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Acuerdo entre el Gobierno de Santos y la guerrilla, y el supuesto fin de la violencia

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Con bombos y platillos, vienen anunciando las autoridades colombianas que el acuerdo de paz con la guerrilla, que será sometido a un plebiscito el dos de octubre del presente año, será muy importante en el sentido de que la nación suramericana tendrá al fin la paz anhelada por buena parte de su pueblo. Tristemente se trata de una verdad a medias, pues Colombia es un país con múltiples situaciones y fenómenos que de una u otra manera han generado toda una espiral de violencia desde mucho tiempo atrás, muy anterior a la aparición de los movimientos guerrilleros y de las autodefensas a mediados del siglo XX. Cómo se puede hablar de paz en una nación en la que:

  • La pobreza y miseria son elevadas, y por tanto son caldo de cultivo permanente para la delincuencia común y organizada.
  • Los alimentos y diversos bienes y servicios tienen precios inaccesibles para la mayoría. La educación y salud de alta calidad no son gratuitas ni por asomo.
  • El desarraigo socioterritorial y las migraciones forzosas de las masas campesinas son el pan de cada día, cortesía, en buena medida, del hostigamiento y la represión estatal en conjunción con fuerzas parapoliciales y paramilitares.
  • El narcotráfico sigue teniendo gran fuerza. De hecho no es exagerado identificar a Colombia como un Narcoestado.

Los famosos paracos hacen lo que les viene en gana, con el visto bueno disimulado del Estado colombiano. Un ejemplo es la impunidad con que actúan en zonas fronterizas con Venezuela, debido a los intereses económicos en torno a diversas actividades ilegales: contrabando, narcotráfico y otras.

Ciertamente la desmovilización de los guerrilleros parece que será una realidad concreta, y con ella la incorporación de éstos a la vida civil “normal”, o a la vida política en el caso de algunos de sus líderes. Pero también hay que considerar que numerosos guerrilleros  delinquirán, tal como lo han hecho centenares de paramilitares desmovilizados. Factores como el desempleo existente y los miserables salarios pagados por la mayor parte del sector público y del sector privado, seguramente impulsarán a muchos ex miembros de la guerrilla a aliarse con narcotraficantes, o a participar en extorsiones, cobro de ‘vacuna’, sicariato y otras actividades delincuenciales. De manera que afirmar que el fin de la violencia llegará tras la puesta en práctica del acuerdo de paz (si es que el plebiscito le favorece), no es sino vender humo a los incautos. La paz en Colombia y el resto del mundo sólo será una realidad cuando haya justicia social y equidad, gracias a una nueva humanidad.

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