivia en la Argentina y, sin embargo, la Argentina ni siquiera forma parte de la Comunidad Andina de Naciones (la C.A.N.), lo que es sin duda un absurdo que bien demuestra la falta total de efectiva inclusión y reconocimiento de nuestro espacio en el horizonte nacional.
A.I: Algunos días en Tilcara y en sus alrededores dejan una sonoridad diferente, escuchar los sikuris y el habla quechua imponen una visión de tiempo y espacio distintas. ¿Consideras que este tipo de música se arraiga en cosmovisiones distintas a las de occidente que se nos impusieron?
T.G: No creo que Occidente nos impuso una cosmovisión distinta, lo que Occidente sí nos impuso es la mercantilización de estos sonidos y de estos cantos a través de las multinacionales del disco y los medios de comunicación, que acaban obligándonos a consumir lo que a ellos les parece vendible a un público masivo. Por lo tanto, lo que la mirada del mercado selecciona por su rápida rentabilidad acaba devorándose la variedad de repertorios y formas de hacer música de estas tierras. Solo hay algunos muy pocos difusores respetuosos de la música y los cantos de los Andes. De la misma forma, las presiones del mercado también fomentan la ecualización global de timbres y ritmos. Por ejemplo, los japoneses inventaron un sintetizador con los sonidos del sikus tan bien hecho que, si te agarra descuidado, te confunde, pero, si prestás un poco de atención, te darás cuenta que a ese sonido le falta el hombre que lo sopla.
A.I: Pude apreciar que no sólo cantas en la lengua heredada del dominio colonial español, también cantas en la lengua indígena que perdura en el norte argentino. ¿Tienes algún análisis en torno a la transmisión de esta cultura? ¿Consideras que en Argentina hay un respeto y reconocimiento a los pueblos originarios como el Coya?
T.G: Canto canciones no solo de mi autoría sino de algunos paisanos que tienen una visión y un respeto por la música de los Andes, representantes de los pueblos del cuadrante sur del Tawantinsuyo, región que los abuelos denominaron kollasuyo. He comprobado recientemente, en mi última visita a Bolivia, que los estudiosos están convencidos de que somos pueblos Aymaras que hablamos quechua o, en nuestro caso, en Argentina, conservamos en nuestro vocabulario muchos términos quechua, pero hemos sido obligados a hablar español. Sin embargo, a pesar de todas las censuras a que la larga historia colonial y colonial-republicana nos ha sometido, es fácil identificar, aquí mismo en Tilcara, así como en muchas otras localidades de Quebrada y Puna, la continuidad de una historia propia de la región y la existencia de un tejido comunitario reconocible, que le da a esta parte de los Andes un paisaje humano muy propio y siempre notado por todos los que nos visitan. Aquí hay un mundo que permanece vital, con su “ombligo adentro”, como suele decir mi compañera, Rita Segato. Eso se nota en Tilcara, Maimará y Tumbaya -a diferencia, por distintas razones, de Purmamarca y Humahuaca-, por la notable ausencia de mendigos en las calles. Nadie, en estas tres localidades, cae por debajo del nivel de la pobreza. A pesar de que los medios son escasos, no se observa una degradación humana a la miseria y al hambre, no por una acción estatal, sino por la existencia de una red de protección que es la propia comunidad, con sus arraigadas costumbres de reciprocidad.
Los 500 años con la victoria de la vida en estos paisajes, te hacen ver que seguimos peleando por respeto, reconocimiento e igualdad de posibilidades. Todavía en nuestra Quebrada y Puna no hay una escuela bilingüe que incluya quechua, aymara, tonocote o kacan, y que explique, por ejemplo, el origen de los nombres comunes en nuestra región, como Tilcara, Huichaira, Huasamayo, Maimará, Purmamarca, Humahuaca. O los apellidos comunes en la región: Mamani, Quispe, Alancay, Quipildor, Sajama, Choquevilca – ¿vos conoces algún político nacional o regional, o algún jugador de la selección nacional de fútbol con estos apellidos?
A.I: Desde Pitágoras, pero pasando por muchos músicos, la música adquiere cierto anclaje metafísico, si quieres espiritual. ¿Estás de acuerdo con esas visiones acerca de la música? ¿Influye la música en la vida cotidiana?
T.G: Como dice mi compañera, el cosmos pachamámico es materialista, en el sentido de que materia y espíritu no están separados. La materia es espiritual y el espíritu es material. En ese sentido, no hay metafísica en nuestro mundo. Y eso hace que la música también se encuentre totalmente entrelazada con la vida.
A.I: Por tus pagos se puede apreciar algo así como una tradición musical, además de tu trabajo está el de Vilca y Lipán, seguramente hay muchos otros que podrían ser mencionados. ¿Cuáles te parecen que son los principales aportes culturales de esta tradición musical?
T.G: La música en estas alturas de los Andes vive en la piel de los que la habitamos, en el círculo agrario de los campesinos, con sus maíces, papas y quinoas; de los pastores de llamas, vicuñas y guanacos. Los tonos y los instrumentos dependen e indican el tiempo en que se ejecutan. Por ejemplo, las cornetas o erkes solo se tocan en invierno, para las festividades de esa época invernal – los paisanos dicen que, si se toca en otra época, atrae el frio y se pueden helar los sembradíos. Las diferentes festividades del ciclo anual de esta región, como son la Semana Santa, el Inti Raymi o equinoccio de invierno el 24 de junio, la Pachamama del 1º de agosto, el Solsticio de verano que coincide con las fiestas navideñas en diciembre y la fiesta agraria por excelencia con la Chaya a la Pachamama en el carnaval, tienen cada una sus instrumentos, su música y su forma de cantar. Por ejemplo, la coplas se distinguen en su canto y tonada según la época, en Semana Santa se cantan coplas pero sin el acompañamiento de la caja, recién para el 1° de agosto, cuando celebramos la Pachamama, las coplas se acompañan con la caja, como así también en la chaya de las fiestas de la marcada del ganado, el carnaval y la cosecha.
A.I: Ya he señalado lo acogedor que fuiste con nosotros, pero quisiera volver a este tema. En la fachada de tu casa hay un lindo mural que tributa a los músicos, me da la sensación de que Tilcara siendo lugar de peregrinos acoge a muchos músicos y artistas. Destacó también afuera de tu casa ese gran horno. Sin duda te has preocupado de que este pueblo resulte ser un lugar acogedor. ¿Consideras que el artista siendo un agente cultural puede contribuir a la vida social?
T.G: Desde que volví a Tilcara para vivir aquí, hace unos 23 años, me aproximé a un sabio, Gerónimo “Grillo” Álvarez Prado, que ya conocía desde mi adolescencia y que consideramos un orientador o Amauta en la región. Comencé entonces a cumplir con lo que celebran las comunidades agrícolas: la cosecha, el tiempo de las flores y los frutos. Es lo que en el calendario gregoriano se llama “carnaval”, pero, para nosotros, hay un día que escapa del carnaval comercial impuesto por ese calendario europeo, y ese día es el “Martes de Chaya”, cuando los paisanos abren un hoyo en la tierra para celebrarla, reconocerla y agradecerle la buena cosecha. Para los grupos de pastores, ese es el día de “marcada” de los animales –llamas, guanacos, vicuñas, ovejas y cabras. En mi casa, coincidiendo lo que para los foráneos es el martes de carnaval, celebro “la Chaya de los Músicos”. Ese día, se auto convocan músicos de distintos géneros y de todos los rincones del país, y vienen a la Plaza Chica de Tilcara, frente a mi casa, para dar de comer a la Tierra. Nuestros abuelos dicen que es el tiempo de “dar”. El año pasado, llegó, también auto-convocado, el muralista Gido Foglino, y nos regaló el mural de la Pachamama que viste en la fachada de mi casa.
A.I: Algo que se suele recoger de ti en otras entrevistas es el tema del exilio, durante el cual me contabas que pudiste establecer lazos con distintos artistas latinoamericanos, entre ellos los Inti-Illimani. Claramente eres parte de un movimiento musical que no quedó ajeno a la cuestión política. ¿Nos puedes compartir algunas opiniones en torno a la derechización de la política que vive actualmente la Argentina?
T.G: Fue en realidad un auto exilio que nos llevó a Jaime Torres y a su grupo, que yo integraba, a viajar por el mundo, pues aquí la atmósfera estaba muy enrarecida y difícil. En estos viajes compartimos con otros muchos músicos que se encontraban en la misma situación de exilio, como es el caso de Inti-Illimani, cuyos integrantes residían en Roma. El hecho de abrazar la música de las comunidades de los Andes donde nacimos y las músicas populares de casi toda la América habla de nuestra posición en la tierra. Veo que hoy no hay un interés de parte de los que gestionan por las expresiones comunitarias, pero sí hacia todo lo comercializable, vano y asociado a la creación individual. Los medios de comunicación dan muestras de esto que te digo.
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